martes, 13 de noviembre de 2012

José Antonio Crespo - Fórmula de desempate electoral


Pese a que Barack Obama ganó por un margen más amplio del calculado, de cualquier manera el voto popular refleja que el país está partido prácticamente por mitades. La distancia en votos populares fue también algo mayor de lo que se esperaba, pero mucho menor que la registrada en votos electorales. Y es que una de las virtudes poco reconocidas del complicado sistema electoral norteamericano es desempatar en votos electorales lo que puede ser un empate técnico en voto popular (más frecuente de lo que se cree).
Incluso, esa probabilidad sería aún más lejana si se sustituyera el estado como demarcación básica con el distrito legislativo (como de hecho ocurre en Maine y Nebraska).




En tal caso, además, no se daría el fenómeno de que sólo unos cuantos estados se vuelven clave y es ahí donde se concentra el grueso de la propaganda de aire y tierra (que es también un reconocido inconveniente de ese sistema).
Los distritos legislativos "bisagra" se distribuirían más homogéneamente en todo el territorio nacional, y difícilmente alguno de ellos se convertiría en determinante (como sí suele ocurrir con ciertos estados, como Illinois en 1960 y Florida en 2000). Por lo cual los candidatos se verían obligados a desplegar sus visitas y publicidad prácticamente a todo el país.
En México aún tenemos problemas para reconocer resultados desfavorables, pues siguen vigentes fuertes incentivos para desconocer el veredicto, sea cual sea la distancia entre primero y segundo lugares. Lo volvimos a ver este año. De cualquier manera, cuando en realidad hay un resultado estrecho el problema se exacerba. Ahora, pese al previsible desconocimiento de López Obrador del resultado, el nivel de conflictividad y polarización fue menor que en 2006. Lo cual sugiere que los impugnadores formales del resultado (y sus seguidores) implícitamente reconocen que con una diferencia holgada de votos es menos creíble que las irregularidades detectadas hayan sido determinantes.
Si la distancia entre Peña y AMLO no hubiera sido de casi 7 puntos, sino de uno o dos, estaríamos metidos nuevamente en serios problemas y jaloneos.
Pero a futuro no estamos en absoluto inmunes a los resultados cerrados. Por el contrario. Me parece que debiéramos explorar la fórmula multidistrital (a partir de las demarcaciones legislativas, más que estatales) para determinar al ganador de la contienda presidencial; quien gane la mayoría del voto directo en cada distrito legislativo, lo contabiliza a su favor, y quien obtenga el mayor número de ellos será presidente. Ello haría mucho más improbables los empates (o mejor dicho, se abrirían los resultados que en una sola demarcación nacional fueran cerrados).
Por ejemplo, en 2006 Felipe Calderón ganó 152 distritos legislativos frente a 141 de López Obrador; una clara ventaja de 11 distritos. Con eso se despejarían las dudas sobre cuál es la decisión mayoritaria del electorado (a través del voto indirecto, que no por ello es menos democrático, como se infiere de los sistemas parlamentarios, donde se elige el jefe de gobierno de manera aún más indirecta que en EU sin por eso perder legitimidad o calidad democrática).
Desde luego, aún así podría haber un resultado cerrado por distritos (150 distritos para cada candidato, por ejemplo), pero la probabilidad de que eso ocurra es mucho más remota que el empate en una sola demarcación. Además, el fraude hormiga en casillas, así como la compra del voto perderían eficacia, pues no pasarían del distrito donde se comete --normalmente ya ganado por el partido que puede realizar ahí tales ilícitos-- ni incidiría en el resultado nacional. Y los distritos donde a su vez haya un empate técnico pueden ser revisados a fondo. Y si persisten las dudas sobre quién ganó ahí, pueden incluso invalidarse esos distritos sin afectar a toda la elección presidencial.
Por ejemplo, de los 11 distritos de ventaja que obtuvo Calderón en 2006, sólo en tres de ellos ganaba con menos del 1%. Suponiendo que pese a una revisión exhaustiva persistieran las dudas e incertidumbre sobre quién ganó en tales distritos, podrían incluso invalidarse haciendo prevalecer la elección presidencial. En tal caso, Calderón habría ganado con 149 distritos --ocho más que AMLO-- en ninguno de los cuales había duda sobre quién era el favorito del electorado. Dicho sistema podría resolvernos problemas en el futuro, dada la competencia electoral que de manera irreversible ya prevalece.

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