miércoles, 16 de noviembre de 2011

El Piojo y El Peje en la república amorosa por Jairo Calixto A.


Cuando ya nos aburríamos de las elecciones empaletadas a la michoacana, en espera de que Fausto Vallejo haga la roqueseñal y baile al chúntaro style, Aureoles siga llorando como chuchista lo que como godoyista no supo defender, y doña Cocoa busque el apoyo de García Luna Productions, dos temas arrebataron cámara: que el América jugará con la idea de que El Piojo Herrera pudiera llegar a dirigir al equipo, cosa que rompe todos los esquemas de las Águilas como fuente guarra de cierto glamour, y que Ebrard le levantara la mano a AMLO como candidato único, sin parricidio de por medio.
El Piojo y El Peje, opacando al diputado tricolor Cuauhtémoc Gutiérrez, quien para ganarse al electorado, al que debe imaginar tan urgido como los invitados a las fiestas del Nini Verde, ofrece Viagra porque “Los hombres tienen derecho a ser felices, y ellas a que las hagan felices también”.
Que a uno de los directores técnicos con menos perfil glamoroso y más ñeroso lo inviten al club más papaloyes raro; pero más raro todavía que Marchelo Ebrard y El Peje López Obrador hayan dirimido sus diferencias con serenidad y paciencia, como exige Kalimán, es más raro todavía. Increíblemente se apegaron a los designios de los dioses enanos de la encuestas para decidir al candidato de todas las izquierdas, sin melodramas rancheros ni panchos infinitos. Cualquiera diría que estuvieron negociando con Bob Arum, José Sulaimán y Don King para una pelea de revancha en Las Vegas.
Contra todos los pronósticos, no hubo clásico zafarrancho perredista, ni el Noroñas salió a gritarle a nadie, Los Chuchos mantuvieron la cordura y todo transitó por un inusitado, aunque también sospechosista, rumbo de cordialidad.
El Peje ha librado la primera prueba, la de la civilidad. Ahora debe esforzarse por no ser su propio enemigo, que en su barco ya tiene suficientes Picalugas, pendejos con iniciativa y agoreros del desastre. Ya recorrió municipio por municipio, ahora es momento de refrescar el discurso, olvidarse de las chachalacas y, sobre todo, dejar de repetir el mantra de la mafia en el poder. Eso si quiere atraer a la clase media y media alta que lo abomina o desconfía de él. Y para ello requiere de iniciativas renovadas, provocadoras, audaces, lo cual no implica dejarse alburear por Catémoc Blanco, ligarse a Lucía Méndez, dejarse los dientes como Luis Miguel o pulir el copete.
Fundamental, desconcentrarse de lo que pudo haber sido y no fue. Sobre todo ahora que Cocoa Calderón está tan pejista.
La propuesta de una república amorosa es como la idea de un equipo América humilde. Ya lo dijo Mae West: “El amor lo resuelve todo, menos la pobreza y el dolor de muelas”.

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