martes, 18 de septiembre de 2012

Rafael Loret de Mola - El "Bisoño" Peña

Rafael Loret de Mola
*El "Bisoño" Peña
*Pugna inevitable
*Nada de "Amigos"

Enrique Peña Nieto, cuando se confesó conmigo –“2012: La Sucesión”, 2010-, admitió que su carrera política había sido un relámpago situación que le asemeja a su antecesor Vicente Fox, casi un meteoro tan destructivo como el aerolito que cayó en Chicxulub, Yucatán, esto es impredecible en su tiempo y devastador al final de cuentas aunque el de origen irlandés no acabara con los dinosaurios tal y como prometió antes de ser dominado por las “muchas faldas”. El caso de Peña es apenas distinto y acaso es consecuencia de la prisa de quienes le impulsaron por dotar al cavernícola PRI de sangre joven y, además, con buena presencia, condición que es hoy de enorme importancia para las relaciones humanas: mientras menos nos parezcamos al estereotipo del mexicano, mejor... según el nuevo estatus sociopolítico. ¡Pobre de este país tan rebosante de traumas históricos! 




La carrera de Peña inició, primero, como asesor jurídico y asistente en una notaría del Distrito Federal, la número 96 a cargo del abogado Fausto Rico Álvarez. Pero después comenzó a especializarse en cuestiones de administración desde segundos planos hasta que fue nominado para una diputación local en el Congreso mexiquense en 2003... y de allí al estrellato. Fue gobernador tras ganar la candidatura priísta, con sorpresa de muchos, venciendo a grupos tan poderosos como el de Carlos Hank Rhon, heredero natural del grupo Atlacomulco, ciudad natal de Peña. Tiene 46 años, aunque aparente menos, y una larga historia de seductor en campaña. Ni siquiera sus años como burócrata de medio pelo, en renglones financieros, parece suficiente para ganar la experiencia necesaria para gobernar a una nación compleja como México y, sobre todo, tan plural y contrastante. Entenderla como un todo resulta de un ejercicio cultural profundo que, desde luego, el personaje no parece tener posibilidades de llevar a cabo. 

Pese a lo anterior, Peña remonta sus escasas luces con dos principios evidentes: rodearse de elementos que dicen saber más y desarrollar la capacidad de escuchar a sus contertulios sin que él se vea comprometido a expresar sus puntos de vista reales, una estrategia que, por cierto, fue una de las principales del modus operandis de Carlos Salinas de Gortari. Recuerdo, en 1986, un encuentro con Salinas, en sus oficinas de la cale Arturo en la ciudad de México y cuando fungía como secretario de Programación y Presupuesto –la afinidad en el terreno económico es indiscutible-, como heredero del neoliberalismo de cuyas fauces no nos hemos separado. Ahora, Salinas se siente con derecho a ser una especie de oráculo, de enorme influencia, cerca del mandatario electo. 

Al respecto, no debemos enfadarnos antes de tiempo. ¿Por qué lo digo? Precisamente por cuanto me comentó al respecto, cuando ya veía cerca la precampaña y sus oficinas “olían” a presidente, tal y como narré en su oportunidad, con relación a las mafias asidas al viejo PRI. Explicó, entonces, que era el momento de sumar... y que, a su tiempo, ya veríamos cuál era su talla ante quienes pretendieran presionarlo. Desde luego, habló bien de los ex presidentes y subrayó que con todos se veía con alguna frecuencia, “incluyendo a Vicente Fox” reiteró, si bien con Ernesto Zedillo había tenido “poco contacto” por cuanto éste no vivía en México. Con ello dejó la interrogante pendiente pero con una clara inducción de por medio. 

Igualmente, en la memoria tengo grabada una sentencia del ya nonagenario Luis Echeverría Álvarez cuando fue designado Luis Donaldo Colosio candidato presidencial del PRI aun cuando pocos conocían y conocieron sus veraderos alcances: 

--En México –aseguró el ex presidente- la verdadera dimensión de los hombres públicos la da el ejercicio pleno del poder. Así ha sido con todos los que hemos pasado por Los Pinos. 

