viernes, 5 de septiembre de 2014

Raymundo Riva Palacio - Propaganda con terror

En agosto, el Estado Islámico de Irak y Siria, la organización musulmana terrorista que gobierna un pedazo de territorio desde el este de Alepo en Siria, hasta Faluja en el oeste de Irak, comenzó una estrategia de propaganda y terror con la difusión de un video en YouTube que mostraba la decapitación del periodista estadounidense James Foley. Junto a él estaba otro estadounidense, Steven Sotloff, quien este martes, en otro video, fue mostrado como el siguiente periodista que corrió con la misma suerte. Junto a él estaba otro periodista inglés, posiblemente el siguiente en el patíbulo de ese grupo criminal.


La difusión del video de la decapitación de Foley desató una polémica en el mundo sobre si tenía un interés público legítimo transmitir y publicar la brutal escena, o si hacerlo era entrar en la lógica de los terroristas para difundir a través de esos materiales, que son propagandísticos, el miedo que buscan inyectar a sus opositores. Charlie Rose, conductor del noticiero estelar de la cadena CBS, dijo que ISIS  -el acrónimo anglosajón de la organización-, “quisiera que les mostráramos las imágenes más gráficas del video como parte de su campaña de terror, pero no lo haremos”.









Al Jazzera, la cadena internacional financiada por el gobierno árabe de Qatar, no sólo lo transmitió, sino conminó a las organizaciones periodísticas del mundo, a que tampoco lo hicieran. Hubo quienes alegaron que pese a saber que eran materiales propagandísticos, no podían dejar de mostrar lo más oscuro que sucede en el mundo. En los casos más extremos, hubo medios que para justificar la difusión de los asesinatos, argumentaron que otras naciones decapitan adversarios como parte de sus políticas.


La discusión ha prendido sobre un fenómeno que no es nuevo. Extremistas musulmanes han decapitado a soldados occidentales dentro de las guerras que libran en Asia, aunque mostrar periodistas asesinados no había sido utilizada como estrategia. El último periodista decapitado y mostrado en las redes sociales en el momento de ser asesinado, fue el del corresponsal de The Wall Street Journal, Daniel Pearl, secuestrado y asesinado en Pakistán en 2002. La diferencia entre la muerte de sus compatriotas y la de él, es que Pearl fue ejecutado por Al Qaeda, la principal organización terrorista en el mundo.


Al Qaeda utilizó las ejecuciones de sus enemigos como una forma de inyectar terror entre sus adversarios, y como advertencias de lo que podía pasar con aquellos que se les enfrentaran. La manera como empezaron a usar la difusión masiva de la decapitación a través de las redes sociales, contagió a grupos criminales alrededor del mundo. Las imágenes son más poderosas que los comunicados o los gritos amenazantes y, además, capturaban el interés morboso de millones de personas. La penetración del mensaje visual animaba, también, a que otros se sumaran a su causa.


Entre las organizaciones que tomaron el ejemplo de Al Qaeda fueron el Cártel del Pacífico –en ese entonces de Sinaloa-, y Los Zetas. Aunque como método los cárteles mexicanos habían utilizado la decapitación, fue hasta diciembre de 2005 en Acapulco cuando se comenzó a utilizar su difusión como método de propaganda. En esas fechas sicarios de los hermanos Beltrán Leyva, en ese entonces el equipo de seguridad de los cárteles enemigos de Los Zetas, exhibieron en Acapulco las cabezas de cuatro policías vinculados a ellos. Poco después se difundió en YouTube la ejecución de otros zetas en Acapulco, en la plenitud de la campaña mediática de del narcoterror.


Entre 2006 y 2007 se registraron 10 ejecuciones donde se difundieron los cuerpos de los asesinados con mensajes dirigidos a sus rivales, con un efecto colateral sobre las autoridades y la sociedad que, horrorizada, no dejaba de consumir sus materiales. Las imágenes de decapitados y los textos de los mensajes fueron reproducidos masivamente en los medios como si fueran boletines de prensa. El video de la ejecución de Los Zetas lleva más de 12 millones de vistas en YouTube. Como comparación, los dos videos de la toma de posesión de Vicente Fox en 2000, no alcanza las 65 mil vistas, pese a que fue el primer Presidente de la alternancia que rompió con el reinado de siete décadas del PRI.


Lo importante nunca ha sido lo más relevante en México. En medio de lo escatológico de la cobertura de los medios convencionales, surgieron blogs dedicados exclusivamente a la transmisión de estos mensajes criminales, que añadían crónicas de la muerte. Ante las críticas sobre la difusión de los mensajes, algunos editores replicaron que el contenido de los videos y los narcomensajes, “eran información”. La discusión sobre la forma como los usaban de vehículos propagandísticos nunca encontró eco. Ni entonces, ni ahora.


¿De qué sirvió todo ello? De nada, salvo que muchos medios mexicanos, algunos de ellos que siempre se negaron a ser altoparlantes del gobierno, se prestaron a ser micrófono de criminales. Esta es la discusión actual en el mundo que tiene metidos a los medios y las sociedades en contradicciones, ante los cambiantes paradigmas y la discusión sobre el valor de la difusión de los videos, a sabiendas que son evidentemente propagandísticos. En México nunca se comenzó siquiera esa discusión, para haber llegado por la vía de la razón, y no de la pornografía editorial, a un consenso general. Eso no importó. Menos aún el impacto en la sociedad.


rrivapalacio@ejecentral.com.mx
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