¿Cuánto cambió la vida de las comunidades indígenas, en los últimos 18 años?
No debiera sorprender a nadie la hipótesis de que para la mayoría de las fuerzas políticas partidistas, en especial PAN y PRD, el agonizante 2012 será un año histórico. ¿Por qué?
Porque si bien esos dos partidos nacieron a la actividad política con el objetivo de convertirse en alternativa de gobierno y, por esa razón, contar con la capacidad de echar al PRI del poder presidencial, lo cierto es que a la vuelta de los años —el PAN nació hace siete décadas y el PRD hace 25 años—, tanto la derecha como la izquierda partidista fracasaron en ese objetivo.
Y ese fracaso —que ya es parte de la historia del sistema de partidos en México—, es más visible por el regreso del PRI al poder presidencial; vuelta que fue posible precisamente en las elecciones federales de julio de 2012, no precisamente porque el tricolor sea hoy mejor que en el pasado o porque haya superado sus viejas taras de partido autoritario, nada democrático y corrupto.
No, lo cierto es que el PAN y el PRD copiaron lo peor del viejo PRI, al extremo de que los ciudadanos y electores prefirieron “malo por conocido, que peor por conocer”.
Dicho de otro modo, que a pesar de que tanto azules como amarillos hacen malabares para justificar sus escandalosas derrotas en las elecciones presidenciales, lo cierto es que la victoria aplastante del PRI confirma que tanto el PAN como el PRD fracasaron en su objetivo central, el de enviar al PRI al cajón de los trebejos.
Y tampoco debieran sorprender las razones por las que tanto la derecha y las izquierdas perdieron a manos del viejo PRI. Lo cierto es que —además de que, como se dijo arriba, se convirtieron en una fea copia del PRI—, PAN y PRD sólo le apostaron a la derrota del tricolor en las urnas, sin tomar en cuenta que la verdadera victoria del proyecto de la derecha y/o de la izquierda no está en las estrategias electoreras, como en la cultura, los principios y las prácticas propias de la derecha y la izquierda.
Tanto el PAN como el PRD no fueron capaces de construir una eficiente y productiva escuela de cuadros que, a la vuelta de los años, hicieran posible el recambio generacional que garantizara la permanencia en el poder. Así, el PAN echó del poder presidencial al PRI en el año 2000, pero debió entregar ese mismo poder apenas el 1 de diciembre pasado.
En el caso del PRD, con toda legitimidad ganó el poder en la capital del país en 1997, pero unos años después, también el pasado 5 de diciembre de 2012, debió ceder el poder de la capital del país a un candidato no partidista, sin militancia y, sobre todo, sin la escuela de esas corruptas y peleoneras izquierdas. Hoy Miguel Ángel Mancera gobierna la capital del país, pero su gestión y su ejercicio de poder nada tienen que ver con la izquierda que en 1997 echó del poder al PRI.
Pero esos fracasos no son todo los que vimos en 2012. Apenas en días pasados presenciamos que simpatizantes y militantes del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), marcharon de Los Altos de Chiapas a las principales ciudades de esa entidad. El motivo aparente de la marcha fue el aniversario 18 del alzamiento del EZLN —que ocurrió en el primer minuto de 1994, un año electoral clave para la historia—, y que conmocionó a México y al mundo, ya que el zapatismo chiapaneco declaraba la guerra al Estado mexicano y, sobre todo, al viejo PRI.
Pero el mensaje de fondo, que vemos en la manifestación zapatista de los días pasados, parece estar en otro lado. Y es que si bien el movimiento indígena es ejemplar y aleccionador, también es cierto que el EZLN vive su propio fracaso con el regreso del PRI. ¿Por qué? Por razones más que elementales.
¿Qué significa que casi 20 años después de que un movimiento armado como el que nació el 1 de diciembre de 1994, que declaró la guerra al PRI, se manifieste cuando ese partido está de vuelta en el poder presidencial? ¿Cuánto cambió la vida de las comunidades indígenas, en los últimos 18 años? ¿Sirvieron de algo el movimiento, sus muertos, su lucha?
Aquí no tenemos la respuesta de lo que pasó en la zona de influencia del EZLN en ese tiempo. Pero lo que sí sabemos es que ese movimiento tampoco fue capaz de convertirse en alternativa política y de poder para impedir la vuelta del PRI, sea a nivel estatal, municipal o federal. Y por eso 2012 también fue el año del fracaso del EZLN.
Pero no todo fue saldo negativo. ¿Por qué? Porque gracias a luchas como la del EZLN, a momentos visionarios del PRD, a los demócratas del PAN, a la derrota del PRI en el 2000, y al despertar ciudadano, el de hoy es un México más democrático y libre.
Al tiempo.
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