Se incluía él, naturalmente, un burócrata callado y servicial –por no decir servil-, más aún bajo el mando de su jefe Díaz Ordaz, que terminó convirtiéndose en el más locuaz de los mandatarios hasta el arribo de Fox a la Primera Magistratura. También el propio Echeverría desarrollaba la teoría de otro peculiar jerarca del priísmo, el extinto Alfonso Martínez Domínguez, quien insistía en la necesidad de contar con una antesala repleta de ociosos –no sé si mercenarios de las butacas-, como muestra de un poder de facto... que le servía como tarjeta de débito para presionar, con cuidado institucional claro, a sus sucesores en el gobierno de Nuevo León y en la órbita nacional. 

Don Luis tenía siempre su residencia de San Jerónimo rebosante... de vendedores de antigüedades y agentes inmobiliarios que le ofrecían las gangas de Cancún y otros desarrollos turísticos magnos para que pudiera invertir sin exhibirse gran cosa. Y había que esperar una media hora sobre una cómoda poltrona hasta observar cómo despachaba a los comerciantes; luego hablaba de política sin cesar... con este columnista y con cuantos, curiosos, se le acercaban dispuestos a gozar de la buena mesa más que de las charlas mecánicas. Y así fue hasta que las acusaciones por genocidio y la muerte de su esposa, doña María Esther Zuno –una gran dama, sin duda-, le sumieron en una profunda depresión. Entendió, entonces, que el estatus derivado del poder reflejo había terminado. 

Tales antecedentes separan a Peña por varios años. Durante el echeverriato, el joven Enrique apenas tenía entre cuatro y diez años, una edad en donde acaso jugaba a ser presidente cuando todavía tal figura no había sido desp0lazada por los capitalistas multimillonarios, digamos Carlos Slim Helú, o por los narcos intocables, al estilo de Joaquín Guzmán “El Chapo”. Por cierto, la aprehensión de éste, tantas veces anunciada, es una laguna que bien podría denominarse “Calderón” o, si se quiere, “Genaro García Luna” en obsequio de sus grandes protectores y al estilo de descubridores, conquistadores y astrónomos que ponen sus nombres a las estrellas y estelas desconocidas. 

La desventaja respecto a quienes pretenden organizar, dentro de una izquierda por ahora confundida gracias a los vaivenes mentales de López Obrador, la corriente “socialdemócrata”, dentro o fuera del PRD según sea el caso, es, precisamente, la cultura que, si se tratase de una guerra durante la época medieval, sería algo así como una catapulta para acceder, con bolas incendiarias, a la fortaleza del poder. Cuidado con ello, señor Peña porque, a la vista, no cuenta el PRI, por ahora, con alguna figura con capacidad para contrarrestar a los capitanes intelectuales de una izquierda que se resiste a morir y puede, en cualquier momento, resurgir aunque, una vez más, pretendan darla por muerta cuantos desconocen la historia ya la geopolítica del país; es decir, la mayor parte de la nueva clase política formada con los viejos moldes del priísmo... pero sin conocer a fondo sus secretos. 

Debate 

La pugna entre quienes dependen de sus últimos asideros y aquellos que, en serio, buscan combatir la corrupción desde distintos frentes –incluyendo, aunque seamos escépticos, al PRI y sus emisarios actuales-, parece inevitable y cercana. Digamos que los frentes están perfectamente delineados como hemos insistido: por una parte, los coordinadores de las bancadas del PRI en el Congreso, formados en el viejo modelo autocrático aunque ahora le jueguen la contra al futuro presidente; y, por la otra, los colaboradores de Peña quienes ya se tragaron, en principio, la incorporación de un militar extranjero, el colombiano Óscar Naranjo –quien desarticuló al cártel de Pablo Escobar Gavilla y su inspiradora, Griselda Blanco, por cierto asesinada hace unos días en una carnicería de Medellín-, y están dispuestos a seguir los andares de Peña, sobre todo cuando les leyó la cartilla y les dijo que nadie estaba seguro en su puesto; con alegato así, cualquiera da un paso fuera del corral. 

