O P I N I Ó N
R A Y M U N D O R I V A P A L A C I O
Estrictamente personal
La recuperación de Tamaulipas
Mario Armando Ramírez Treviño, jefe del Cártel del Golfo, fue detenido este sábado por el Ejército en Río Bravo, Tamaulipas.
Al frente de la banda desde que Jorge Eduardo Costilla fue capturado hace casi un año, Ramírez Treviño tenía una alianza con el poderoso Cártel del Pacífico para enfrentar a Los Zetas.
El operativo cerró una pinza más sobre las organizaciones criminales asentadas en ese estado, y su descabezamiento, como recientemente sucedió con Los Zetas, avanza para su liquidación.
La acción valida la permanencia de las Fuerzas Armadas en la lucha contra los cárteles de la droga, pero en el caso de Tamaulipas, arroja luz sobre años de abandono institucional y el choque permanente entre gobiernos federal y local sobre qué estrategia seguir para acabar con los narcotraficantes.
Tamaulipas era un estado en poder del narcotráfico en 2005, con decenas de municipios en sus manos donde nombraban al Presidente Municipal, a regidores, secretarios de seguridad pública y jefes de policía. No había diferencias de quién procuraba la ley y quién la violaba. Funcionarios y narcotraficantes eran lo mismo.
Existen videos en la PGR de fiestas y reuniones donde golfos y zetas compartían mujeres, bebidas y dinero con funcionarios. Esta impunidad buscó ser cortada por el entonces Presidente Felipe Calderón cuando lanzó la guerra contra las drogas en forma simultánea en Michoacán y Tamaulipas, pero fue convirtiendo al estado en la metáfora de la cacería de ex gobernadores priistas.
Tres de ellos fueron perseguidos por la ex Procuradora Marisela Morales, nombrada por el Presidente Enrique Peña Nieto cónsul general en Milán, pero los casos se han ido cayendo.
En 2010 el candidato del PRI a la Gubernatura, Rodolfo Torre Cantú, fue asesinado a una semana de la elección, y desde un principio Calderón le dijo al entonces gobernador, Eugenio Hernández, que había sido cometido por priistas. El crimen sigue en las sombras. Egidio Torre Cantú, hermano del candidato, lo sustituyó y ganó la elección.
Torre Cantú inició su sexenio de la manera más abominable que pueda pensar un funcionario electo: con escolta militar permanente y un chaleco antibalas que no podía dejar de utilizar cada vez que saliera a la calle.
El Gobernador acudió al Ejército por una ayuda que sentía que Calderón había dejado de darle al estado. Torre Cantú le pidió al ex Secretario de la Defensa, general Guillermo Galván, que enviara al Ejército a vigilar sus carreteras -convertidas en cementerios clandestinos e imposibles de transitar durante las noches- y que del presupuesto estatal, pagaría la construcción de instalaciones para los soldados.
El general aceptó, pero ningún funcionario civil lo autorizó. Hasta mayo de 2011, distraído el gobierno en la cacería de los ex gobernadores, logró reforzar la seguridad con el Ejército.
En su primera fase llegaron 2 mil 290 soldados y marinos para apoyar la seguridad pública en 22 municipios y estableció el mando único policial, que los panistas habían saboteado durante el sexenio de Calderón.
Entre 2011 y 2012 se construyeron tres cuarteles militares en los municipios Mier y San Fernando, que se encuentran cerca de la frontera con Texas, y El Mante, en el sur.
Por San Fernando corría una carretera que conecta con Nuevo León, y convertida en campo de batalla de cárteles.
Por El Mante, Los Zetas mandaban a sus sicarios hacia el sur. Torre Cantú le dedicó poco más de 3 mil 200 millones del erario público al apoyo de las Fuerzas Armadas y gradualmente le comenzó a rendir frutos.
El plan estratégico lo pudo realizar mientras el gobierno de Calderón estaba ocupado de otras cosas y no había obsesión única sobre Tamaulipas. La presencia del Ejército en las carreteras redujo la violencia y las volvió transitables nuevamente, aunque no han terminado de limpiarlas de delincuentes.
El relevo del general Galván por el actual Secretario, general Salvador Cienfuegos, no frenó la presencia activa del Ejército en el estado, aún cuando el Gobierno federal comenzó con una estrategia de contención, pero no combate al narcotráfico.
Haber mantenido esa línea de acción impidió que el estado se volviera a incendiar en forma masiva e incontrolable. Pero sobre todo, seguir la caza de los jefes de Los Zetas y del Cártel del Golfo, y sus subalternos.
"Los estamos acabando", comentó una alta fuente militar. Están en la dinámica de qué tantos caen o mueren de ellos, vis-a-vis que tan rápido se regeneran.
Los narcotraficantes van perdiendo esa carrera de vida y muerte. Aún con todo lo que falta, lo impensable hasta hace muy pocos años, la recuperación de Tamaulipas, puede ser ahora viable y factible.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
Twitter: @rivapa
Leído en http://www.noroeste.com.mx/opinion.php?id_seccion=104
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