viernes, 5 de septiembre de 2014

Sergio Sarmiento - El aeropuerto

“Los aeropuertos ven más besos sinceros que los salones de bodas.”
Anónimo


Me gustan los aeropuertos. Es verdad que las aglomeraciones en temporadas vacacionales y las revisiones de seguridad pueden sacar de quicio al más templado. Llegar presuroso a documentar sólo para encontrar a una empleada que te dice tranquilamente que tu vuelo está sobrevendido y ya no tienes asiento, o que habrá una pequeña demora de cinco horas, puede ser una pesadilla. Sin embargo, hay siempre una magia especial en un lugar que sirve de puerta al mundo.

Los aeropuertos son una infraestructura fundamental en la economía contemporánea. Los países cada vez más ricos de Asia, como Singapur, Corea del sur y China, han dedicado gigantescas cantidades de dinero a construir aeropuertos que se convierten no solamente en centros de conexión de viajeros sino en tarjetas de presentación ante un mundo que antes los despreciaba. Un aeropuerto moderno no es sólo una terminal de transporte sino un centro comercial y de negocios en que el mundo se despliega en su fascinante diversidad étnica, cultural y lingüística.
 
 
 
 
 
 
 
 

Tengo, como todos, mis aeropuertos favoritos. El Charles de Gaulle de París puedo recorrerlo durante horas sin cansarme de las tiendas y la gente. Me encanta el de Zurich, de bastante mayor tamaño de lo que uno pensaría por el tamaño de la ciudad o de Suiza entera. El Heathrow de Londres es saturado y abrumador, al igual que el Kennedy de Nueva York. El Dulles de Washington, diseñado por Eero Saarinen, es atractivo pero poco funcional. El de Dallas me parece una pesadilla sacada de Brave New World.


En México los aeropuertos de Guadalajara y Monterrey han tenido buenas remodelaciones, el de Tijuana es feo pero funcional, los de Acapulco y Mérida parecen elefantes blancos. El de Toluca me ha gustado desde su renovación, pero se ha convertido en un fantasma desde que Volaris e Interjet lo abandonaron.

El Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, en cambio, me deja perplejo. Su gran ventaja es la cercanía al centro, pero la construcción es una fea serie de pegotes y estilos que evidencian los distintos esfuerzos por ampliar su capacidad. Su gran problema actual es la saturación.

Si Vicente Fox hubiera tenido un poquito más de valor hoy tendríamos ya el nuevo aeropuerto, pero lo canceló en 2002 ante la rebelión de los machetes de San Salvador Atenco. El proyecto nos habría dado no sólo una instalación más atractiva y funcional sino una mayor capacidad que habría permitido a la Ciudad de México convertirse en el hub, el centro internacional de conexiones, que se volvió indispensable después que los atentados terroristas de 2001 llevaron a un endurecimiento de las medidas de seguridad y migración en los aeropuertos de Estados Unidos.

Ante la falta de un buen aeropuerto mexicano, Tocumen en Panamá se convirtió en la mejor opción. En 2003 pasaban por él 2.1 millones de pasajeros, pero para 2013 ya eran 7.8 millones (tocumenpanama.aero) en un País de apenas 3.8 millones de habitantes. CopaAirlines, la aerolínea panameña, pasó de transportar 1.3 millones de pasajeros en 2003 (revistacompetencia.com) a 11.3 millones en 2013 (según la empresa). Este aumento en el tráfico aéreo ha creado miles de empleos en Panamá.

El Gobierno mexicano está tomando tarde la decisión de construir un nuevo aeropuerto central, pero es mejor tarde que nunca. El proyecto de Norman Foster y Fernando Romero es espectacular. Espero que también sea funcional. Lo más importante ahora es que mira al futuro. Las primeras dos pistas estarán listas en 2020, pero el proyecto se extenderá a seis pistas quizá en 2060.

A mí no me tocará ver el aeropuerto completo, pero me entusiasma saber que quizá tengamos la primera parte a tiempo para que yo la use. Esperemos que al siguiente presidente no se le ocurra cancelar el proyecto.




Música ligera


Finalmente se fue Gustavo Cerati, el cantante argentino que llevaba cuatro años en coma. Nos deja su “Música ligera” y su “Paseo inmoral”. Pero también nos obliga a pensar sobre la eutanasia.


Twitter: @SergioSarmiento
 
 
 
 
 
 

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