miércoles, 30 de marzo de 2016

Rafael Loret de Mola - Guerras interminables

El terrorismo, como cauce “moderno” de la guerra de guerrillas, es y será interminable. Por desgracia, tendremos que acostumbrarnos a vivir con este flagelo como antes lo hemos hecho respecto a la miseria del mundo, las permanentes catástrofes naturales -llámense terremotos, huracanes e inundaciones-, la violencia en México cada vez más cercana al estado fallido, los vaivenes de una economía tambaleante, los feminicidios -no solo en la estigmatizada Ciudad Juárez-, los fraudes electorales y los horrores derivados de la descomposición del tejido social -desde los enajenados tiroteos en las escuelas del “primer mundo” hasta la cacería de indocumentados que tanto alienta el fascista “pato” Donald Trump-.

Vamos sumando agravantes cada vez sin poder remediar los que ya cargamos. El martes 22 pasado, volaron el aeropuerto de Bruselas y algunas estaciones del Metro de la capital en donde se asienta el Congreso Europeo luego de la declaratoria de la Unión, acaso como una advertencia de que no se extinguirá el terror mientras los bombardeos no cesen, y aun si lo hace, sobre el llamado Estado Islámico extendido a Siria y Libia.









El dolor, cada vez mayor, y el miedo desbordante son los signos de la (in) convivencia humana en este lamentable principio del tercer milenio. Y cada que se van diluyendo las noticias volvemos a la normalidad asimilando hechos que la mayor parte no entiende y creyendo que lo único factible es olvidarlos. Pero no se puede.

De hecho, Europa es un blanco vulnerable permanente como lo es Estados Unidos. Primero fue Nueva York, luego Londres y Madrid; y recientemente París y Bruselas. La lógica indica que la mira está puesta en el Berlín de Ángela Merker, esto es del centro neurálgico del Cuarto Reich, pese a las previsiones tomadas para expulsar, nada menos, a ciento treinta mil inmigrantes que no provenían de las zonas de guerra.

Este dilema lo percibí en la capital de España, hace poco más de un mes, en donde no hay gobierno pero las adherencias anglosajonas son mayores –de allí el incesante empeño en prohibir corridas de toros antes de elevar la preocupación contra la desvaloración de las vidas humanas-, en pleno colapso de la razón de Estado y pese a la decadencia de una monarquía de zánganos que son incapaces y no están facultados para resolver el vacío prevaleciente en la estructura gubernamental.

Recuérdese la insólita actitud de Mariano Rajoy, el presidente de un gobierno en prórroga aparente pero sin peso político, al negarse a formar gobierno, ante el rey Borbón, por considerar imposible coaligarse con radicales o socialistas en la hora de los pactos poselectorales; de allí devino la crisis que será más severa, en el rumbo hacia una segunda elección posiblemente en junio, cuando tampoco este paso resuelva la parálisis al seguir igualadas las fuerzas y, sobre todo, las soberbias que se expresan con chantajes impagables.

Mientras, el mundo se horroriza. Precisamente el reciente ataque terrorista ocurrió cuando Barack Obama, con el colmillo que emana de una Casa Blanca siempre intervencionista, visitaba Cuba para, según dijo, “cerrar un capítulo” con el anuncio del fin del bloqueo a la isla –que ya se extiende a más de medio siglo y debió darse antes de acuerdo de la visita del presidente estadounidense a la tierra de los Castro-, “en poco tiempo” aunque tal aseveró antes del golpe a Bruselas y la nueva sacudida universal.

Estados Unidos, con todo su poderío e intacta la tendencia a considerarse los policías del mundo porque desde Washington despacha, dicen, “el líder del mundo libre”, pierde en cada jugada del destino y ante las demostraciones del terrorismo que puede extenderse hacia donde quieran las células extraviadas del Islam, ofendidas por la ruptura, sin vuelta de hoja, que representan las mutuas agresiones desde y contra occidente.

No parece haber vuelta atrás en un torbellino que basa su ideología en la globalización cuyos hilos conductores han llevado al mundo a una mayor pobreza, misma que se ocupa en equilibrar –según los mandos de la ONU- el entreguista ex presidente mexicano, Ernesto Zedillo Ponce de León, el gran simulador.

