El 6 de julio del año pasado, MILENIO Televisión dio a conocer el video de la patiza que padecieron, antes de ser asesinados a marrazos, dos militares de la Secretaría de la Defensa Nacional.
Figuraban entre los “desaparecidos” de esa dependencia y, como se lee en el reportaje de Ignacio Alzaga publicado ayer en este diario, los restos mortales de otros 45 secuestrados ya fueron localizados.
El número de soldados presumiblemente levantados es ya de 196.
Aquellos victimados eran técnicos en áreas administrativas de la milicia en Veracruz y ninguno participaba en la primera línea contra la narcoviolencia.
En el video referido se oía una voz ordenando a los homicidas patear “primero” a los soldados. “¡Que sufran los hijos de su puta madre…!”, decía, segundos antes de que uno del tumulto linchador comenzara a utilizar el marro.
La semana pasada el candidato del PRI a la Presidencia, Enrique Peña Nieto, se comprometió en Veracruz a mantener, si gana, a la Marina en funciones policiacas.
Debe saber entonces que, además de los militares a quienes técnica, jurídicamente, se les considera “desaparecidos” (y que han sufrido o están en riesgo de sufrir el aterrador destino de los que se vieron en aquel video), las bajas letales de la Sedena en los cinco años recientes ascienden a 169, pero también que las muertes federales en el combate que se libra no se limitan a las del Ejército:
Hacia noviembre de 2011, la Marina Armada había perdido 19; la Procuraduría General de la República 120 y la Policía Federal 312.
Total de bajas federales: 816.
Y si los muertos de las policías estatales y municipales en enfrentamientos o ejecuciones superan los dos mil, el Estado mexicano, entonces, ha perdido a casi tres mil servidores públicos en esta lucha.
Mantener a los militares en “las calles” (como algunos llaman al empleo de las fuerzas armadas en la mal llamada “guerra de Calderón”), significa exponerlas a contingencias tan repudiables como la violación de los derechos humanos por parte de algunos de sus elementos: casi 250 de la Sedena, desde rasos hasta generales, purgan cárcel o se encuentran bajo proceso.
Sin embargo, al igual que Peña cuando menos en Veracruz, ninguno de los otros presidenciales ha tenido el atrevimiento de insinuar siquiera que los servicios del Ejército y la Marina sean prescindibles en tanto no haya policías confiables en las áreas donde se les requiere.
Aun a regañadientes (ilusos, para ganar votos creen que les conviene cacarear la vaguedad de que “la estrategia está equivocada”), los principales opositores del panato (el priista y Andrés Manuel López Obrador) coinciden con Felipe Calderón (sin admitirlo expresamente, por supuesto) en el empleo de militares donde no hay policías confiables.
Y si no, que pregunten a los votantes potenciales en Michoacán, Durango, Tamaulipas, Coahuila, Nuevo León, Chihuahua, Guerrero, Veracruz o Sinaloa si quieren a las tropas “de regreso en sus cuarteles…
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