viernes, 9 de agosto de 2013

Sergio Sarmiento - Los humos

"Es cierto que fumar es una debilidad moral, pero debemos precavernos del hombre sin debilidades morales".
Lin Yutang
Un famoso periodista, conocido por su costumbre de exhalar humo con la intensidad y constancia de un chacuaco, escribía ayer en su columna que legalizar la marihuana violaría el artículo cuarto de la Constitución que señala que "Toda persona tiene derecho a la protección de la salud". Su argumento me recordó al presidente Felipe Calderón cuando, con un caballito de tequila en la mano, pontificaba acerca de la obligación moral de los gobernantes para impedir que las drogas llegaran a los jóvenes.



Carlos Marín, director editorial de Milenio, es un hombre divertido e inteligente. Departir con él, sin embargo, puede llevarlo a uno a aspirar pasivamente una buena cantidad de humo. No lo lamento. La vida está llena de placeres, como una buena conversación, y esto implica también sacrificios que yo pago gustoso. Marín está tan orgulloso de su hábito que aparece en la fotografía que ilustra su columna con un cigarrillo entre los dedos.
Fumar tiene consecuencias negativas para la salud, pero no es aceptable perseguir a alguien por utilizar sustancias que dañen su salud. Por eso, aunque no fumo, me opongo a que se acose a los fumadores, como están haciendo ahora el gobierno y las mayorías no fumadoras.
Yo nunca vi a Felipe Calderón agobiado por los humos del alcohol, pero sí se tomaba un par de copas o más en las comidas o en las fiestas. El alcohol, en moderación puede ser bueno para salud, particularmente en la forma de vino, pero también puede ser dañino. Esto ha llevado a que se prohíba su venta en lugares como Rusia de 1914 a 1925 o Estados Unidos de 1920 a 1933. En la década de 1990 el Ejército Zapatista de Liberación Nacional también lo prohibió en los territorios que controlaba en Chiapas.
Imagino que quienes implantaron esas prohibiciones lo hicieron con las mejores intenciones. Supongo que buscaban cuidar la salud de la comunidad y promover ese derecho a la protección a la salud que señala el artículo cuarto constitucional. La experiencia me dice, sin embargo, que la moral no se puede legislar ni imponer. Una cosa es prohibir los delitos con víctima, aquellos en que se hace daño a otra persona, pero castigar los "delitos contra la salud" es siempre un abuso.
La prohibición de las drogas es una de las peores experiencias que ha sufrido la humanidad. De nada ha servido que por décadas los gobiernos hayan mantenido una guerra. El consumo no ha bajado y en cambio sí se han generado problemas peores, como la violencia.
Nadie con dos dedos de frente piensa que la guerra se puede ganar. El propio "zar antidrogas" de Estados Unidos, Gil Kerlikowske, me dijo en julio de 2009: "No vamos a eliminar las drogas o la violencia durante mi vida". La prohibición no es más que un desplante político para ganar votos o, peor, una estrategia para mantener un rentable mercado negro.
Si el "derecho a la salud" obliga a la prohibición de la marihuana, como señala Marín, entonces todos estamos en problemas. Habría que prohibir el cigarrillo que fuma el periodista y el alcohol que bebe el ex presidente; los refrescos y el jugo de frutas (un jugo de naranja natural tiene tanta azúcar como una Coca-Cola); los autos, que emiten contaminantes, y la carne roja con o sin clembuterol.
Hay mucha gente que vive con la obsesión de prohibir... todo lo que pueda causar un daño o sea pecado, incluido el sexo. Yo pienso en cambio que hay que bajarles los humos a los prohibicionistas. La vida es un riesgo... pero un riesgo que vale la pena correr en libertad.
CRE sin gas
La Suprema Corte ha decidido que la Comisión Reguladora de Energía se excedió en sus atribuciones al tratar de obligar a Zeta Gas a recibir combustible de sus competidores en sus instalaciones de Manzanillo. La CRE paralizó por eso una planta de 250 millones de dólares (véase mi artículo "CRE sin gas" del 2.10.12). Hoy la Corte hace justicia.

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