O P I N I Ó N
F E D E R I C O R E Y E S H E R O L E S
Mirar al cielo
Un hombro esquelético al aire, los ojos perdidos, el cabello y la barba crecidas, cubierto con una típica cobija a rayas, un hombre joven -de quizá 30 años– de nombre José Sánchez Carrasco esperó y esperó frente al Hospital General de Guaymas para ser atendido por un fuerte dolor de espalda. Un médico se apiadó de él y lo auscultó, allí en el piso, a 38 grados centígrados, nunca fue internado. La muerte llegó puntual mientras la burocracia seguía sus inalterables procedimientos kafkianos, sin alteración, sin vergüenza, sin el menor sentido de humanidad. Jornalero nacido en Chihuahua dedicado al cultivo de la sandía, sin adscripción y sin dinero, con semanas de ayuno involuntario, José Sánchez Carrasco es el prototipo de una tragedia cotidiana que con frecuencia ya somos incapaces de registrar. La insensibilidad es una enfermedad progresiva, no mata al cuerpo, pero acaba con el alma.
Unos días antes, una indígena mazateca, Irma López Aurelio -romper el grosero anonimato es sólo el principio- dio a luz en el pasto frente a la clínica de San Felipe Jalapa de Díaz en Oaxaca. Pocos días después Carmen Oceguera, también dio a luz en el piso de la recepción del Hospital de la Mujer de Tehuacán, Puebla. Encaremos el hecho: el sistema de salud en México, ya dio de sí. Las camas no alcanzan, los quirófanos tampoco, los tiempos de espera ofenden, las medicinas no llegan y una larga lista de carencias que marcan la vida de decenas de millones de mexicanos. Pero ellos son de alguna manera los privilegiados que tienen alguna adscripción, alrededor del 40 por ciento de los mexicanos. Qué decir del otro 61.2 por ciento (CONEVAL).
México es el país de la OCDE donde más dinero gasta el paciente, casi el 48 por ciento del total de gasto en salud. La comparación sulfura: en EE.UU. es 12.3 y en los Países Bajos 6.2. Ejemplo, el padre tiene IMSS, la madre tiene ISSSTE o equivalente, son privilegiados, el niño se enferma y ante las deficiencias en el servicio público lo llevan con el médico privado. Tres gastos médicos. Peor aun. ¿Cómo explicar la movilidad regresiva, es decir la de aquellos que mueren más pobres de lo que nacieron, que perdieron patrimonio? (CEEY). Cuando un pariente se enferma o tiene un accidente, la familia se empobrece. Si a eso le sumamos que sólo un 22 por ciento de los mexicanos cuenta con algún seguro adicional, básicamente clases medias y altas, pues el escenario es dramático. Dudo que un buen número de los afectados por "Ingrid" y "Manuel" tengan algún seguro.
Pero la evasión pareciera un deporte nacional. Aquí no creamos Ministerios para la Felicidad pero hacemos algo igual de perverso: legislamos derechos constitucionales que no tienen ninguna viabilidad, miramos al cielo, quizá en espera de un milagro. Sin alcanzar la cobertura total de primaria, nos lanzamos a la obligatoriedad de la secundaria y, ¿por qué no?, también el preescolar y después la preparatoria. Si la gestión del Presidente Peña quisiera cumplir ese mandato tendría que construir un bachillerato cada día de su periodo. Y ahora ya se legisló la pensión universal para mayores de 65 años. Hoy son el 7.4 por ciento, serán más del 21 en el 2050. ¿Cómo se va financiar? Nadie sabe bien a bien y no queremos pensar que será con deuda. Lo mismo ocurrió con el Seguro Popular que no tiene financiamiento. ¿Puede haber una pedagogía peor para la cultura de la legalidad que el incumplimiento de obligaciones por parte de la autoridad?
Hay un síndrome de desorden mental que desquicia la vida pública. ¿Por qué no atacar frontalmente la deserción en primaria, sobre todo la femenina que tiene consecuencias gravísimas en las próximas generaciones? La expresión educar a una madre es educar a una familia es estadísticamente correcta. Ya construimos las aulas, ya se paga y capacita a los maestros y los padres deciden que el mejor futuro para sus mujercitas es el hogar. Esa es la inercia cultural, pero también la carencia asistencial: cuidar al abuelo o al hermanito o al enfermo. La secundaria obligatoria es ese segundo paso, 20 por ciento de los jóvenes que debieran cursarla quedan fuera. De la preparatoria ni hablar: 40 por ciento está afuera. Si son obligatorias, las autoridades tendrían también la obligación de buscar a los menores y a sus familias y garantizar la asistencia.
Lo mismo para el sistema nacional de salud. Casi el 60 por ciento de la nómina del IMSS se va en pensiones y jubilaciones. El ISSSTE está peor, 72 y eso que Fox le metió mano al IMSS con Santiago Levy al frente y Calderón al ISSSTE. Pero si asumiéramos esos pasivos y coordináramos los esfuerzos en salud de las 32 entidades nos encontraríamos con una inversión nacional en infraestructura muy considerable que ha llevado décadas construir. Si de verdad todavía nos conmueven casos como el de Irma López, la señora Oceguera o el de José Sánchez reflexionemos en cómo financiar sanamente un sistema universal de salud. Aunque siempre será más fácil mirar al cielo y quedar bien con la historia modificando la Constitución con una nueva ilusión, que bajar la mirada y atender eficazmente a los vivos que se mueren tirados en el piso frente a un hospital.
Leído en http://www.noroeste.com.mx/opinion.php?id_seccion=104
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