Julio Hernández López |
Las esperanzas de cambio y buen gobierno naufragaron en Oaxaca, con un Gabino Cué rebasado por las circunstancias, incapaz de imponer rumbo y orden a la politiquería desatada a su alrededor, cómplice así sea por omisión de las pillerías y represión de su antecesor ahora tan impune y campante, Ulises Ruiz.
En Sinaloa solamente hubo cambio de administración del gran negocio nativo, con un Mario López Valdez, conocido como Malova, extraviado entre los densos intereses de la delincuencia organizada, restaurador de violencia entre grupos antagónicos que sienten traicionados algunos pactos secretos, inactivo también respecto a su intocado antecesor en la gerencia local, Jesús Aguilar Padilla. Rafael Moreno Valle, en Puebla, acabó mostrando su verdadera tesitura gordillista, entregado a los negocios y los intereses de las élites de su entidad, indispuesto también a revisar y castigar los excesos y la corrupción de quien le antecedió en el cargo, Mario Marín, llamado el góber precioso, y de su familia y su equipo político cercano. En Guerrero, aunque no hubo alianza formal, sino el allanamiento de facto del PAN para el triunfo del PRD, Ángel Aguirre Rivero ha sido congruente a plenitud con su dinosaurismo priísta original, permitiendo represiones estudiantiles, protegiendo cacicazgos regionales y mostrando un acelerado camaleonismo que ahora le permite hablar de la “izquierda” como si fuera su ámbito natural, prócer de la democracia y la lucha popular mediante boletines de prensa pagados.
Nada aportaron tales alianzas que no fuera la sabida simulación del rejuego de siglas y el reciclamiento de viejas mañas. Ningún interés popular genuino fue beneficiado por esas transacciones electoreras. Ningún pez gordo de la corrupción cayó en la sartén presuntamente renovada en términos justicieros y éticos. Pero Calderón, Camacho, Ebrard y los Chuchos aprovecharon el simple cambio de etiquetas en los productos ganadores de las subastas estatales para brincar jubilosos proclamando cambios profundos gracias a sus estrategias visionarias.
A ese mismo formato de extremo gatopardismo pretende Jesús Zambrano uncir al PRD ya sin Andrés Manuel López Obrador (tabasqueño que fue complaciente con esas alianzas en Oaxaca pero implacable en el Estado de México, donde la obstruyó, para beneplácito de Peña Nieto y Eruviel Ávila). Aún extenuado del intenso acompañamiento que dio al dos veces candidato presidencial de la izquierda en sus giras de proselitismo (aunque sintomáticamente faltó al mitin del domingo en el que se anunció el retiro táctico de AMLO), junto al cual prometió luchar de manera épica, Zambrano apareció ayer preguntando a dirigentes perredistas de estados donde habrá elecciones el año entrante si están dispuestos a aliarse con el PAN.
Zambrano ejerce con pulcritud las artes de tianguismo partidista que a buena parte de Los Chuchos heredó su guía, Rafael Aguilar Talamantes, quien negociaba cuanto le era posible a cuenta y cuanto de combatir, mediante esas estrambóticas y redituables alianzas con el cliente en turno, a hipotéticos adversarios malvados y muy peligrosos ante los cuales no quedaba sino hacer equipo con otros adversarios que en esos momentos no eran tan malvados ni tan peligrosos (aunque luego podrían llegar a serlo, ante lo cual ese pragmatismo de izquierda mercantil podría unirse a los anteriormente combatidos, y así hasta el infinito).
Ahora, Zambrano propone aliarse al PAN para combatir al PRI. Es decir, juntarse con Calderón y su pandilla, acusados por propios panistas de haber negociado con el tricolor la entrega de 2012 a Peña Nieto, para enfrentar a los nuevos ocupantes de Los Pinos. Claro que la propuesta mercantil puede cambiar, encarecida, si en el curso de las negociaciones el priísmo ofrece más y entonces la mira “izquierdista” encuentra que las alianzas deben enfocarse a luchar contra la malvada y muy peligrosa derecha. Servicio al gusto del cliente.
Peña Nieto, mientras tanto, se reunía ayer con la directiva nacional del PAN y los gobernadores emanados de ese partido. Aún cuando sigue el jaloneo nada subterráneo ante las pretensiones calderonistas de maximato de blanco y azul, lo esencial subsiste: hay un pacto entre el que se va y el que se llega, para empujar reformas de élite, defender intereses comunes y garantizarse impunidad. Por lo pronto, el mexiquense ha prometido diálogo, entendimiento y colaboración institucional a la cúpula panista actual.
En el plano internacional las cosas no fluyen con tanta tersura para el licenciado Peña. Su primer asomo diplomático estará marcado por el desaseo y la ignorancia. Resulta que a los operadores internacionales del mexiquense se les ocurrió convocar a los presidentes centroamericanos para una especie de reunión a destajo, aprovechando una visita a Guatemala, donde los demás deberían congregarse a escuchar al mexicano sin que éste se molestara en ir específicamente a los demás países. Solo estarán tres, además del anfitrión (Panamá, Costa Rica y Honduras), pues los de Nicaragua y El Salvador no asistirán. Mauricio Funes, el de este último país (quien tiene diferencias conocidas con el de Guatemala) adujo problemas de agenda y sugirió que ese tipo de reuniones se convoquen a través del institucional Sistema de la Integración Centroamericana y no mediante arreglos entre un mexicano y un guatemalteco.
Dicho sistema es presidido actualmente por Daniel Ortega, quien dijo que no fue informado de esta reunión tan peculiar de la “nueva” diplomacia mexicana que tan mal se estrena.
Y, mientras Juan Sabines pide ni más ni menos que cinco mil millones de pesos para cerrar su sexenio de Hidalgo (aunque éste se desarrolla en Chiapas), ¡hasta mañana, con Javier Sicilia anunciando un merecido retiro de los reflectores, durante unos meses, para meditar y reformularse! (fin)
Leído en: http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/aliancismo-gatopardista
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