jueves, 15 de marzo de 2012

LOS CANDIDATOS Y EL MAYOR COLVIN.

Jorge Volpi.
Hoy callan, obligados por las leyes. Tras semanas de intervenir en decenas de actos de precampaña, al fin callan. El problema es que, en medio del griterío, también callaban, y todo indica que lo seguirán haciendo hasta la elección. Su silencio sobre el problema central del país es lo más significativo de su conducta. Si uno se limitase a reproducir sus dichos, parecería que no han dejado de hablar, pero allí está lo terrible: palabras huecas que enmascaran su silencio. Porque, hasta ahora, ninguno se ha atrevido a tocar el fondo del conflicto: la legalización de las drogas. Temerosos ante la ira de las élites o la ojeriza de los gringos, los candidatos se atrincheran mientras miles de personas -inocentes o no- mueren ante sus ojos. Se rasgan las vestiduras afirmando que combatirán al crimen, que serán duros e implacables. Eso resulta fácil. Pero sus lances belicosos sólo ocultan la espinosa complejidad del un problema que ellos, torvos o pusilánimes, prefieren rehuir.

Ahora que callan, quizás valdría la pena que los candidatos se sentasen frente al televisor (recomendarles leer es mucho pedir). Tienen suerte: como ha señalado Robert McKee, hoy la mejor escritura se ha trasladado del cine a la televisión. Podrían comenzar, por ejemplo, con Boardwalk Empire, la serie auspiciada por Martin Scorsese en donde un soberbio Steve Buscemi encarna a Nucky Thompson, un político corrupto de Atlantic City durante los años de la Prohibición (1919-1933). Así observarían, en directo, las consecuencias de la decisión que criminalizó la venta y distribución de alcohol en Estados Unidos el 17 de enero de 1920. Las mismas razones esgrimidas hoy contra las drogas aparecen allí, en voz de la Liga de Mujeres Cristianas por la Sobriedad.

 Sobre todo, los candidatos se darían cuenta de cómo la prohibición no hizo desaparecer el alcohol -en una escena memorable, Nucky celebra una fiesta etílica la noche previa a la entrada en vigor de la Ley Volstead-, sino que lo convirtió en un mercado más rentable. Hoy ocurre lo mismo: pese a la guerra contra el narco, bastan tres llamadas, sea en Atlantic City o en México City, para conseguir cualquier droga. Cuando en 1933 al fin se eliminó la Prohibición, uno de sus defensores, el senador John D. Rockefeller, Jr., admitió su fracaso: con la prohibición, "el consumo se incrementó [...], el respeto a la ley decreció y el crimen se incrementó hasta niveles nunca vistos"

Provistos ya con esta perspectiva histórica, los candidatos podrían sumergirse en The Wire, escrita por David Simons y Ed Burns, acaso la mejor serie de televisión jamás realizada (con Los Soprano). Este ambicioso retrato de la vida en Baltimore quizás sea la más profunda puesta en escena de los problemas que el narcotráfico y el crimen suponen para nuestra sociedad contemporánea. Si los candidatos no tienen la paciencia o el coraje de ver la serie completa, les recomiendo la tercera temporada.

 Ante la cercanía de las elecciones, los políticos de la ciudad -Baltimore, no México- exigen a sus fuerzas policíacas una disminución en el número de asesinatos. Cuando la presión se vuelve intolerable, un viejo policía, el mayor Bunny Colvin, pone en marcha un experimento de tácita legalización de las drogas. En su distrito limpia los puestos de venta clandestina y reubica a los traficantes en una zona de tolerancia, a la que denomina Hamsterdam. Los resultados son pasmosos: por un lado, una disminución radical del número de homicidios y otros crímenes; por el otro, una zona donde los narcos negocian libremente, y adictos y prostitutas deambulan en condiciones lamentables.

Por fortuna, los escritores de The Wire no ofrecen soluciones moralistas, sino que indagan en el dilema humano representado por esta medida. ¿Qué es mejor, una ciudad donde la droga ilegalizada genera cientos de homicidios o una en la cual es legal, con la consecuente disminución de la violencia, pero a cambio de las condiciones infrahumanas de los adictos? Cuando el experimento de Colvin sale a la luz, sus jefes no tardan en desmantelarlo, sin que los políticos atisben su verdadero sentido.

 En cierto momento, Colvin lanza un sólido alegato contra la militarización del combate al narcotráfico: "Si uno dice que hay una guerra, muy pronto [los policías] empiezan a actuar como guerreros. Piensan que están en una cruzada y se imponen a fuerza de esposar gente y contar muertos. Pero en una guerra se necesita un maldito enemigo. Y de pronto casi todos en cada esquina son el maldito enemigo. Y después el barrio que uno debe vigilar se convierte en territorio ocupado. [...] Todo eso no sirve para proteger un barrio. Lo peor de esta guerra contra las drogas es, en mi opinión, que arruinó este trabajo."

Candidatos: en vez de contonearse por los estudios de televisión -y de apoyar a sus magnates-, sería mejor que pasasen unas horas frente a la mejor televisión. La Atlantic City de Boardwalk Empire o la Baltimore de The Wire no están tan lejos.

 twitter: @jvolpi

Leído en: http://www.elboomeran.com/blog/12/blog-de-jorge-volpi/

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