Es una pena que la corrupción se haya desbordado en el Partido Acción Nacional y que los panistas solo sean espectadores silenciosos de su debacle. Sonora es el principal ejemplo, aunque seguido muy de cerca por los escasos gobiernos estatales azules que aún sobreviven.
Solo basta con echarle un ojo al rosario de tropiezos políticos que han hecho de Guillermo Padrés un escándalo nacional en los últimos días, comenzando por el reportaje de una televisora que denunció la construcción de una presa en su rancho. Poco ayudó la reacción del panismo sonorense que, en lugar de pugnar por aclarar el caso con transparencia democrática, se puso del lado del poder señalando a políticos de otro partido de tener represos ilegales en sus ranchos. Al final, como ha ocurrido con los protagonistas de otros escándalos recientes, Padrés se enredó en sus propias mentiras al grado del ridículo.
Además está la acusación a Juan Valencia, dirigente del PAN estatal, de comprar irregularmente un predio con la complacencia de un alcalde panista, Javier Gándara, precandidato a la gubernatura; también se señala al propio Gándara de vender de manera opaca un terreno a un familiar de Padrés.
Por si fuera poco destaca el gesto al más puro estilo chavista de Guillermo Padrés: expulsar a tres delegados federales del Comité de Emergencias de Protección Civil, en un abierto desafío al Ejecutivo Federal.
Así como Hugo Chávez expulsaba a diplomáticos extranjeros cada vez que deseaba tender una cortina de humo a la opinión pública internacional, Padrés afirmó que los “non gratos” fueron negligentes ante la contaminación del Río Sonora y lo acusaron falsamente de tener en su rancho una presa ilegal.
Este panorama es parecido al que, de manera más soterrada, enfrentan los otros gobiernos estatales panistas. Se trata de una situación generalizada que nace no solo de la falta de oficio político de gran cantidad de funcionarios panistas, sino sobre todo del silencio rayano en la complicidad del panismo. Lejos estamos de aquella militancia capaz de ayudar a sus gobernantes no desde la sumisión, sino desde la crítica libre y bien fundamentada.
Ese espíritu libertario era la principal fuerza del PAN y hoy se encuentra acallado por la censura y por la fuerza de las nóminas gubernamentales; fue víctima del gran poder de la corrupción: el de comprar consciencias y voluntades. Por todo ello —ya en la cuenta regresiva a las nueve elecciones de gobernador que se celebrarán en 2015— poco o nada se puede esperar de Acción Nacional en las urnas.
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