lunes, 19 de agosto de 2013

Denise Dresser - Las tres T's

“El Tigre” Emilio Azcárraga. “El Tigrillo” Emilio Azcárragaa Jean. Televisa, la empresa emblemáticamente mexicana que ha influido de manera desmedida en el pasado y en el presente del país. La nueva edición del libro de Claudia Fernández y Andrew Paxman, “‘El Tigre’ Emilio Azcárraga y su imperio Televisa”, revela que las huellas que hizo El Tigre son profundas, que los zarpazos del Tigrillo aún lastiman, que Televisa continúa actuando ya no como un “soldado del PRI” sino como un “soldado del sistema”. Monopolistas y machos, calculadores y clientelistas, represores y benefactores, los Azcárraga han mimetizado al PRI. Al igual que el partido al cual el padre sirvió y el hijo chantajeó, los Azcárraga fueron preparados para vivir sin competencia. Se convirtieron en espejo fiel de un partido y de una forma de vida que ha beneficiado a un manojo de Televisos, pero ha perjudicado a millones de mexicanos. 





Como lo argumenté cuando la primera edición del libro fue publicada hace 13 años, “El Tigre” Azcárraga no construyó el edificio del autoritarismo priísta, pero si le proveyó el valet parking. No fue el autor del mensaje autoritario, pero sí su mensajero. Televisa – la dama de compañía del PRI – le enseñó a los mexicanos a quedarse en su lugar, a guardar silencio, a creer que los pobres serán los herederos del paraíso. Noche tras noche, telenovela tras telenovela, los mexicanos aprendieron a ser abnegados y amables, dignos y dóciles. Aprendieron a consumir y a callarse la boca. Aprendieron las buenas maneras y el inmobilismo social. Las tareas de relaciones públicas de Televisa – a las órdenes de sucesivos presidentes -- fueron múltiples. Televisa se convirtió en vehículo de Echeverría para atacar a Excélsior. Televisa negó el fraude en Chihuahua. Televisa no transmitió jamás las interpelaciones de legisladores de oposición en el Congreso. Televisa dejó de informar sobre cada subida del dólar en 1987, porque, en palabras de Lolita Ayala, “eso le angustia mucho (a la gente)”. Televisa, elección tras elección, convirtió a los candidatos presidenciales de la oposición en hombres invisibles. Y la lealtad fue recompensada cada sexenio con otra concesión, otra renovación, un préstamo, un rescate, un dique legislativo contra la competencia, el espaldarazo presidencial a Azcárraga Jean cuando quedó al frente de la empresa.

Y en cuanto al papel político que ha jugado Televisa en la transición de “El Tigre” al “Tigrillo”, como lo explican Fernández y Paxman y Andrew en el nuevo prólogo: Azcárraga Jean y su círculo íntimo, Bernardo Gómez, Alfonso de Angoitia y José Bastón – juntos llamados “Los Cuatro Fantásticos”—han demostrado ser jugadores desconcertantemente capaces de participar en el nuevo juego. Televisa ya no es siquiera el Quinto Poder; con frecuencia parecería que es el Primero. A veces parece que en México no gobiernan los representantes de la población, sino los dueños de la televisión. Frente a una clase política cada vez más adicta a la popularidad mediática hay ejecutivos de Televisa cada vez más dispuestos a venderla. Frente a un poder mediático cohesionado hay poderes políticos fragmentados y adictos. Día tras día, decisión tras decisión, los políticos de México demuestran que prefieren salir en la pantalla antes que promover el interés público. Que prefieren escuchar las demandas de los cabilderos televisivos antes que aplaudir las virtudes de la digitalización. Antes que hacer prefieren aparecer. Están sometidos, doblegados, empantallados. 

Durante los sexenios de Vicente Fox y Felipe Calderón presenciamos el fortalecimiento de los poderes televisivos con los cuales la clase política pactó para poder gobernar. 

El resultado ha sido una democracia capturada, unos medios que coluden con el poder en vez de escrutinarlo, un presidente cómplice, una clase política asustada y por ello constantemente subyugada por intereses creados. Ha implicado la claudicación del gobierno y de los partidos ante los intereses a los cuales se enfrentó en la reforma electoral del 2007, y con los cuales hoy parecería que prefieren aliarse, a pesar de la reciente reforma a las telecomunicaciones --- cuya instrumentación está por verse. Como cualquier otro poder sin restricciones, el poder de la televisión se ha vuelto abusivo. 

Y por ello, Televisa y “El Tigrillo” seguirán despertando ataques viscerales y diatribas dramáticas como las que empujó en su momento “Yo Soy 132”. Hasta que Azcárraga Jean realmente demuestre que Televisa le va a México, muchos seguirán pensando que le va al mantenimiento de sistema tal y como está. Hasta que Televisa ofrezca algo más que chicle para los ojos, muchos seguirán creyendo que quiere calmar los ánimos y alimentar la apatía. “El Tigre” Azcárraga alguna vez le dijo a Miguel de la Madrid, en alusión a los políticos: “Ustedes se van y vienen, pero nosotros siempre estamos aquí”. Es hora de que Televisa reinterprete sus propias palabras y entienda que el PRI puede ir y venir, pero que los mexicanos que exigimos y merecemos una televisión y una democracia mejor seguimos aquí. 


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