jueves, 11 de octubre de 2012

Guadalupe Loaeza - Leticia Bonifaz

Guadalupe Loaeza
“Cuando sea grande quiero ser como Leticia Bonifaz... a pesar de que ella es mucho más joven que yo”, me he dicho cada vez que la he visto hablar, actuar, polemizar, pero sobre todo defender los derechos de la mujer. “Lety”, como todo el mundo la llama es doctora en derecho por la UNAM. Además de abogada, es maestra en derecho en la División de Estudios de Posgrado de Derecho de la UNAM. A pesar de estar tan, pero tan ocupada como consejera Jurídica y de Servicios Legales del Distrito Federal, nunca ha faltado a su clase. Así es esta profesora de comprometida, pero no nada más con sus alumnos (muchas alumnas afirman: “cuando yo sea abogada quiero ser como Leticia Bonifaz), sino respecto a la ciudad. Para ella lo más importante, en estos seis años como consejera, ha sido: “cambiar la realidad a partir de derecho”.




Tal vez muchas y muchos defeños no sepan cabalmente todo lo que le debemos a Leticia, una mujer de una sencillez apabullante, quien al sonreír parece una adolescente, más bien una rebelde con causa. Sí, a Leticia le debemos una barbaridad de cosas, desde la simplificación del Reglamento de Tránsito Metropolitano, en tan sólo 52 artículos, hasta el Divorcio incausado con protección a los menores. Es decir, una se puede divorciar, siempre garantizando la protección de los menores, muy rápido y sin tanta burocracia, por la razón que sea para cualquiera de los dos cónyuges: o porque “ya me cansé”, porque “ya me aburrí”, o porque simplemente la relación “ya se acabó”. Pero también están las otras leyes conquistadas gracias a la voluntad política del jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard, pero sobre todo debido a que Leticia ha estado detrás de ellas, con una perseverancia y convicción admirables. Allí están la Ley de Prevención y combate a la discriminación; la de Acceso de las mujeres a una vida libre de violencia; la de Interrupción legal del embarazo; la del Matrimonio entre personas del mismo sexo; y la de Voluntad anticipada. ¿En qué consiste esta ley con un nombre tan enigmático?, en evitar que sean los familiares los que tengan que decidir si una se “desconecta”, como se dice coloquialmente, o si se continúan con los tratamientos y medicamentos. Es decir, si yo, voluntariamente y si estoy en pleno uso de mis facultades, decido ya no seguir sufriendo, sino “desconectarme”, esta responsabilidad recaería exclusivamente en mi persona y no en mis familiares. Una ley que se aplica en muchos de los países del primer mundo. Por ello, aseguro que Leticia vino a romper muchos mitos, muchos prejuicios y muchos tabúes.

Me consta, porque la he visto trabajar y luchar, que Leticia siempre le ha apostado todo a la tecnología. Allí está, para la atención del público, el Registro Civil con un software libre y moderno. Conozco algunos archivos ya digitalizados que van desde la isla de Egertón, hasta las primeras actas de nacimiento y de defunción que se documentaron, con las Leyes de Reforma, ya como Registro Civil. Leticia también vio muy de cerca la Ley para la Promoción de la Convivencia Libre de Violencia en el Entorno Escolar, es decir, el bullying, que tanto daño le puede causar a un niño que teme denunciar a sus “golpeadores”, por temor a que lo sigan maltratando. También habría que agradecerle a Lety la protección a los no fumadores.

En el 2008, se decretó la Ley de Extinción de Dominio, que significa la pérdida de los bienes que sean instrumento o utilizados para la comisión de delitos. Un ejemplo, el caso de la niña Diana Fernanda, quien fuera robaba en el Hospital Central de Oriente, hoy transformado en el Clínica de la Mujer. Muchas veces le he oído decir a Leticia que este caso es el que sin duda más satisfacción le ha dado. Hagamos un poco de memoria. En octubre de 2008, Vanesa Edith Castillo Guzmán dio a luz a una bebita, a quien ni siquiera pudo ver, ya que los médicos del Hospital Central Oriente se la robaron para después venderla. A la madre le dijeron que su hija había nacido muerta y que el cuerpo había sido incinerado. En ese hospital se traficaba con menores. Gracias a que el dueño del hospital le envió a Castillo Guzmán un correo electrónico, donde le revelaba que su hija vivía y que el doctor Alfredo Ortiz Rosas la había vendido por 15 mil pesos a una familia, la madre buscó a Leticia para que la ayudara a encontrarla. La doctora Bonifaz no dormía por las noches pensando en que la niña (ya en ese momento tenía 13 meses) se podía encontrar en manos de alguien que pudiera maltratarla. Tenaz como es Leticia, buscó y buscó los archivos de los nacimientos del hospital, después indagó e indagó bandas que tenían que ver con el tráfico de menores. Finalmente, la madre reconoció a su hija, no obstante nunca la había visto en su vida, pero como ella misma dice la sangre llama: “En el momento en que la madre le estiró los brazos a su hija, fue para mí el momento más satisfactorio de toda mi gestión”, dice Leticia con su inconfundible sonrisa. 

La doctora Bonifaz no nada más lucha por las causas de la izquierda, por la defensa del Estado laico, por la justicia cívica, por una política de perspectiva de género, por la conciencia del ciudadano, sino que también le preocupa la cultura de la comunidad. Ella misma es una gran amante de la obra de Sor Juana y de su paisana Rosario Castellanos. En muy poco tiempo, gracias a Lety y a su hermanas, se inaugurará en Comitán, Chiapas, otra casa-museo más, dedicada a la escritora y poeta Rosario Castellanos.

Sí, cuando sea grande, quiero ser como Leticia Bonifaz.

Leído en: http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/leticia-bonifaz

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