sábado, 6 de octubre de 2012

Raymundo Riva Palacios - Los Moreira

Raymundo Riva Palacio

 PRIMER TIEMPO: ¿Por qué la desintegración política?Los indicios de que algo no marchaba bien en la familia Moreira Valdés comenzaron hace algún tiempo, cuando Humberto, quien había sido gobernador de Coahuila y el presidente del PRI que indujo la nominación presidencial de Enrique Peña Nieto a costa del sacrificio de Manlio Fabio Beltrones, vivía en Saltillo, la capital del poder estatal que encabeza ahora su hermano Rubén, estaba aislado y marginado, dedicándose sólo a la venta de mermelada. Había sido el jefe de la maquinaria político-electoral más fuerte del norte del país, controlado al sindicato de maestros —a través de su hermano Carlos—, y preparando que el sucesor fuera su hermano —Rubén—. Cuando se comenzó a hablar de la sucesión familiar, el entonces secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, le dijo a Humberto que hacerlo se vería sumamente mal y no pasaría. El entonces gobernador de Coahuila lo ignoró. Rubén lo sucedió como gobernador constitucional desde diciembre pasado, después de vencer una batalla contra el cáncer durante su campaña. Rubén recibió un estado en medio de la polémica porque su hermano adquirió una deuda de más de 33 mil millones de pesos en que cuando menos una sexta parte fue hecha con documentación apócrifa. El escándalo provocó choques entre los hermanos desde hace cuando menos tres meses, que la madre, que siempre había sido la intermediaria, ya no pudo resolver. Inclusive ella decía a sus cercanos lo triste que estaba porque sería la primera Navidad, esta, que no estuvieran los hermanos juntos. Rubén estaba cerca del presidente electo, y su esposa, Carolina Viggiano,en materia social es una de las personas más cercanas a Peña Nieto; su hermano no. La desgracia política de Humberto le había costado el PRI, la operación de la campaña, una senaduría y hasta una secretaría de Estado en el próximo gabinete. Humberto era para Rubén un lastre y se notaba el alejamiento. La familia resintió que Rubén se distanciara de ellos, y fueron creciendo las condiciones de ruptura interna, en un núcleo que había sido políticamente una roca, que explotó este viernes, detonada por el asesinato del hijo de Humberto, José Eduardo.





 SEGUNDO TIEMPO: Las acusaciones de una viuda. En menos de 48 horas la maquinaria política-electoral que se llamaba Moreira, se rompió. Ése fue el tiempo máximo transcurrido entre el asesinato de José Eduardo Moreira, hijo del ex gobernador y ex líder del PRI Humberto Moreira y sobrino del gobernador Rubén Moreira, antes de que le imputara la familia de la víctima la responsabilidad del crimen. Lucero Davis, la viuda, con quien se había casado el año pasado y tenía un hijo de año y medio, escribió en su cuenta de Twitter: “No sabes gobernar!!! Esto es tu culpa maldito!!!! Renuncia”. El mensaje brutal recibió una respuesta comedida. “Somos respetuosos del dolor, de las circunstancias de esta pérdida tan grande”, dijo un vocero del gobernador. “Ponemos todo nuestro empeño para que este crimen no quede impune”. A toro pasado la civilidad. La molestia de la joven Lucero no era tras el crimen, sino por lo que consideraba que había llevado a la tragedia. Por un lado, el pleito irreconciliable entre el gobernador y su antecesor, y el abandono de la seguridad de la familia —Humberto tenía la misma escolta desde cuando había sido gobernador y líder del PRI, pero nadie más de sus cercanos estaba protegido—, pese a que varios de ellos vivían en Ciudad Acuña, bastión de los Moreira pero también de Jorge Treviño Morales, el Z-40, el jefe de una de las facciones en las que se dividieron Los Zetas, donde en los dos días previos a su muerte la policía del estado se había enfrentado con zetas sin que se tomaran precauciones extraordinarias con los familiares del gobernador. Esto es lo que se encuentra detrás de la recriminación a Rubén por parte de Carlos, su hermano y líder magisterial en Acuña, quien le echó en cara haber hecho caso omiso a las mantas que Los Zetas habían estado colocando en varios puntos de la ciudad donde advertían que iban por uno de los Moreira. La muerte terminaba de quebrar a una familia. Con estos antecedentes uno ahora entiende por qué el gobernador no se paró, ni de lejos, en el funeral de José Eduardo.

 TERCER TIEMPO: “No pensé que se desquitarían con mi sobrino”. Hay zonas y momentos donde los perros que ladran sí muerden. Una es Coahuila, donde las amenazas del narcotráfico no hay que tratarlas de manera superficial. Carlos Moreira lo expresó, a su manera pero contundentemente el viernes, cuando acusó a su hermano Rubén, el gobernador, de no haber hecho nada por proteger a la familia, que estaba en la mira de Los Zetas, que operan ampliamente en ese estado. Hubo varias mantas que aparecieron en Ciudad Acuña en las vísperas del asesinato deJosé Eduardo Moreira, que no motivaron acciones cautelares. Quién asesinó al joven Moreira aún no se sabe, pero a escasas horas de que hubiera sucedido, el miércoles pasado, el gobernador ya pensaba de dónde había salido la orden. “Yo no pensé que se iban a desquitar (conmigo) matando a mi sobrino”, dijo un gobernador que se oía destrozado en el alma y la voz. “Nos han amenazado porque nos hemos metido muy fuerte con ellos”. Rubén Moreira hablaba sin contexto, que eran los enfrentamientos contra Los Zetas en los últimos días. “Hemos estado combatiendo a los criminales”, agregó en una conversación telefónica, donde recordaba cómo había estado en la cual él amenazas de muerte de los narcotraficantes. No mencionó en ningún momento las mantas. Lamentaba todo el tiempo que un “joven limpio”, como describió a su sobrino, hubiera pagado el costo de sus actos de gobierno—los mismos que su familia vio bajo otro prisma: el de la negligencia y desgobierno.

rrivapalacio@ejecentral.com.mx
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 @rivapa


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