Resultó demoledor el golpe de Enrique Peña Nieto a Andrés Manuel López Obrador. Ni IVA en medicinas y alimentos, ni exención a los que más tienen y por fin un gravamen a la Bolsa de Valores.
Y es que, como ayer lo dijimos en este espacio, el gobierno de Peña Nieto entendió que no podía entregarle a su principal adversario, López Obrador, las banderas para derribar al nuevo gobierno del PRI.
En el fondo, Peña Nieto hizo suyas las banderas históricas de la izquierda, y si tienen dudas, una rápida revisión:
De inicio la propuesta de reforma hacendaria se planteó como una de carácter social, como un instrumento para mejorar la educación, la infraestructura y eventualmente, para incentivar el crecimiento económico —hasta un 3%— a lo largo del sexenio.
Además, se planteó la modificación a los artículos 4, 73 y 123 con el objetivo de elevar a rango constitucional la pensión universal para adultos mayores —a partir de los 65 años— y el seguro de desempleo. ¿Y cómo se obtendrán los recursos para estas mejoras?
En pocas palabras, la reforma hacendaria del presidente Peña contempla una nueva ley de ISR —acotando los regímenes preferenciales e incrementando el porcentaje en quienes perciben mayores ingresos—, además establece impuestos a dividendos y ganancias de la Bolsa de Valores y elimina impuestos como el que se aplica a los depósitos en efectivo y el Empresarial de Tasa Única; IETU.
Y claro, se dejó fuera el IVA a alimentos y medicinas —aunque se homologará el monto en todo el país—, y se pretende modernizar el cobro de los derechos de minería, agua y por el aprovechamiento del espectro radioeléctrico.
Por cierto, también se busca volver más eficiente el pago de impuestos mediante procesos automáticos en el SAT, con reducciones a las cuotas de seguridad social para los trabajadores que perciben ingresos bajos y con un régimen de incorporación fiscal para los nuevos negocios —o los que pretenden migrar a la formalidad—, los cuales obtendrán descuentos durante los primeros años de ejercicio.
Finalmente, el gobierno federal aseguró un uso transparente y eficaz de lo recaudado evitando crear nuevas plazas en el gobierno, adquirir nuevos vehículos y creando indicadores —así como periodos de información— de los principales programas y las aportaciones federales.
Y frente a este golpazo, ¿Cuál va a ser la reacción de López Obrador? Sin duda, tiene todo el derecho a protestar contra el gobierno y las políticas públicas de esta o aquella administración y de llamar a movilizarse contra todas las reformas que crea perniciosas para su proyecto.
También es cierto que a los jefes de la llamada Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, CNTE, les asiste la razón al cuestionar las reformas educativas que suponen van en contra de sus intereses gremiales y personalísimos. Y tienen todo el derecho de caminar por donde les plazca para oponerse a la reforma de la materia.
Pero en lo que no tienen razón, ni AMLO ni la CNTE, es en justificar su activismo con la montaña de mentiras que han construido contra las reformas que le urgen al país, sobre todo, no tienen derecho a suplantar el mandato de las mayorías por el uso de la violencia, el chantaje y la amenaza de desestabilización del país.
Y es que si AMLO y sus socios de la CNTE fueran verdaderos demócratas, no habrían recurrido a la violencia, al chantaje, a la violación de garantías y derechos de las mayorías y a la amenaza de sabotear la ciudad de México en demanda de imponer su voluntad, antes que respetar la decisión de las mayorías, expresada en los gobiernos y los congresos emanados de la elección de julio de 2012 y es que, precisamente, esas mayorías otorgaron una abrumadora superioridad numérica de gobiernos y congresos a los tres grandes partidos; PRI, PAN y PRD.
Y casualmente, apoyados en su mayoría legislativa, esos tres partidos decidieron dar el formato a lo que conocemos como Pacto por México, que no es otra cosa que un moderno acuerdo político–legislativo que busca la transformación del país a partir de las vías institucionales, como es el Congreso.
Si fueran demócratas el señor López Obrador y los líderes de esa mafia conocida como CNTE no tratarían de suplantar el orden institucional, al Congreso de la Unión y no intentarían derribar a los gobiernos federal y de la capital del país.
Sin embargo, AMLO y sus socios de la CNTE enfrentan un severo dilema: ¿cómo convocar a la sociedad a que combata y rechace las propuestas que por décadas abanderó la izquierda, banderas que hoy les arrebató Enrique Peña Nieto?
Leído en http://www.eluniversalmas.com.mx/columnas/2013/09/103480.php
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