Jesús Zambrano |
Los resultados de las elecciones del 1 de julio, la confianza de millones de ciudadanos depositada en nuestros candidatos y propuestas, la esperanza renovada de los jóvenes que inundaron calles, plazas, redes sociales y la necesidad apremiante de construir una alternativa para la nación, nos obligan a realizar esfuerzos extraordinarios para no tirar por la borda nuestro capital político, un patrimonio que es de la sociedad, no de un partido o de un candidato y, desde luego, para insistir en los esfuerzos unitarios.
Después de las elecciones de 1988 y del fraude del que fue objeto nuestro entonces candidato presidencial, Cuauhtémoc Cárdenas, la apuesta de la izquierda fue por la democracia. En aquellos años fue una apuesta radical y extremadamente audaz.
Para los que venían del PRI e impulsaron el Frente Democrático Nacional (FDN) y, entre todos, el PRD, ello significó romper con el presidencialismo. Para los que provenían de los movimientos sociales fue darle organicidad a su trabajo político. Para los que formaban parte de los partidos de izquierda existentes fue salir de la marginalidad y concebirse como dirigentes nacionales.
Para un grupo de compañeros que habíamos transitado por el sendero de la clandestinidad, que conocimos la cara más violenta del régimen y que avanzamos en la rectificación, la apuesta por la democracia fue total y sin reservas. El PRD surgió de una gran confluencia de visiones y experiencias que le permitieron soportar el hostigamiento del gobierno de Carlos Salinas; que le posibilitaron impulsar la transición pactada a la democracia, durante el sexenio de Ernesto Zedillo; lo que permitió el triunfo del PAN en las elecciones del 2000. Parte del triunfo de la derecha le correspondía por derecho a la izquierda y a su incansable --terca, dirían algunos-- lucha por el respeto al voto.
En las elecciones del 2006 y 2012, las violaciones a las normas electorales y los golpes a la democracia provinieron de nuestros adversarios. Nuestra respuesta fue la defensa de los derechos políticos y de la gente por medio de la movilización social y pacífica, dentro de la legalidad.
El pasado domingo, Andrés Manuel López Obrador, nuestro candidato presidencial en 2006 y 2012, decidió separarse del PRD y avanzar en la construcción de un nuevo partido político. Respetamos su decisión. Estamos seguros de que Morena, sea partido político o continúe como asociación civil, y el PRD pueden tener un futuro de unidad en la defensa de nuestra soberanía y en la lucha por los derechos e ideales del pueblo de México.
Para el PRD es un momento crucial. Nuestro partido debe iniciar un profundo proceso de reflexión y reforma que le permita consolidarse como una alternativa viable para la mayoría de la sociedad. Es tiempo de colocar en el centro de nuestros esfuerzos la construcción de acuerdos en favor de México y de la gente, con una agenda que contemple, por lo menos, el crecimiento económico, la creación de empleos, oportunidades para los jóvenes, mayores recursos para la educación, democratización de los medios de comunicación, transparencia, rendición de cuentas y lucha contra la corrupción. Debemos ser un partido abierto a la sociedad, transparente, accesible para los ciudadanos y útil a la sociedad.
En el PRD nos hemos fijado el reto de impulsar un viraje responsable, que permita instaurar una nueva era de convivencia, basada en la reconciliación nacional y la transformación con estabilidad.
Desde ahora iniciamos los trabajos para ganar la mayoría en las elecciones locales de 2013 y federales de 2015 y 2018. La apuesta de fondo continúa siendo por un cambio de rumbo en la economía, en la política, en el modelo social y por la democracia y el voto libre y consciente de los ciudadanos.
Los hombres pasan, las instituciones necesarias y las causas justas permanecen. A ellas pertenece el PRD.
Leído en: http://www.eldiariodecoahuila.com.mx/notas/2012/9/13/izquierdas-prd.-presente-futuro-315879.asp
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