martes, 18 de septiembre de 2012

Leo Zuckermann - ¿Vale la pena aprobar una reforma laboral incompleta?

Leo Zuckermann

La reforma laboral que propone el presidente Calderón puede dividirse en dos: una parte económica relacionada con la contratación y despido de los trabajadores, y otra política vinculada con el derecho a huelga, la elección de las dirigencias sindicales y el manejo de las cuotas de los agremiados.
La primera pretende flexibilizar el mercado laboral para tener una mayor competitividad económica. La segunda tiene el objetivo de desmantelar instituciones que vienen del autoritarismo corporativista del siglo pasado para transitar a un régimen democrático más acorde al México de este siglo.
Afortunadamente hay muchas coincidencias entre el PAN y PRI en la parte económica si comparamos la iniciativa preferente enviada por Calderón al Congreso y la última propuesta que presentó el partido tricolor en la Cámara de Diputados en marzo de 2010.




En modalidades de contratación, por ejemplo, ambas iniciativas están de acuerdo con un período de prueba de treinta días, con contratos de capacitación inicial y para el trabajo de temporada. También hay coincidencias en el llamado outsourcing o subcontratación: los patrones podrán contratar trabajadores a través de un tercero intermediario.
Tanto la iniciativa de reforma del PRI como la preferente de Calderón proponen un año como tiempo límite de salarios caídos para trabajadores despedidos. Esto con el fin de evitar juicios eternos que pueden hacer quebrar a una empresa ya que hoy, después de muchos años de litigio, tienen que pagar cantidades exorbitantes de salarios caídos.
En materia de huelgas, comienzan las diferencias. El PRI sólo propone regular las votaciones de los trabajadores y los recuentos para un emplazamiento de paro. La iniciativa de Calderón, en cambio, regula con más profundidad este derecho laboral. Se niega, por ejemplo, una huelga si existe en trámite otra solicitud de paro o si no se señalan con precisión las violaciones que el patrón hizo al contrato colectivo y la forma de repararlas. Además, se permite el arbitraje por parte de terceros interesados para huelgas de más de 60 días en servicios públicos o 120 días en otros casos.
Donde hay más diferencias es en la parte de la vida sindical. En la propuesta del PRI no existen mecanismos nuevos para la rendición de cuentas ni para la transparencia en los sindicatos. En la de Calderón, en cambio, se propone que los resultados administrativos e ingresos por cuotas sindicales sean del conocimiento de los agremiados. Además, se obliga que los sindicatos con mayor número de agremiados sean fiscalizados por auditores externos. Si el sindicato no cumple con estas disposiciones, los trabajadores podrán tramitar el no pago de sus cuotas.
En cuanto a la democracia, Calderón propone el voto libre, directo y secreto en la elección de las directivas sindicales, mientras que el PRI sólo habla de fortalecer la autonomía sindical.
En suma, en la parte más económica de la reforma laboral, relacionada con la contratación y despido de trabajadores, hay coincidencias entre PRI y PAN. Donde están las diferencias son en la regulación de las huelgas, democracia sindical, transparencia del manejo de las cuotas y rendición de cuentas, es decir, en la parte más política de la reforma.
No creo que el PRI vaya a ceder en esta parte por una razón muy sencilla: las dirigencias de los sindicatos afiliados o cercanos al tricolor se oponen férreamente a la democratización, transparencia y rendición de cuentas. La pregunta, entonces, es si el PAN aceptará pasar una reforma que sólo contemple la flexibilización del mercado laboral sin tocar la parte política de los sindicatos.
Si los panistas aceptan, se lograría algo que no puede menospreciarse: una mayor competitividad que podría darle un jalón al crecimiento económico y la generación de empleos. Si, en cambio, los panistas se montan en su macho, pues la reforma laboral volverá a congelarse, lo cual beneficiaría a aquellos a los que les ha favorecido el estatus-quo, es decir, las dirigencias sindicales que no quieren cambiar ni una sola coma de la anacrónica Ley Federal del Trabajo.
Por eso creo que, aunque lo ideal sería aprobar la reforma laboral de Calderón, tampoco sería despreciable pasar una incompleta que sólo contemplara la parte económica. Lo peor, desde luego, sería que no pasara nada.
 
Twitter: @leozuckermann


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