viernes, 28 de junio de 2013

Misterios Resueltos: La muerte de los camellos en Nevada.

En 1863 un hombre llamado Otto Esche urdió un plan para transportar sal de California a Nevada, algo que entonces se hacía mediante carretas tiradas por caballos. Esche fue a Mongolia, incluso hoy uno de los rincones más remotos de la tierra, y compró treinta y dos camellos bactrianos. Parece que Esche sabía algo de camellos ya que escogió al tipo de camello más dócil, de dos jorobas, en vez del malafamado, por temperamental, dromedario del Medio Oriente. Los camellos bactrianos, desde antes del tiempo de Marco Polo, transportaban bienes, la sal incluida, a través del ancho y pardo desierto mongol.



La primera sorpresa desalentadora fue que sólo quince camellos sobrevivieron el viaje a través del Pacífico hacia California. Los sobrevivientes llegaron en tan malas condiciones que Esche se pasó meses cuidándolos y devolviéndoles la buena salud. Llevaban la sal a través de las montañas, pero esas criaturas extrañas, peludas, de largas piernas no fueron bien recibidas en Nevada.

Los mineros de la plata pueden sumarse a una larga lista de novatos que acabaron por descubrir que los camellos, incluso los más apacibles bactrianos, pueden ser desagradables. Muerden, escupen y patean. Los mineros los odiaban, lo mismo que sus caballos y sus mulas, que se ponían histéricos nomás de verlos. Esta reacción de los otros animales volvió a los camellos una molestia pública. Cuando unos cuantos pasaban por el pueblo, la calle de pronto se llenaba de relinchos, rebuznos y coces. Virginia City, Nevada, expidió un decreto que prohibía a los camellos recorrer las calles salvo entre la medianoche y el amanecer, cuando, se suponía, los otros animales descansaban en sus establos. Eventualmente, para el alivio de los mineros, Esche desistió de los camellos y los abandonó a su suerte en el desierto de Nevada. Ya que ahí no se ha descubierto nunca una colonia de camellos, puede suponerse que todos murieron, es probable que de una muerte lenta, lastimera.

Fuente: Mark Kurlansky, Salt. A World History, Walker Company, NY, 2002.


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