lunes, 9 de enero de 2012

Fernández Menéndez- PRD-DF: ¿quién decide?



Cuando el próximo domingo se realice la encuesta para elegir al candidato a jefe de Gobierno capitalino por el PRD, PT y Movimiento Ciudadano, se verá hasta qué punto Andrés Manuel López Obrador respetará los acuerdos internos que le permitieron acceder por segunda ocasión a la candidatura presidencial.
Cuando en plena designación, Andrés Manuel declaró que sería Marcelo Ebrard quien decidiría la candidatura capitalina, indirectamente impidió precisamente eso: que el jefe de Gobierno pudiera colocar a alguien de su confianza en esa posición. La declaración prácticamente dejó fuera de la contienda a Mario Delgado, que hace unos días oficializó su retiro (una decisión inteligente y que demuestra que Delgado, a diferencia de otros políticos, sí sabe medir las encuestas y sus posibilidades reales: gobernando la ciudad, Mario podría haber sido, sin duda, de los mejores, pero para gobernar primero hay que ganar la elección y sabía que estaba muy lejos de alcanzar siquiera la candidatura: no acaba así su carrera política, la abre hacia otros rumbos; no quema naves, las conserva).

El hecho es que la decisión de Delgado dejó la puerta abierta para que Miguel Mancera se convirtiera en el precandidato de Ebrard, pero también de una amplia corriente que dentro y fuera del PRD simpatiza con el ahora ex procurador. No me cabe duda de que Mancera sería el mejor de los aspirantes que podría impulsar la izquierda para tratar de conservar el Gobierno de la ciudad, pero no le será sencillo quedarse con la candidatura. A muchos sectores de la izquierda y particularmente en el entorno del lopezobradorismo los pierde el sectarismo, que tratan de ocultar con la exigencia de años de militancia y esfuerzo que en muchas ocasiones ellos mismos o sus principales dirigentes no tuvieron o la tuvieron episódicamente. Resulta paradójico que en una corriente cuyos mayores líderes vienen todos del priismo (López Obrador, Cárdenas, Ebrard) se rechace a Mancera porque no está afiliado a un partido (sin comprender que ese margen de independencia en lugar de ser una déficit es un plus en la candidatura de Mancera), como lo hacen sectores del PRD (encabezados nada menos que por René Bejarano, que vaya que tiene un pasado cuestionable) o del PT, en su caso, también paradójicamente encabezados por Adolfo Orive, un hombre sin duda inteligente y capaz, que inició su carrera en la izquierda pero que luego, durante largos años, fue un activo integrante de los gobiernos de Carlos Salinas y Ernesto Zedillo.
Lo cierto es que para varios sectores de esa alianza, Mancera es el enemigo a vencer. La única que podría arrebatarle la candidatura es Alejandra Barrales. La líder de la Asamblea Legislativa, antigua dirigente del sindicato de sobrecargos, a lo largo de los años ha matizado sus posiciones originalmente muy cercanas a los grupos de Bejarano, Dolores Padierna y Martí Batres. A pesar de que se la supone mucho más cercana a López Obrador que a Ebrard, no ha tomado públicamente posición por ninguno de ellos y en los hechos ha trabajado con ambos y también con Lázaro Cárdenas cuando fue gobernador de Michoacán. Barrales, que es una buena candidata interna, apostará de alguna manera por la presencia de género (recordemos que la aspirante del PRI en la ciudad será Beatriz Paredes y que a nivel nacional existen amplias posibilidades de que Josefina Vázquez Mota termine siendo la candidata presidencial del PAN) y se muestra más confiable para los sectores duros que Mancera (y como contraparte con una candidatura menos atractiva para los sectores independientes).

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