Jaime Sánchez Susarrey |
¿Dónde se perdió el PAN?
Se perdió en el ejercicio del poder. Pese a que ni Fox ni Calderón tuvieron mayoría en el Congreso para operar reformas, había mucha tela de donde cortar. Menciono dos áreas estratégicas: la simplificación administrativa y el sistema de impartición y procuración de justicia. Pero los resultados no fueron siquiera magros.
Se perdió en las expectativas que generó y no satisfizo. Durante décadas se presentó como un partido de ciudadanos honrados y en más de una ocasión explicó los males y problemas de México por las corruptelas. Pero una vez en el poder afloraron casos de corrupción. El más emblemático fue el del alcalde Larrazabal, pero no fue el único.
Se perdió en el burocratismo y el chambismo. La selección de candidatos y la integración de nuevos miembros se realizaron con procedimientos cupulares. No importaba la popularidad de los candidatos, sino el peso de su corriente en el interior del partido. Se convirtió, en pocas palabras, en un partido clientelista y burocrático.
Se perdió en la guerra contra el crimen organizado. No hubo, al inicio, una evaluación del contexto ni de las consecuencias de las acciones tomadas. Y más grave que eso, fue la ausencia de autocrítica y el diseño de una estrategia alternativa. No para rendir la plaza, sino para obtener resultados y reducir los costos.
Se perdió en la mimetización con las prácticas del viejo régimen. La alianza con Elba Esther Gordillo fue paradigmática. Pero lo mismo se podría decir de Romero Deschamps. Nadie esperaba un partido de santos, porque no existen. Pero los costos de dichas alianzas fueron extremadamente altos, como la entrega de la subsecretaría de Educación Básica al SNTE.
Se perdió en la mediocridad. Dirigentes y cuadros que no tenían capacidad ni experiencia para asumir cargos de primer nivel.
Se perdió en las puertas falsas. La impartición y procuración de justicia fue una de sus más grandes fallas. Sobre todo para un partido que encarnaba la alternancia y el cambio. La lista es larga, va desde el michoacanazo, en 2009, hasta la detención del general Tomás Ángeles, pasando por el hankazo y las imputaciones a Moreira. Porque todo eso no puede interpretarse más que como la más rotunda ineficacia o la politización irresponsable de la procuración de justicia.
Se perdió en las pugnas y conflictos internos que llevaron a la expulsión de Manuel Espino y culminaron con el proceso que se le pretende abrir al ex presidente Vicente Fox.
Se perdió en la confusión y el oportunismo. En 2007, impulsó y avaló la contrarreforma electoral que atentó y atenta contra la libertad de expresión. Se trató entonces de un intercambio mezquino: principios y valores democráticos versus una "reforma" fiscal, que nunca pasó de miscelánea.
Se perdió en las inconsistencias y en la degradación de las palabras y los conceptos. El partido y el Presidente que llegaron a Los Pinos -con razón y con derecho- bregando contra el populismo y la demagogia, que exigía voto por voto y casilla por casilla, se vistieron con ese ropaje y adaptaron la misma consigna en varias elecciones locales.
Se perdió en alianzas con el único propósito de impedir la victoria de los priistas. El pacto con el PRD era una contradicción en los términos, y no porque el PAN sea de derecha, sino porque en 2006 AMLO y su corte -que incluía a "los chuchos"- hizo todo lo posible por impedir la toma de posesión de Felipe Calderón.
El elemento común de la contrarreforma electoral de 2007, de la adopción de la consigna voto por voto y casilla por casilla, y de la alianza con la izquierda, es un pragmatismo oportunista. Y subrayo el calificativo, porque el pragmatismo no puede ser condenado en sí mismo, pero hay de niveles a niveles. No es admisible intercambiar principios por lentejas.
Se perdió en la campaña electoral enfocando todas las baterías contra el "peligro que representaba Peña Nieto para la democracia". Los frutos de esa estrategia fueron dos: el repunte de López Obrador y la caída de Vázquez Mota al tercer sitio. Con el consecuente corolario: el actual conflicto poselectoral.
Sería injusto y absurdo afirmar que los panistas hicieron todo mal. La estabilidad económica es su principal logro. Y desde una perspectiva de largo plazo, nadie puede regatear su papel en la transición democrática y en la construcción del México moderno, con la aprobación de las grandes reformas: el TLC, la autonomía del Banco de México, las reformas de los artículos 3, 27 y 130, para no hablar del capítulo electoral.
Pero esos logros no fueron gratuitos. Se debieron a la visión y responsabilidad de Luis H. Álvarez, Diego Fernández de Cevallos y Carlos Castillo Peraza. En su momento los tres tuvieron que nadar contra la corriente y romper resistencias y prejuicios en su propio partido.
El PAN tiene hoy la oportunidad histórica de reencontrarse e impulsar desde la oposición las reformas que demanda el país. En democracia, bien dijo Calderón, no se gana ni se pierde para siempre. Y no sólo eso. El tiempo vuela. Tres años se pasan en un santiamén y seis en dos.
Por desgracia, no se ve en Acción Nacional claridad en el liderazgo ni en la dirección que adoptará. Gustavo Madero y el líder de los panistas en la Cámara de Diputados, Villarreal, hablan ya de impulsar una nueva reforma electoral en alianza con el PRD. Como si ésa fuera la verdadera prioridad y como si el aliado fuera confiable.
Todo indica que no han aprendido de estos años. Y ya se sabe que a los partidos no los mueven los consensos, sino los liderazgos responsables y con visión. Y ésos, por el momento, no han hecho su aparición.
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