miércoles, 7 de noviembre de 2012

José Blanco - La revolución de los ricos I y II


Carlos Tello y Jorge Ibarra han escrito un excelente texto que titularon así: La revolución de los ricos. Ha sido presentado en diversos espacios académicos y en uno he tenido la oportunidad de comentar este libro esclarecedor que, me parece, le habría gustado escribir a muchos profesores no neoclásicos, para sus estudiantes.
A diferencia de las ciencias de la naturaleza, en la economía no tenemos una disciplina que acumula conocimientos mediante la investigación, hasta que un descubrimiento de gran envergadura provoca lo que Thomas Khun llamó una revolución científica que trae consigo un cambio de paradigma.
En la economía no hay tal acumulación de conocimiento por la investigación, sino el paulatino descubrimiento de objetos de estudio, fenómenos, e investigadores con muy diversos intereses, que aportan su visión social de fenómenos distintos: a Marx le interesó explicar la forma en que ocurría la distribución del producto social entre las principales clases de la sociedad; al padre de la escuela neoclásica, Alfred Marshall –quien amputó el adjetivo política a la economía política, para dejarla sólo eneconomics– le interesaba entender cómo se alcanzaban las condiciones que permitían el equilibrio (de producción y precios) en los mercados particulares.




En el libro de Tello e Ibarra al pan se le llama pan y al vino, vino. Nuestros autores comienzan con una narrativa dedicada a las tendencias de la edad de oro del capitalismo (desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta la crisis del petróleo de 1973), al tiempo que examinan el claro predominio de las políticas keynesianas en el mundo capitalista de entonces: fue también la edad de oro del keynesianismo. Pero muestran también cómo las clases pudientes y sus autores, los economistas neoclásicos, durante este mismo periodo, no se durmieron en sus laureles. Nunca estuvieron de acuerdo con la intervención del Estado en la economía que veían como amenaza a sus libertades.

Nos describen así la temprana constitución de la Mont Pelerin Society y una serie de reuniones en las que los personajes relevantes son muchachos sencillos, como Friedrich von Hayek, Ludwig vos Mises, Karl Popper, Milton Friedman y muchos más. Esta sociedad se mantiene hasta la fecha y fue el antecedente para crear muchos centros de pensamiento estratégico neoliberal (los hoy famosos think tanks).
Pero estos liberales a ultranza no se limitaron a llevar a cabo estudios y reuniones de discusión estratégica, también comenzaron en muchos lugares del mundo a penetrar en los ámbitos académicos, incluido por supuesto, México. Vale la pena seguir en el libro los detalles de cómo este grupo internacional y la corriente de pensamiento que crean se fortalecen intelectualmente a la par que el capitalismo vive sus años dorados.
Ese tramo histórico en que el keynesianismo se vuelve predominante se hace posible merced a la presencia, en ese momento poderosa, de la Unión Soviética. Las clases dominantes de Occidente, temerosas de que los asalariados se vieran atraídos más de la cuenta por la dictadura del proletariado, se vieron llevadas a ceder espacios que se tradujeron en la conformación de economías mixtas, con mayor o menor intervención del Estado en la economía y, en su mejor versión, con la creación de los estados de bienestar, ahí donde sindicatos y partidos obreros habían alcanzado mayor poder político en la sociedad.
De otra parte, factor sumamente relevante, es que al mainstreamkeynesiano le fue creado en Bretton Woods, en 1944-45, un enorme boquete. Me refiero al sistema internacional de pagos de la vasta zona capitalista, que los ampliamente poderosos vencedores de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos, impusieron, y que no tenía nada de keynesiano. De haber ganado Keynes el debate de Bretton Woods, elmainstream keynesiano habría vencido en toda la línea. Pero no fue así. Se impuso el dólar como el medio de pago por excelencia acompañado de un sistema de tipos de cambio fijos.
No tengo espacio para referirme a la riqueza argumental del texto que comento, pero parece necesario tener presente que, al entrar en crisis el sistema de Bretton Woods, Estados Unidos y los países desarrollados en general cambiaron casi de inmediato sus objetivos de política económica, como nos lo muestra Angus Madisson, desde el crecimiento y el empleo –objetivos keynesianos–, a la estabilidad macroeconómica a toda costa, objetivos neoclásicos y neoliberales. En tanto, en América Latina, los años setenta todavía fueron años de políticas económicas expansivas y alto endeudamiento.
Es en estas condiciones que nos internamos en la era del dominio del nuevo maistream neoliberal-neoclásico, que es expertamente diseccionado en los capítulos 3 y 4 del libro de Tello e Ibarra, mientras la Unión Soviética iba hundiéndose como en un pantano.
Dijo entonces Mrs. Thatcher: La gente que pide constantemente la intervención del gobierno está echando la culpa de sus problemas a la sociedad. Y, sabe usted, no hay tal cosa como la sociedad. Hay individuos, hombres y mujeres, y hay familias. Y ningún gobierno puede hacer nada si no es a través de la gente, y la gente primero debe cuidar de sí misma. Y remató lapidariamente: “there is no alternative”. Esta nueva era termina en la crisis que hoy vivimos.
Nuestros autores, siguiendo a Manfred Steger y Ravi K. Roy, apuntan que pueden verse tres dimensiones del neoliberalismo: como ideología, como forma de gobierno, y como paquete de medidas económicas. Una a una estas tres dimensiones son desmontadas por Tello e Ibarra.
Continuará…
Leído en http://www.jornada.unam.mx/2012/10/30/politica/022a2pol

