En el mejor de los casos, el crecimiento económico cerrará 2013 apenas arriba de 1% y según el Fondo Monetario Internacional “la desaceleración inesperada en México tuvo que ver con la disminución del gasto público, el enfriamiento de la actividad en el sector de la construcción y la demanda anémica en Estados Unidos”.
Para ponerlo más claro, la caída del pronóstico original, de 3.5%, se debe a que el gobierno entrante amarró el gasto; a que la industria de la construcción, alimentada en gran medida por la inversión pública, disminuyó; y a que Estados Unidos, sumido en su propio laberinto político con consecuencias financieras, ha dejado de comprar productos mexicanos.
Aún falta dilucidar si el amarre del gasto durante el primer semestre se debió a que el gobierno quería mantener tranquilos a sus socios del PAN y PRD en el Pacto por México para que no lo acusaran de inyectar recursos públicos a la competencia electoral en varios estados, a una falta de previsión, a las ganas de alinear a sus intereses las licitaciones y contratos, a la impericia del equipo recién llegado de Peña Nieto, al miedo a tomar decisiones, a la determinación de hacer un “guardadito”. No queda claro.
El hecho es que las perspectivas de la economía están muy por debajo de las que eran cuando el gobierno diseñó su plan de reformas para 2013. Y ningún gobierno en el mundo tiene un cómodo margen de maniobra para sacar adelante un plan ambicioso de reformas que dividen a la sociedad cuando entrega resultados económicos de 1%, mucho menos si de plano sus números caen en la franja de la recesión.
Por eso parecen más dramáticos ahora los 120 días –quedan 73– que identificó el presidente como el periodo para lograr que este año sea recordado como uno histórico en la modernización de México.
El entorno es comentable: aunque la crisis que enfrenta el gobierno de Barack Obama es más espectacular estos días, la situación del gobierno mexicano es quizá más delicada.
El presidente de Estados Unidos ha mostrado poca habilidad para negociar con la parte radical republicana del Congreso, pero el tamaño de la catástrofe económica que se produciría si no logran un acuerdo para el techo de endeudamiento hace pensar que habrá un arreglo, aunque sea el provisional que propone la derecha.
En cambio, el presidente de México ha contado hasta ahora con un Congreso colaborador. Las reformas que le faltan no saldrán por unanimidad como la educativa y la de telecomunicaciones… pero tengo la impresión de que saldrán.
El régimen parece contar con los votos suficientes: en la energética tiene el apoyo del PAN pero la resistencia del PRD. En la fiscal es al revés. Para los estrategas del gobierno es vital sobre todo la primera.
Con todo y reformas aprobadas, el 2014 enseña sus colmillos al gobierno de Peña Nieto. El deterioro de las perspectivas macroeconómicas y los tristes resultados en el combate a la pobreza con la Cruzada Nacional contra el Hambre no mejoran la atmósfera.
Leído en http://www.vanguardia.com.mx/columnas-tictac%E2%80%A6-1852981.html
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