jueves, 7 de noviembre de 2013

Alejandro Gertz Manero - El despotismo petrolero

En la historia de la humanidad ha habido periodos muy claros y definidos, como el medievo, el Renacimiento, el despotismo ilustrado y la Revolución Industrial; ahora el despotismo petrolero por sí mismo ha llegado a constituir una nueva época histórica, que comenzó a finales del siglo XIX y que hoy se encuentra en su apogeo de poder y violencia.

Bajo ese yugo, la comunidad mundial ha sufrido y resentido por más de 100 años el imperio aplastante del petróleo, que ha sido un factor económico y político abrumador, que ha sometido a pueblos y gobiernos en todo el orbe; dictando sus leyes, provocando y financiado revoluciones, organizando guerras y matanzas sin fin, mientras impone proyectos económicos y especulativos a nivel universal, que han generado fraudes colosales y recesiones catastróficas como la que acabamos de vivir.





Sus antecedentes nos llevan a las grandes revoluciones del siglo XX, tanto la mexicana como la rusa, que no pueden disociarse de esa realidad, y en el caso de nuestro país, historiadores como John Womack, Friedrich Katz, y el autor nacional Francisco Martín Moreno han estudiado y evidenciado la intervención brutal de las petroleras para tirar a Porfirio Díaz, asesinar a Madero y a Carranza, sometiendo a Obregón a través de los Tratados de Bucareli, en un periodo revolucionario en el que este país se convulsionó y se enfrentó en una lucha fratricida que sospechosamente nunca tocó el territorio petrolero, donde jamás llegó la Revolución, ni se disparó un balazo, ni se atentó contra la “inversión extranjera”, mientras esa “faja de oro” produjo inmensos volúmenes de petróleo en beneficio de empresas extranjeras que convirtieron a México en el primer exportador mundial de ese combustible, que nada le dejó al país, mientras el general mexicano, Manuel Peláez y sus lugartenientes cuidaban esa región para que no hubiera ni rastros de revolución en ella, hasta que el choque coyuntural entre esa industria y el gobierno norteamericano de Roosevelt propició nuestra nacionalización petrolera.

Un fenómeno muy semejante se dio en relación con la revolución bolchevique y sus vínculos con los inmensos recursos de la región rusa de Bakú, que fue otra zona intocable para la violencia revolucionaria, ya que desde ahí se financiaba una parte sustancial del nuevo régimen comunista, mientras las empresas petroleras extranjeras se llevaban buena parte de las ganancias que dicha explotación generó.

En ese ámbito de guerras y revoluciones petroleras podemos transitar por todo el siglo XX para reconocer el fracaso del Eje en la Segunda Guerra Mundial, cuando los recursos petroleros se le agotaron. Después, la conflagración volvió a aparecer entre Irak e Irán, con objeto de mantener los altos precios del combustible; lo cual se volvió a repetir en forma descarnada en la Guerra del Golfo, y en la subsecuente invasión a Irak.

En ese contexto podemos recorrer la economía, la historia y los conflictos mundiales de los siglos XX y XXI, en razón del combustible que mueve al mundo y que al mismo tiempo es materia prima fundamental en la alimentación, la industria y la energía general, y cuyo precio promedio de extracción es hoy menor de 10 dólares por barril, mientras se vende en más de 100, generando ganancias descomunales que producen también inflación alimentaria universal, hambrunas masivas y megafraudes mundiales como el de los petrodólares, en un entorno en el que los cuatro “jinetes del apocalipsis” son criaturas y engendros del imperio petrolero y de sus detentadores.

Cuando uno recorre ese camino histórico y observa las dimensiones descomunales del poder petrolero, lo que estamos viviendo en México el día de hoy es sólo una minúscula expresión del inmenso poderío de esa industria que mueve y somete al mundo, y con mayoría de razón a la pequeñez y a la debilidad de un sistema político como el nuestro, que sólo subsiste gracias al petróleo, y que por lo tanto está dispuesto a hacer lo que el monstruo petrolero le imponga con tal de sobrevivir.

Por todo ello, quien pretenda oponerse a esa realidad abrumadora tendrá que confrontarse, mucho más allá del ámbito nacional, con el verdadero energúmeno petrolero mundial que hoy controla la extracción y la comercialización del combustible mexicano y que va por lo que queda y lo que encuentre, como lo ha venido haciendo por más de 100 años.

editorial2003@terra.com.mx


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