La Revolución de los ricos II


Entre finales de los años sesenta y principios de los setenta, se teje en la economía mundial un nudo formado por el fin de la era Bretton Woods; la imposición del dólar como dinero fiduciario obligatorio (un oxímoron que opera en el mundo real); la flotación de los tipos de cambio, la internacionalización acelerada del capital financiero; el hundimiento del perfil tecnológico surgido de la revolución industrial, expresado en la caída por casi dos décadas de la productividad global de la economía del norte; la vigorosa salida de grandes clósets de gobiernos neoclásico-neoliberales, que imponen como prioridad la estabilidad macroeconómica a toda costa. También llega la revolución de los nuevos materiales y las nuevas tecnologías.
Alcanzamos así una economía mundial que engendra anomia, individualismo exacerbado, consumismo enloquecido. En tanto, la Unión Soviética se hallaba ahora podrida por sus vicios, sus rapacidades, su imposibilidad de instrumentar la planificación centralizada en un mercado crecientemente complejo y se hundía irremediablemente, para dejar a los neoliberales robar en despoblado.
Nos ubicamos así en el principal propósito del texto de Tello e Ibarra: deconstruir pacientemente la posición neoclásica-neoliberal, cuestión que nuestros autores logran con solvencia, por el irrealismo de sus supuestos, nunca puestos a discusión, por los bárbaros destrozos que ha causado y está causando en la economía mundial, y por tratarse de una doctrina al íntegro servicio de los ricos.
Del 24 al 26 de marzo de 1999 tuvo lugar una Conferencia sobre Soberanía Económica, en Bangkok, y en la inauguración Susan George, directora adjunta del Transnational Intitute (Ámsterdam), y presidenta del Observatorio de la Mundialización, comenzó su intervención con estas palabras: En 1945 o 1950, si uno hubiera propuesto seriamente cualquiera de las ideas o las políticas de la caja de herramientas neoliberal actual, se le habrían reído a uno en la cara o la habrían llevado a un manicomio. Al menos en los países occidentales, en ese momento, todos eran keynesianos, socialdemócratas o demócratas social-cristianos o algún tinte de marxista. La idea de que al mercado debería permitírsele tomar decisiones sociales y políticas importantes; la idea de que el Estado debía voluntariamente reducir su rol en la economía, o de que se debería dar completa libertad a las corporaciones, de que debería restringirse la actividad de los sindicatos, de que se debería dar mucha menos protección a los ciudadanos en lugar de darles mucha más... todas estas ideas, dice Susan George, eran completamente extrañas al espíritu de la época. Aun si uno estaba de acuerdo con estas ideas, el o ella habría dudado de tomar tal posición en público y habría tenido muchas dificultades en encontrar una audiencia.
Nuestros autores nos muestran cómo el neoliberalismo crea un mundo de individuos e idealiza el espacio que ocupan como un mercado libre y consumista; nos muestran asimismo cómo fueron derruidos gobiernos de sentido social; cómo los funcionarios públicos adquirieron una mentalidad de empresarios; cómo el mejor gobierno consiste en la autorregulación del mercado, vale decir, el mejor gobierno es el no-gobierno. Examinan así minuciosamente la desregulación de la economía; la liberalización del comercio y la industria, la privatización de las empresas públicas, cómo se reducen los impuestos y el gasto publico, cómo eliminan las medidas de protección social, y más. Y lo peor, cómo lograron vencer a izquierdas de distintos tipos que cedieron a los embates ideológicos neoliberales.
Dedican, asimismo, un buen espacio a contarnos con detalle cómo ya los neoliberales estaban aquí en México desde los años cuarenta, pero cómo es en los años setenta, cuando se reprodujeron, y fueron ocupando posiciones de poder y decisión claves. Nos dicen quiénes fueron y son, cómo avanzaron y dónde, en el sector público, en instituciones de educación superior donde se enseña Economía, en las publicaciones especializadas, hasta apoderarse de la mayor parte del campo de la enseñanza, de la crítica, de la toma de decisiones y de la ocupación de las posiciones de poder en el Estado, volviendo marginal el pensamiento mexicano y latinoamericano que nunca inclinó sus banderas ante el capitalismo salvaje que ha ido conformando el neoliberalismo rapaz y ampliamente predominante.
Hacia las últimas páginas Tello e Ibarra evalúan el desempeño de la era neoliberal. Una tabla con el crecimiento del producto interno per cápita, muestra que en el periodo keynesiano (1950-1973) la economía mundial creció al más del doble que en el periodo que va de 1973 a 2001. En algunos casos, como en el de América Latina, el PIB per cápita creció al triple en el primer periodo que en el segundo, en Japón crecía casi cuatro veces más; en Europa Occidental a más del doble; en Europa Oriental, el factor es de 5.6 veces.
Dos datos escalofriantes. Entre 1977 y 2007 las transacciones de bienes y servicios crecieron 11 veces; en el mismo lapso las transacciones financieras crecieron 281 veces. Este es el capitalismo de casino referido por tantos autores. El otro dato: 150 empresas controlan el grueso de la actividad económica mundial. En Suiza el 10 por ciento más rico de la población es propietario de 71.3 por ciento de la riqueza; en Estados Unidos ese 10 por ciento es propiedad de prácticamente de 70 por ciento; en Dinamarca de 65; en Francia de 61, sólo para mencionar los casos más extremos de concentración.
Los ricos se enriquecen como nunca, cuando la economía crece menos que nunca; la vía, la expropiación de las clases medias y de los pobres.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor, sean civilizados.