miércoles, 7 de noviembre de 2012

Gral. Roberto Badillo Martínez - La Gloria, Municipio de Sinaloa (III)


Participó personalmente en la muerte de un colaborador traidor, por no cumplir su palabra en un transporte importante de droga de la Sierra al puerto, que lo hizo quedar mal, con sus jefes en Guadalajara, personalmente le descargó su 38 Especial viendo cómo se le volteaban los ojos.
No tuvo empacho en asesinar personalmente al "Pancho López", mediante un balazo en el oído izquierdo en dirección al oído derecho, cayó a sus pies instantáneamente llenando de sangre sus botas que ahí mismo en el potrero de su rancho, las dejó, "para que te acompañen al infierno".
Participó activamente en varias reyertas con bandas que le quisieron arrebatar su parte en la plaza de Mazatlán o personalmente al frente de su banda y por ello tenía sólo media oreja izquierda y cicatrices varias, en brazos y piernas, por ello sus enemigos le decían también "El Oreja y Media".




A varios de sus más acérrimos enemigos personalmente los torturó y mató. Lo hacía con cuchillos y navajas Victorinox que compraba en Guadalajara.
No quiso llevar un registro de sus muertes dado que al llegar a la número 11 desistió pues en las discusiones del grupo a veces se alegaba de manera exaltada sobre quién habría hecho blanco primero. En muchos casos no hubo discusión porque a algunos traidores o soplones les voló el coco. Sin embargo varios de sus muertos eran del municipio de La Gloria y algunos compañeros suyos dos que tres, quizá hasta familiares.
Amigos de la infancia como: Pepe Garza, Toño Valenzuela y Chava Sánchez.
Poco a poco, después de cumplir 50 años empezó a sentir fuertes dolores de cabeza. A medida que su enfermedad avanzaba sus capacidades e influencia disminuían.
También fue cuando empezó a sentir remordimientos principalmente por los de La Gloria, con algunos de ellos pasó su infancia y además conocía sus familias, sus deudos, viudas, padres y hermanos.
´Sus órdenes eran simples: todos sus grupos, personalmente compuestos por seis a siete elementos deben obedecer incondicionalmente. Comandaba personalmente al grupo de La Gloria integrado casi en su totalidad por personal de ese municipio. "El Pitoloco" comandaba al grupo de San Ignacio; "El Chamaco Pérez" al grupo de la Pitahaya, "Peter Pan" al grupo de la Costa y "El Güarache" al grupo de los cocoteros de El Rosario.
Adiestró especialmente al chofer, que sólo en caso extremo debería disparar; además del chofer a su derecha estaba él como jefe de su grupo y atrás tres guaruras, hábiles para todo, especialmente para dar seguridad al vehículo; lo acompañaban también otros cinco vehículos del grupo y así se desplegaban tan cerca o tan lejos, entre cada vehículo como fuera necesario.
Los sicarios de otros grupos actúan más o menos igual, pero lo que distinguía a los grupos de "El Sebas", era su disciplina. Las instrucciones de Sebastián eran muy simples: no pelear entre ellos, el botín o la ganancias, lo reparte "El Sebas" y no se discute; no provocar a otros grupos, repeler agresiones, no provocarlas, actuar con discreción en sus barrios y en el puerto, "con los verdes (militares) no se juega", rehuir a las broncas con el Ejército, "sólo yo mando y comunico órdenes".
Normalmente los hombres entendían estas simples pero categóricas instrucciones; no fueron desacatadas en 25 años que duró su imperio, en combate con otras bandas y con "los verdes". La mayor cantidad de sicarios que llegó a tener fue de 42, de los cuales, 35 estaban formados y siete en formación.
Personalmente "El Sebas" mató a varios. Más que matarlos, jugó con ellos hasta acabarlos. Imagínense lo que les hizo. Esto y ser religioso por nacimiento y costumbre tenía que llevarlo al remordimiento y no hay nada peor para el ser humano, que la conciencia te reclame o te recuerde actos contra el prójimo, incluso de cobardía porque estaban indefensos.
Esto se confirmó con su enfermedad, desde fines de los años 50. Al arreciar el dolor, fue a ver a un doctor del puerto, especialista en el cerebro, le diagnosticó una enfermedad terminal. Le dijo "a mi dígame la verdad por muy infame que sea". El doctor le confirmó: "tiene de tres a cuatro meses de vida".
El médico le dijo que no le convenía buscar otros doctores especialistas en Guadalajara o México, o bien en Estados Unidos, porque le dijo, "te estoy diciendo la verdad". "El Sebas" le dijo "recomiéndeme especialistas en otro lado" y el médico le dijo que no podía hacerlo. "El Sebas" no obstante fue a Guadalajara y luego a México. El diagnóstico fue el mismo, tenía tres o cuatro meses de vida, no fue a Houston, pero desde su llegada al puerto después de sus exámenes comenzó a descontar los días: "si son cuatro meses me quedan tres meses y 10 días, si son tres meses entonces me quedan dos meses y 10 días". Esto se convirtió --en su cabeza no sólo por su enfermedad, sino por sus pensamientos-- en un auténtico suplicio para su persona. Descuidó a su grupo y sus incondicionales quisieron tomar su relevo antes de su muerte.
Los reunió y fue implacable con ellos, les dijo con calma y tranquilidad: "sólo me quedan tres meses y dos días a lo mucho, voy a nombrar a quien quiero que se quede en mi lugar, si lo aceptan evitarán muertes e inútiles luchas, si no háganle como quieran y aténgase a las consecuencias".


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