jueves, 13 de septiembre de 2012

Sergio Sarmiento - El embajador

Sergio Sarmiento 
Por buenas razones –por ejemplo, para deshacerse de gobernantes repugnantes-- o por malas --para defender sus intereses económicos o políticos-- el gobierno de Estados Unidos ha impulsado, realizado o condonado numerosos golpes de estado o invasiones de otros países. Pero una y otra vez la historia ha demostrado que es mucho más fácil quitar a un gobierno que llenar el hueco de poder que esto provoca. 

El gobierno estadounidense, junto con otras potencias extranjeras, apoyó decididamente la rebelión de 2011 en contra de Muamar Gadafi, quien durante 42 años había detentado el poder en Libia. Finalmente logró derrocarlo en 2011. Gadafi fue muerto el 20 de octubre de 2011 por un grupo de esos rebeldes respaldados por Washington. 




Nadie puede defender el régimen represor de Gadafi. Pero al igual que en Irak o Afganistán, sumidos en espirales de violencia desde que las tropas estadounidenses los “liberaron” de sus dictadores, es claro que quitar a un gobernante fuerte suele dejar un vacío de poder que ni siquiera la mayor potencia del mundo puede llenar con facilidad. 

El nuevo gobierno revolucionario libio no estuvo detrás del ataque realizado en Bengasi este 11 de septiembre –aniversario de los atentados del 2001 en Nueva York y Washington— que cobró la vida del embajador Christopher Stevens y otros tres diplomáticos. Pero este ataque nunca habría podido llevarse a caboen los tiempos en que Gadafi mantenía un estricto control sobre el país. 

La ausencia de Gadafi ha permitido el fortalecimiento de los grupos islamistas radicales. Ésta parece ser una constante en los países musulmanes cuando se elimina a los dictadores laicos. Algunos de los nuevos gobernantes son moderados, como el presidente Mohamed Morsi de Egipto, pero representan una recuperación de la vieja tradición de que en el Islam el gobierno y la religión no pueden estar separados. 

IraK y Afganistán son los dos experimentos que Washington ha buscado presentar como éxitos en la construcción de democracias en los países árabes una vez que han sido eliminados sus regímenes autoritarios anteriores. Pero en ambos casos es evidente que sin el apoyo militar estadounidense los nuevos gobiernos estarían condenados al fracaso y serían desplazados por integristas. Los estadounidenses no entienden por qué se les ve como villanos cuando ellos han derrocado a gobernantes autoritarios, pero no hay duda de que la imagen de Estados Unidos está empeorando en el cercano oriente. 

La muerte de los diplomáticos estadounidenses en Bengasi podría ser una simple anécdota en el camino para construir una democracia en Libia. Sin embargo, está presente como nunca la amenaza de que se presenten nuevos hechos de violencia y que éstos afecten a representantes de un gobierno, el de Washington, que ha buscado presentarse como liberador pero es percibido como abusivo por buena parte de la población árabe. 

El ataque de Bengasi se registra en un momento en que Estados Unidos y otros países están buscando derrocar al gobierno de Bashir al-Asad en Siria. Una vez más, este régimen autoritario no estaría en riesgo de caer de no ser por el apoyo que las potencias les están dando a los rebeldes. Pero quizá el caso de Bengasi haga reflexionar ahora al gobierno de los Estados Unidos. Si bien es muy fácil para la mayor potencia militar y económica del mundo derrocar a un gobierno autoritario, el problema real surge en el momento en que trata de colocar en su lugar a un nuevo régimen que realmente pueda mantener el control del país. 

FORO LATINO

Los organizadores de los cuatro debates presidenciales en EUA decidieron no incluir como moderador a ningún periodista latino. En consecuencia, Univisión y su conductor Jorge Ramos están organizando dos foros consecutivos con Barack Obama y Mitt Romney en la Universidad de Miami en los que se hablará en inglés y español. 
Twitter: @sergiosarmient4

Leído en: http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/el-embajador

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