¿Qué busca, por tanto, Peña? Sobre todo, por el momento, credibilidad. Quiérase o no, se sabe manchado por las acusaciones de la izquierda más radical aun con el calculado repliegue de López Obrador que puede hacer las veces de un tsunami luego d que baja la marea para luego propiciar olas gigantescas y devastadoras. Y conociendo como afianzó su mandato el señor Salinas, con aquel “bazukazo” espectacular contra el líder petrolero Joaquín Hernández Galicia “La Quina”, en enero de 1989, señaló con claridad quién mandaba y a qué debían atenerse cuantos jugaban a los “pulsos” sin medir consecuencias. Como decir, primero la “presidencia fuerte” –por la cual clamaba, en sus días de secretario de Gobernación, el infecto Manuel Bartlett, ahora coordinador del Partido del Trabajo sin dejar de ser priísta-, y después el gobierno “legal”, basado en la conciencia democrática... interpretativa. Esto es, con banderas sociales cercanas al paternalismo con el fin de atemperar el calor de las hogueras encendidas; la pobreza como la más caliente de ellas. 

A los entrometidos de larga cola, digamos los ex presidentes, es más o menos sencillo ponerlos a raya. Recuérdese aquella lejana embajada, en Canberra, a donde fue enviado Echeverría por su “amigo” López Portillo en cuanto deslizó la idea de que quienes habían ejercido la Primera Magistratura debían ser senadores perennes. Lo difícil, en todo caso, es enfrentar y convencer a quienes están seguros, segurísimos, de que México sólo cambiará y se salvará si llega un redentor con cara de tabasqueño. Esto es, “que reviva México”. ¿Una simple ilusión o una amenaza al acecho? 

La Anécdota 

Cuando fui nombrado director del heroico “Diario de Irapuato”, que modificó para siempre el periodismo en Guanajuato, el veterano director del Diario de Yucatán, Don Abel Menéndez Romero, me dijo: 

--Recuerda que los periodistas, si queremos serlo de verdad, no podemos tener amigos; porque cada uno de ellos tiene intereses que acaso nosotros no podemos ni debemos defender. 

Luego vino una larga reflexión para entender la sentencia. Ahora me entero de una frase similar de Peña Nieto con dedicatoria, claro: 

--El presidente no debe tener amigos –dijo, casi parafraseando a Don Abel aunque jamás lo conociera-. 

Sólo hay un “pero”: la condición humana y la resistencia a ser ermitaños que deriva de ella. Pero, cuando menos, debemos cuidar y escoger a quienes nos rodean para no caernos hacia el precipicio de los intereses inconfesables. 

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E-Mail: loretdemola.rafael@yahoo.com.mx 

CLARO QUE HAY AMIGOS DE DISTINTOS NIVELES. QUIENES NOS USAN Y AQUELLOS QUE SE LA JUEGAN CON NOSOTROS. ESTE COLUMNISTA CONFIESA TENER MUY POCOS –YA LO DIJO UNA VEZ MI COLEGA SÓCRATES CAMPOS LEMUS-, PERO SUFICIENTES PARA NO SENTIRME SOLO EN ESTA TIERRA EN DONDE CUENTAN MÁS EL DINERO Y EL PODER QUE EL PRESTIGIO Y LA ÉTICA PROFESIONAL... NO SIN PECADOS, NATURALMENTE. 

Leído en: http://www.vanguardia.com.mx/*elbisonopena*pugnainevitable*nadadeamigos-1372134-columna.html

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