martes, 13 de noviembre de 2012

Federico Reyes Heroles - ¿Y ahora?

En la discusión ética hay varios niveles y es apasionante. ¿Tiene el ser humano derecho a la auto-destrucción? Por un lado están aquellos que hacen todo lo necesario por prolongar la vida. Dietas, ejercicios, medicinas, descansos, lo que sea. Pululan los gimnasios, las vitaminas y los antioxidantes. Pero está la otra interpretación de la vida en la cual un buen alcohol o varios, un platillo rebosante de colesterol y, por qué no, un enorme habano son razón suficiente para vivir hasta donde el cuerpo dé. Para ellos no se trata de cantidad sino de calidad; la meta no es estar más sino estar lo mejor posible, así haya costos. Pero toda libertad abstracta tiene límites muy concretos.

Si la persona se autodestruye sin lastimar a sus congéneres, el asunto pertenece al ámbito exclusivamente privado. Pero qué ocurre cuando un borracho mata a un inocente, qué decir de los fumadores pasivos que terminan condenados al oxígeno artificial sin haber jamás prendido un cigarrillo, cómo explicar al causante sobre el cual recaen los impuestos que sufragan los gastos médicos de golosos, fumadores, alcohólicos o simplemente despistados que no tomaron ninguna precaución sobre sus salud. Allí la frontera es muy clara: uno puede hacer con su cuerpo lo que sea -se leería en una consigna radical del liberalismo- siempre y cuando no dañe a terceros. La tesis no sólo se aplica en el ámbito de la salud pública, también en otros rubros muy delicados. Uno puede creer en la deidad que le venga en gana, pero esa creencia no autoriza a limitar el derecho del otro a la diferencia.



El Estado es la entidad responsable de establecer esa sutil frontera. De ahí los límites crecientes a los fumadores y la publicidad encargada de alertar, por no decir espantar, a los chacuacos, de ahí las campañas a favor de una dieta balanceada, de ahí las políticas de fomento al deporte. Pero los límites no sólo son a las personas. La semana pasada la mayor potencia del orbe dio otro paso más en el camino a la liberalización del consumo de una droga por lo visto muy popular: la mariguana. En 18 entidades ya estaba legalizado su "uso medicinal". Se argumenta mucho que se trata de una fórmula muy laxa que facilita a los usuarios el acceso. De hecho hace un par de años se fundó una universidad especializada en optimizar la producción de mariguana de la mejor calidad.

Ahora se agregan dos entidades, Colorado y Washington, que abiertamente aceptan el uso recreativo. Que cada quien sea responsable de su consumo. Suena bien. Priva el principio liberal en una de las naciones cuna de ese pensamiento. Sin embargo el horizonte no es del todo claro. La reglamentación federal no fue modificada. Todavía está por verse cómo van a resolver la tensión jurídica entre los dos ámbitos pues un consumidor legal de Colorado podría ser un delincuente federal. Algo queda claro, la polémica continúa. La pregunta central es cuándo los consumidores dañan a un tercero, el borracho que mata por imprudencia. Esa separación conceptual hoy también es internacional. Lo vemos con las convenciones internacionales sobre mares, atmósfera, etcétera.

¿Es la mariguana la puerta de entrada a otro tipo de consumo o es menos dañina que un trago? La discusión lleva décadas. El hecho es que decenas de millones de personas en Estados Unidos están convencidas de consumirla. Se han organizado exitosamente invocando sus derechos individuales para lograr su legalización. Por supuesto entre la mariguana y las drogas duras hay un abismo, pero todo indica que el simple dogma -no creo en la legalización- está siendo derrotado por la realidad. El rumbo es claro. Y ahora, ¿qué hacemos? México es un país productor de mariguana. Controlar su producción y comercialización nos ha costado muy caro, en vidas y recursos. También somos un país fundamentalmente de tránsito de drogas duras. La "guerra" ha desquiciado la vida de los mexicanos.

Somos víctimas -terceros- de ese consumo no legalizado. La llamada "guerra" está más allá de cuestionamientos éticos. Son los contrahechos resultados los que convulsionan al país: menor destrucción de plantíos, consumo estabilizado y muerte de decenas de miles de mexicanos por el incentivo perverso del enorme y creciente consumo de nuestros vecinos. La legalización del uso recreativo de la mariguana desnuda la doble moral, la contradictoria realidad de Estados Unidos. Por supuesto que México debe seguir luchando para debilitar a las bandas. Calderón fue consecuente en su decisión, pero los resultados obligan a revisar el rumbo. Más ahora con la creciente legalización. Un expresidente colombiano me decía con desenfado, México debe dar la misma discusión que dimos nosotros. Cuál es la prioridad: matar capos o la seguridad de los ciudadanos. Los mexicanos lo tienen claro, el consumo de droga no les quita el sueño, la inseguridad sí. Si hay consumo ilegal, habrá narcos. Ese es el dilema de EPN. Y ahora...

Leído en http://noticias.terra.com.mx/mexico/federico-reyes-heroles-y-ahora,6e7f6285e99fa310VgnVCM4000009bcceb0aRCRD.html

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