Jorge Fernández M |
En los hechos hace ya casi 20 años que López Obrador está marcando el destino del perredismo, incluso en contra de las intenciones del propio partido. Hace unos días cuando se anunció la ruptura de López con el PRD y Jesús Ortega declaraba que esa separación permitiría acabar con la esquizofrenia en el partido, recordábamos que clínicamente, esa enfermedad no es curable, que sólo con tratamiento y medicación adecuada el paciente puede vivir una vida normal, asumiendo que la enfermedad no se ha ido y que si el tratamiento y la medicación se interrumpen, los peores síntomas de la misma regresarán. En política la situación no es diferente. El PRD podrá convertirse en un partido “normal” después de la partida de Andrés Manuel sólo si toma las medidas adecuadas, porque si sigue atrapado en el discurso de la falsa unidad, irremediablemente perderá espacios, sobre todo dentro del frente de izquierda que pretende construir y continuará siendo un objeto de las presiones y las trampas de su ex líder.
El desafío pasa por dos temas: dinero y liderazgo. El dinero que mantiene a López Obrador y al Morena proviene directa e indirectamente del PRD, de los gobiernos perredistas y en menor medida de las otras dos fuerzas políticas aliadas. Sin duda, el Movimiento Ciudadano y el PT terminarán de alguna forma abrevando en el Morena. Probablemente también un grupo relativamente importante de perredistas (se habla de que en el congreso unos 30 legisladores del PRD, podrían estar ya comprometidos con López). Pero el dinero proviene de fuentes gubernamentales: si Miguel Mancera corta ese suministro, y si hacen lo mismo los otros gobernadores de origen perredista, el oxígeno económico de Morena disminuirá en forma sustancial.
Pero también el PRD debe construir nuevos liderazgos para contrarrestar el de López Obrador. Ya Marcelo Ebrard ha levantado la mano (aunque especificó que no bsucará ser dirigente del partido) y en el camino se la ha levantado a Miguel Mancera, que llega al DF con mucho más respaldo del que se esperaba en el propio PRD. Manuel Camacho se ha apresurado a declarar que el único hombre que podría unificar nuevamente a la izquierda para el 2018 es el propio Ebrard. Y puede ser (Mancera también podría hacerlo) pero para entonces falta demasiado tiempo y es un poco absurdo caer en esos límites de futurismo: hoy hay que construir liderazgos no candidatos. Graco Ramírez puede ser, entre los más directamente allegados a Nueva Izquierda el que tenga mayor margen de popularidad de cara al futuro. Gabino Cué es un personaje que ha sabido concitar apoyos muy amplios, incluso trascendiendo a la izquierda. Y prácticamente nada más. Con una excepción, un personaje que mantiene un buen margen de popularidad y conocimiento, cuyo nombre y apellido son políticamente reverenciados por muchos, y que no ha sufrido estos años de desgaste: Lázaro Cárdenas Batel. El hijo de Cuauhtémoc y ex gobernador de Michoacán puede ser uno de eso liderazgos que le permitan al PRD escaparse de la sombra de López Obrador.
No veo más allá de esos personajes (Lázaro, Ebrard, Mancera, en menor medida Graco y Cué) políticos que puedan concitar adhesiones populares en el futuro PRD. Los Chuchos pueden ser unos magníficos administradores políticos; Bejarano se mueve y opera siempre en las sombras pero es un hombre, en su lógica, eficiente; otros como Amalia García son históricos de la izquierda, pero el hecho es que ninguno de ellos ni sus corrientes, tienen cuadros que puedan ser catalogados, incluso como prospectos de líderes populares.
Y si el dinero es fundamental para que el propio PRD no siga alimentando el movimiento de López Obrador, tanto o más importante es que ese partido encuentre nuevos liderazgos y se olvide, por lo menos públicamente, de los administradores del poder interno.
Uno de los grandes
Tuve la oportunidad de platicar muchas veces con Ernesto de la Peña en casa de uno de sus amigos, el ahora senador Javier Lozano. Me impresionó tanto su cultura como su capacidad para entender y hablar unos 30 idiomas, su agilidad mental para abordar cualquier tema pero sobre todo su sencillez. De la Peña no fue de los intelectuales más populares, nada más lejano de una estrella del pop espectáculo cultural que don Ernesto, pero qué pérdida tan profunda nos deja su partida. Hoy, no hay otro igual.
Leído en: http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/prd-el-dinero-y-el-lider
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