sábado, 13 de septiembre de 2014

René Delgado - PAN: origen y destino

Develar una estatua, disfrutar de un concierto, pronunciar un discurso, fingir unidad y endosar los problemas a otros, quizá, sirva para recordar con añoranza el origen de Acción Nacional, pero no para rescatarlo.

Si con sólo esas actividades, el dirigente de Acción Nacional, Gustavo Madero, pretende conmemorar los 75 años que el próximo miércoles cumple ese partido, no podrá decirse que esa fuerza está en vías de recuperación.


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Lejos de aprovechar los 12 años de Acción Nacional en la Presidencia de la República para hacer de la alternancia una alternativa, ese periodo le supuso un revés a esa organización y, sobre todo, un descalabro al país: la parálisis de su desarrollo político, económico y social y, por si ello no bastara, el desvanecimiento de la consolidación de la democracia y del fortalecimiento del Estado de derecho.

Sea o no resultado del juego político revanchista a su interior que siguió a su derrota, la fuerza albiazul no se ha sentado a reflexionar en serio qué significó para sí y para el país su estadía en el poder presidencial. Doce años no son pocos. No ha hecho ese balance y, quizá, por las condicionantes del Pacto por México, el gobierno en funciones eludió hacer el corte de caja de lo recibido por lo que la segunda alternancia -apenas, la segunda- pasó como si nada grave hubiera ocurrido.

Sin esa reflexión animada por el propósito de recuperar, en unidad y diversidad, la brega de eternidad a la que convocaba su fundador Manuel Gómez Morin, el porvenir de Acción Nacional es de pronóstico reservado.


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No es cuento ni invento de la prensa la frivolidad con la que Vicente Fox se condujo en la Presidencia de la República y despilfarró las condiciones económicas y políticas de oro que tuvo para transformar el régimen. Fox entendió la popularidad y la legitimidad como un valor digno de enriquecer y atesorar, no como el ahorro destinado a invertir en grandes empresas políticas. Criticó el populismo que cultivó con denuedo. Tampoco es cuento que hoy el ex presidente con botas dejó y deja sentir su preferencia por quien hoy encabeza al Ejecutivo y no por quien fue la candidata de su partido. Un albiazul con corazón tricolor. Un hombre que ha confirmado que a él no lo escogió Acción Nacional como candidato, sino que él escogió a Acción Nacional como su plataforma para llegar Los Pinos.

No es mero cuento ni invento la reducción de Felipe Calderón de la investidura presidencial a la del comisario de policía decidido, a sangre y fuego pero sin estrategia, a acabar con la criminalidad que, en vez de apagar, avivó la violencia que aún hoy azota al país y a él lo obliga a refugiarse en Estados Unidos. Un hombre que, quizá a raíz de su crisis de legitimidad, pretendió consolidarse en el poder con un fusil al hombro y que integró su equipo sobre la base de la lealtad y la amistad, no de la capacidad y el profesionalismo que exigía su momento. Grande es la deuda de Calderón con el país, la mayor relacionada con la pérdida de vidas, derechos, garantías y libertades en aras de la seguridad no conseguida y que derivó en un baño de sangre aún sin secar.

¿Cómo entender que si un partido centra, según la doctrina, su pensamiento y acción en la primacía de la persona humana, no tenga una palabra de consuelo para los familiares de los desaparecidos o de quienes redujo a simples víctimas colaterales?

El silencio ni el olvido configuran una respuesta.


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La Estela de Luz con su sobrecosto, corrupción y retraso no simboliza los festejos del Bicentenario de la Independencia, sino la estela de Calderón que conviene conservar en la memoria para no repetir la historia.

Nada de eso es cuento o invento de la prensa, es la historia de un partido que si ganó elecciones no conquistó el gobierno ni ajustó su conducta a la doctrina que supuestamente lo anima. Eso es lo que frustra a muchos de quienes le dieron su voto al panismo, no la supuesta "narrativa periodística" enderezada en su contra.

La cínica conducta frente a la matanza de indocumentados en San Fernando o ante los niños quemados en la guardería ABC, en Hermosillo, el canje de votos a costa de la educación, la venta de quesos en los casinos, la compra en ganga del lujoso departamento en Polanco, el uso de recursos públicos en saraos o fiestas privadas, el cobro de moches por bajar recursos, el amasamiento de súbitas fortunas perfectamente explicables pero injustificables, el recibo de subvenciones extraordinarias por legislar de y sobre las rodillas son lo que golpea el ánimo de quienes ven o veían en Acción Nacional un partido distinto.

Tampoco es un invento la salida de cuadros valiosos de Acción Nacional al ver la doctrina convertida en vale de empleo o en simple envoltura del más rancio oportunismo, ni el malestar de otros cuadros que, sin renunciar a su militancia, no encuentran oído a la importancia de retomar la senda que distinguió a su partido como una opción distinta a lo conocido.


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La inteligencia con la que su actual dirigente, Gustavo Madero, supo remontar el asedio al que el calderonismo sometió su liderazgo y lo consolidó al frente de su partido hoy parece afectada por ese mal que, con frecuencia, marea a los políticos de su estirpe: la pérdida del oído y la vista.

Reducir, como lo hizo el sábado pasado, la crisis de su partido a una "narrativa periodística" supuestamente cebada en contra de Acción Nacional es confundir el mensaje con el mensajero e incurrir en el autoengaño que, según su dicho, él mismo repudia. Refugiarse en la autovictimización política o en las encuestas alegres para presumir la conservación o la conquista de posiciones políticas para regresar a Los Pinos, en 2018, no entusiasma, preocupa.

El triunfalismo prematuro que, por un lado, olvida el pasado y se ilusiona con el futuro no contribuye a recuperar el rumbo porque no finca la plataforma de la recompostura de Acción Nacional. Mucho menos rinde tributo a Manuel Gómez Morin.


sobreaviso12@gmail.com

        


Leído en http://www.plazadearmas.com.mx/noticias/columnas/2014/09/13/rene_delgado_13206_1009.HTML



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