El futbol refleja su entorno. Sigue entonces que como en buena parte de nuestros asuntos, no basta con un buen diagnóstico para derrotar los intereses que lo tienen sumido en la mediocridad.
El futbol es el deporte más popular del mundo por la facilidad para jugarlo y entenderlo. Es notable la comprensión sobre las causas de la postración de nuestra Selección Nacional. Según una encuesta de Reforma, del 17 de octubre de 2013, 80% se siente insatisfecho con su desempeño y 90% coincide en que el fiasco tiene tres vértices: 1) se prioriza lo mercantil sobre lo deportivo; 2) se cosechan años de pésimo trabajo; y 3) faltan cambios de fondo.
La Selección Nacional ha sido una máquina de dinero fácil que beneficia de manera desigual a jugadores, dueños de clubes, televisoras y algunas empresas. No desentona con lo que pasa en otros ámbitos y el dominio de unos cuantos provoca que el Tricolor nos dé más amarguras que alegrías. Su capacidad para amargar viene de una deficiencia estructural.
El Tri tiene 14 patrocinadores oficiales; seis mexicanos y ocho extranjeros. Los cinco de la categoría Master son parte de trasnacionales: tres estadounidenses (Coca-Cola, Banamex y Procter and Gamble), un español (Telefónica-Movistar) y un alemán (Adidas). Los masters pueden usar todo lo relacionado con la selección, mientras que los patrocinadores Asociados tienen derecho a porciones delimitadas. Como a los patrocinadores les interesa vender se anuncian en las televisoras, que también son dueñas de varios equipos, son frecuentes los conflictos de interés.
El sistema ha dañado la personalidad de buena parte de los jugadores; tienen salarios tan enormes como sus egos adictos a las cámaras. El lenguaje corporal de Memo Ochoa o de Giovani dos Santos, entre otros, es el de actores más interesados en el modelaje que en el juego que practican. Son carne de reality show mal preparados anímicamente para deportes de alta competencia.
Al igual que millones de mexicanos, su mala educación viene de una prolongada exposición a los cronistas de futbol que trituran el léxico y torturan la lógica. Hay excepciones como las de Paco Villa (Televisa) o Luis García (TV Azteca), pero la mayoría se caracteriza porque en lugar de analizar los aciertos y defectos de las respectivas estrategias se solazan en dispensar consejos, en ridiculizar a tal o cual protagonista o en anunciar productos. Carecen de autocrítica, su preparación es deficiente y no respetan la dignidad de los demás.
Relatar un encuentro puede ser ameno y educativo como lo demuestran Carlos Martínez y Michael Robinson en el Canal+ español, el argentino Mario Alberto Kempes, en ESPN, o Gary Lineker, comentarista estrella de la BBC de Londres. Transmiten conocimiento del tema, respeto hacia el auditorio y el lenguaje y de cuando en cuando acuñan frases memorables. Lineker cinceló una perla de humor negro británico cuando, después de una dolorosa derrota del inventor del deporte, Inglaterra, ante Alemania (Italia 90) concluyó que "el futbol es un juego muy fácil: 22 hombres se pasan 90 minutos corriendo detrás de un balón, y al final ganan los alemanes".
Hay un amplio consenso sobre la manera de sacar de la mediocridad al Tri. Un 50% de los encuestados por Reforma coincidió en que el camino es la promoción de las fuerzas básicas enmarcado en un manejo serio de la problemática antes descrita. El camino seguido por el Barcelona -el mejor equipo del mundo- asienta sus éxitos en la fidelidad a un mismo estilo forjado en La Masía, una escuela de deportistas y de seres humanos.
Bélgica hizo lo mismo. Después de su desastrosa participación en competencias internacionales Michael Sablon armó un plan en 2001 para comprometer a los "equipos belgas a jugar en sus categorías inferiores" con un esquema parecido que incluía dar prioridad a la técnica individual (véase la nota de Ladislao J. Moñino, El País, 12 de octubre de 2013).
Algunos equipos mexicanos están siguiendo ese camino. Las Águilas del América han tenido una notable mejoría después de la reestructuración hecha en 2011. Por tanto, es lógica la solución cortoplacista a las tribulaciones del Tri: ponerle el uniforme verde al América y a su entrenador para lograr la clasificación al mundial del próximo año y garantizar la prioridad mayor: las utilidades. Como en otras parcelas nacionales aplican parches cuando se requieren cirugías mayores.
Los mandarines de nuestro futbol ¿emprenderán la reforma a fondo que eleve la calidad del deporte a un nivel acorde con el tamaño de la economía y la pasión por ese deporte? Es deseable pero improbable. El camino más natural del Tri es que los cambios se den en la medida en que se organice la sociedad y vaya imponiendo las transformaciones porque, después de todo, el deporte es un simple espejo de la vida diaria.
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Agradezco las sugerencias de John Carlin y Martín del Palacio y la colaboración en la búsqueda de información de Paulina Arriaga Carrasco y Maura Roldán Álvarez.
Leído en Reforma
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