Uno de nuestros peores políticos -solo falta que también aparezcan adoradores de este como sucede con los de los señores Calderón en vindicación tortuosa por las comparaciones oficiosas con el peñismo y expertos en manipulación de masas para favorecer a Margarita, la incendiaria-, quien empobreció a México con sus líneas neoliberales y la ausencia de inversiones públicas que desarrollaran algo de infraestructura, es el supuesto equilibrador. Los terroristas, productos extremos del hambre universal, sencillamente ni lo toman en cuenta.

Pero, eso sí, pese a los brutales bombardeos de Estados Unidos -Rusia optó por retirarse pero no esa exenta de sufrir golpes similares a los de recientes en París y Bruselas-, en el territorio de Medio Oriente no parecen dispuestos a aplacarse cuantos observan que la única manera de defenderse es la del terror y la sorpresa.

Mientras los atacan, ellos planean golpes contra inocentes en un mundo plagado de desigualdades extremas que, desde luego, significa mil opciones para cuantos, en pequeños grupos, están listos a actuar contra ejércitos mucho más poderosos e intervenciones sobre la nada, como con las cuevas de Bin Laden a quien descubrieron, diez años después de sembrar el pánico en Nueva York, en los lindes de Pakistán cuyo gobierno se lavó las manos incluso cuando podría haber protestado por la incursión clandestina de los norteamericanos aquella noche larga de Abbottabad el 2 de mayo de 2011; todavía no se cumple el primer lustro desde el ahora cuestionado suceso.

Nunca se vio al cuerpo del líder de Al Qaeda y hay testimonios múltiples de que, sin barba, deambula entre las barbas del Tío Sam; no lo creemos pero debemos asentarlo como una posibilidad ante el recrudecimiento del horror: Solo hay meses de diferencia entre lo ocurrido en el centro de París el 13 de noviembre de 2015, esto es apenas dieciséis semanas después de lo sucedido en Bruselas el pasado martes 22. ¿Qué viene ahora? ¿Una represalia directa contra la Unión Americana o un nuevo golpe a la Europa devastada por los estruendos frecuentes?

Precisamente en esta estrategia recae la fuerza de los miembros del Estado Islámico y de las demás células del terror -alguna en México, en donde comienzan a reaparecer las guerrillas como el IRIS en Michoacán y Guerrero-.

Golpear y esconder la mano aunque luego lluevan bombas sobre sus pueblos advertidos pero igualmente ultrajados: Son los inocentes, casi siempre, quienes se llevan la peor parte, en un mundo cada vez más sensible a las consecuencia del horror e insensible hacia las causas que generan la desigualdad social y la depauperación colectiva. Se sufre por París y Bruselas, jamás por los niños y mujeres acribillados en Medio Oriente durante décadas.

En esta permanente contradicción -similar a quienes exaltan a los animales por encima de los seres humanos en una irreversible deformación mental-, se basa el éxito de las industrias armamentistas, la conquista del petróleo y el uso de este para amancebar a los satélites estadounidenses, entre ellos México, por supuesto, la expansión del poder occidental.

¿Qué sucederá?, me sacudo al pensarlo, si llegase a obtener la Casa Blanca, a precios de rebaja, el “pato” Trump con su cauda de insolencias dirigidas, en primera instancia, a los mexicanos y después a quienes dependen para sobrevivir del vergonzoso padrinazgo de la Unión Americana.

Los analistas de la CIA pronostican que este mismo siglo, México y Estados Unidos enfrentarán una guerra desquiciante. Pero los cálculos señalaban 2080 como el punto de referencia; por desgracia, las constantes advertencias del republicano multimillonario parecen querer recortar los espacios y los tiempos.

Y, en medio, estamos los mexicanos sin remedio creyendo, además, que los acontecimientos universales recientes no nos atañen.

Por el momento, el mundo vuelve a estar envuelto en llamas. Hablamos de la tercera guerra cuando más de cinco naciones se involucraron en el conflicto contra el Estado islámico; y, en esta perspectiva, los yihadstas, islamistas y demás grupos extremistas, responden donde y cuando pueden y determinan.

No son ellos los rehenes: Es el mundo al que hemos llamado “civilizado” porque ha impuesto sus reglas a sangre y fuego. Cuba lo entendió luego de casi seis décadas de emboscadas; y será asimilada para solaz del capitalismo y preocupación de los limosneros mexicanos vestidos con cuellos blancos.

Ya lo veremos.

E-Mail: loretdemola.rafael@yahoo.com



Leído en http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/guerra-interminable-1459318910



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