Decía fray Servando Teresa de Mier, citado eternamente por la Maldita
Vecindad, que “si el hecho es trágico, el genio debe ser festivo”. Una
idea que por lo regular en México no encuentra caja de resonancia —ya
sabemos que lo nuestro es hacer caso omiso del viejo adagio No te azotes que hay chayotes—,
aunque tomando en cuenta la historia equívoca y contrariada de la
osamenta de tan distinguido intelectual nada orgánico, que sin duda
parece haber inspirado a Santa Evita en materia de extravíos post
mórtem, no se le puede acusar de incongruente.
Tristemente hoy ese
espíritu se ha olvidado, son tiempos donde impera la solemnidad, la
histeria colectiva y el melodrama ranchero. Por eso tratar de hacer
humor en estos días es más estresante que trabajar de presidente del PRD
y ser chuchista nada leninista. O más deprimente que laborar
en Hacienda y contradecirse cada ocho días en materia de expectativas de
crecimiento.
Lo que se percibe no es un tufillo. Es un auténtico
hedor a intolerancia y resentimiento. Se han perdido las herramientas
para detectar las ironías, no hay espacios para la comedia, y el humor
es penalizado con furor forense. Y es que sus apolillados detractores de
izquierda o de derecha (el centro se ha quedado más solo que los
hoteles en Kafkapulco) sacan su fuerza del encabronamiento, no de la inteligencia ni de la sensibilidad ni de los cursos de autoayuda.
Cualquier
comentario que hagas, por más leve que sea, es tomado por liberales y
conservadores, radicales libres o plomos derechosos a la manera de una
afrenta a sus dioses y héroes. Y se ponen como locos debido a la
recalcitrante naturaleza de su temperamento de cavernicolitas,
convirtiéndose por lo tanto en pasto fértil para caer en cualquier
provocación.
Para probarlo nomás atrévanse a hacer un chiste en
Twitter sobre los anarquistas y los granaderos jugando a las pipis y
gañas y se despertarán las turbas inquisitoriales. O señale con la menor
agudeza posible hacia alguna secretaría o Los Pinos y hagan de cuenta
que maldijiste los clavos de Cristo. Y por lo tanto experimentarás una
terapia como la de los enemigos de El Negro Durazo en las orillas del río Tula.
Ante
el imperio de la insoportable densidad del ser, quizá sea el momento de
seguir la recomendación del gran Beckett mientras esperamos al Godot de
la justicia: cuando se tiene la mierda hasta el cuello, lo mejor es
ponerse a cantar. Quizá “Always Look the Bright Side of Life” de Monty
Python.
jairo.calixto@milenio.com
www.twitter.com/jairocalixto
Leído en http://www.milenio.com/firmas/jairo_calixto_albarran/insoportable-densidad_18_415338476.html
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