martes, 2 de junio de 2015

Votar o no votar, he ahí el dilema...




Ante el repudio extendido sobre nuestra clase política, y en la cercanía de la jornada electoral, se hace necesario plantear algunas consideraciones sobre “el derecho a no votar”.

 Al respecto, cabe plantear una analogía con la racionalidad de la empresa privada: si de los candidatos que se presentan para ocupar una vacante, ninguno resultara adecuado, nadie en su sano juicio optaría por elegir “al menos malo”. ¿Por qué en la empresa pública (los cargos de elección) estamos obligados a contratar "al menos malo"?

José Antonio Crespo, en su columna de El Universal, comenta y cuestiona algunos de los argumentos que se esgrimen sobre la “obligación y conveniencia” de ejercer el voto. Entre comillas cito estos argumentos y en seguida parafraseo la réplica de Crespo y agrego mis propios comentarios.

a) “El voto nulo prepara el terreno a la anarquía y la rebelión”. Si eso ocurriera, los responsables serían los radicalismos, la extorsión política y los malos gobiernos, en combinación. El voto nulo es consecuencia del descrédito, no la causa.

b) “La presión de los anulistas no sirve, sino la vigilancia de los ciudadanos sobre sus representantes.” Los mecanismos de vigilancia son restringidos y deficientes. La masa de ciudadanos vigilantes es mínima frente a la mayoría de ciudadanos apáticos.

c) “El voto nulo favorece las maquinarias de los partidos.” La hipótesis es sesgada porque nadie puede asegurar que los anulacionistas corresponden única o mayoritariamente a los indecisos o ciudadanos sin partido. El repudio a los partidos está presente incluso en ciudadanos con marcadas simpatías.

d) “Quienes están inconformes con los partidos actuales debieran hacer el suyo propio”  El repudio al sistema político no implica la obligación de convertirse en profesional de la política. La expresión de inconformidad busca que el sistema de partidos responda a las necesidades e intereses de los ciudadanos y no a intereses de partido, y que se combata eficazmente la corrupción y se limiten abusos e impunidades.

e) “El voto nulo es un “cheque en blanco” a los partidos” Por el contrario; el voto partidista es una autorización manifiesta para que éstos tomen decisiones en nombre del ciudadano, sin mecanismos de control o castigo. Una auténtica patente de corso. El voto nulo no otorga autorización ni da un espaldarazo a la actual corrupción, privilegios e impunidad de los partidos. Más bien cuestiona y protesta.

f) “El voto nulo es anticonstitucional, pues votar es una obligación”. Aunque el artículo 279  de la  Ley electoral señala que el ciudadano deberá marcar en las boletas únicamente el cuadro correspondiente al partido político por el que sufraga, el artículo 291 señala que  se contará como nulo cualquier voto emitido en forma. No establece sanción para quienes marcan de manera distinta a la indicada. Ni anticonstitucionalidad ni obligación.

g) “En España se presiona a través de nuevos partidos en lugar de anulando votos” En México, para muchos ciudadanos, ninguno partido es ya una opción convincente ni confiable.

h) “Hay políticos y candidatos honestos y decentes” Para quien los identifique, simplemente que vote por ellos. El anulacionismo de pretende convertirse en verdad absoluta.

i) “¿Quién eligió a los promotores del voto nulo? ¿Quién votó por ellos?” Tomar posición en un debate público es el más elemental de los derechos. No es un cargo público.

Partidos, instituciones electorales y algunos ciudadanos herrados nos dicen que, hagan lo que hagan los políticos, es nuestra obligación votar por alguno de ellos.

Más bien se debería promover lo contrario: si para los cargos que te corresponde votar, ningún candidato te convence, tienes entonces la obligación de no votar.

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