jueves, 11 de octubre de 2012

Manuel Bartlett - Videgaray trasnacional

Manuel Bartlett

Videgaray inició la operación para comprometer formalmente el petróleo mexicano integrándolo a la estrategia norteamericana para garantizar la “seguridad energética” de América del Norte.
El coordinador del Equipo de Transición de Peña Nieto, en la primera visita oficial a la Casa Blanca y al Departamento de Estado, declaró al The Wall Street Journal que la legislación “que abrirá Pemex a la necesaria inversión de capital privado y tecnología, está al alcance de la mano”.
El Journal complementa que nuestra producción de crudo ha decrecido, pero se incrementaría con la explotación en aguas profundas del Golfo, pero que pese a la reforma energética del 2008 que facilitó contratos con privados, la prohibición constitucional de concesiones, ha impedido que las grandes empresas petroleras entren, aportando su experiencia. Videgaray —dice el diario— responde que, sin privatizar, la próxima legislación permitirá que Pemex se asocie con las grandes petroleras.




Aquí están los compromisos de Peña con los intereses energéticos de EU: la entrada de las transnacionales mediante el régimen de concesiones, para incrementar la producción al nivel que garantice el compromiso de exportar millones de barriles a la reserva norteamericana, como proveedor seguro y desde luego las jugosas ganancias que esperan.
No proyecta Peña Nieto convertir a Pemex en pilar de nuestro desarrollo, sino mantenernos como simples proveedores en una economía petrolizada dependiente, integración subordinada, en contra de todo resquicio de soberanía energética y por tanto de posibilidades de auténtico desarrollo.
Videgaray es transparente: fraseología neoliberal, disfraces eufemísticos de sus propósitos; falta de competitividad; atavismos ideológicos; sindicatos culpables, pese a su servilismo. Se descarta verbalmente la privatización, pero se promete integración con trasnacionales, más que privatización desnacionalización.
Avanzan en lo que será la marca del sexenio, la manipulación de la opinión pública para justificar la privatización, argumentando supuestas bondades de la competencia. Niegan pretender cambios constitucionales, pero en diversos foros ya hablan de ellos, sabiendo que las transnacionales no aceptan menos que cambios constitucionales para garantizar derechos sobre las reservas concedidas.
Otro tema en esa dirección son los recientes descubrimientos de reservas en nuestra parte del Golfo de México, el Trident 1 y el Supremus 1, en los que también, ante una pretendida falta de recursos, capital y tecnología, su explotación requiere alianzas estratégicas, aunque su admirado Brasil sí puede sólo. Manipulada la sociedad sobre esta “inevitabilidad” para explotar el atractivo “tesorito en el mar”, creen poder justificar los cambios constitucionales que preparan.
Estos descubrimientos están casi en la frontera marítima con Estados Unidos y podrían argumentar una pretendida continuidad de estructuras geológicas y dada la ambigüedad del Tratado de Explotación de Yacimientos
Transfronterizos la explotación quede en empresas norteamericanas, así como la distribución del producto y su destino inexorable hacia Estados Unidos . Sí añadimos que ellos sólo reconocen el régimen de concesión, tendríamos un desplazamiento de fronteras.
El discurso de Videgaray en Washington es una amenaza para el desarrollo de México con base en nuestra riqueza petrolera.
Pero que no crean Videgaray ni su patrón, que la entrega está “al alcance de la mano”, muchos millones de los mexicanos no votaron por él y cerca de 14 millones lo hicieron en contra de su proyecto neoliberal desnacionalizador y ahí están consientes de que el petróleo es para el desarrollo nacional.
Manuel Bartlett
mbartlett_diaz@hotmail.com

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