Según los expertos, eso es lo que tendrá que hacer Enrique Peña Nieto de hoy al 1 de julio de 2012. El virtual candidato priista que encabeza todos los sondeos rumbo a la elección presidencial no podrá crecer ya más en las intenciones de voto que le dan las encuestas y, por el contrario, las leyes de la estadística y la probabilidad indican que comenzara a descender gradualmente una vez que comience la contienda formal y que sus adversarios se muevan en busca de arrebatarle simpatías del electorado.
“El secreto para Peña Nieto -dice un reconocido encuestador a esta columna- es cómo administrar su ventaja y lograr que su caída sea lo más lenta posible y que el ascenso de sus contendientes, que necesariamente se dará con las campañas, no sea suficiente para que amenace su condición de puntero. Lo que tiene que evitar es que se produzca lo que los encuestadores llamamos el cruce que es el momento en el que el primer lugar que baja es alcanzado por el segundo lugar que va en ascenso”.
El problema para Peña Nieto y para sus estrategas y operadores es que falta aún mucho tiempo para las votaciones y muchas cosas pueden pasar. Los tropiezos verbales de las
últimas semanas -entre sus pifias literarias y su desconocimiento del precio del principal alimento de los mexicanos- mostraron a un candidato priista vulnerable y no tan sólido como lo hacen ver las encuestas. Si se toma en cuenta que todos esos deslices y yerros ocurrieron en época de precampañas y tuvieron todo ese impacto mediático, es de esperarse que cualquier error del candidato puntero se magnifique aún más cuando estén en campañas.
De ahí que la estrategia de Peña Nieto tendrá que ser revisada y exagerada en los cuidados para no sobreexponer al mexiquense que ya mostró una de sus debilidades: la falta de agilidad para responder preguntas difíciles o inesperadas y la poca capacidad de reacción e improvisación en una situación de desconocimiento. Si a eso se suma la molestia con la que respondió en una de esas preguntas al aclarar que no era “la señora de la casa”, es claro que Peña tendrá en los debates, las entrevistas y los encuentros con polemistas avezados uno de sus mayores retos en esta contienda.
Tal vez con la experiencia de las últimas semanas los operadores y estrategas peñistas, esos mismos que no pudieron darle ni una tarjeta con los títulos de tres libros, opten por volver a una estrategia que ya probaron y que les funciono hasta antes del lanzamiento formal de la candidatura: el perfil bajo. Guardar a Peña y no exponerlo demasiado a los medios y a los debates con sus contrincantes es algo que le ha funcionado hasta ahora al mexiquense, que ya mostró que fuera de un guión preestablecido o una prensa cuidada es altamente vulnerable.
La pregunta es hasta cuándo podría funcionar una estrategia como esa, tomando en cuenta que las campañas arrancan formalmente en marzo y que a partir de febrero estará definido el candidato del PAN, con todo lo que eso significa en la inyección de recursos y promoción desde la maquinara gubernamental para el que resulte el candidato oficial de la administración calderonista. Una de dos: o al candidato priista lo avispan y lo enseñan a reaccionar, sin enojarse y sin perder el control en situaciones adversas, o una vez que empiecen las campañas y sus adversarios se le lancen con todo, será presa fácil para irle restando puntos en las encuestas.
Y si no administran la caída, la ventaja peñista que se ha mantenido por al menos dos años en las encuestas se podría pulverizar en cuestión de semanas una vez que empiecen las campañas y podría llegar el anunciado punto de cruce. La pregunta es quién puede ser ese segundo lugar que, eventualmente diera alcance al puntero, ¿Andrés Manuel López Obrador? ¿Josefina Vázquez Mota? ¿Ernesto Cordero?
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