7 Nov. 13
Ni comprendemos ni valoramos la democracia. Ésa es la triste conclusión a la que llego luego de revisar el más reciente informe de Latinobarómetro.
Se trata de una encuesta que se viene realizando en 18 países de América Latina desde 1995 para medirle el pulso a los humores públicos oscilantes en relación con la democracia. Pues bien, la información sobre México no es para lanzar las campanas al vuelo.
No entendemos lo que es la democracia. Una fórmula de gobierno que permite la convivencia y la competencia institucional de la diversidad y que ofrece la posibilidad de cambiar a los gobiernos sin el uso tradicional de la violencia. Se escribe fácil, pero es una auténtica construcción civilizatoria; y en nuestro caso arribamos a ella luego de una combinación virtuosa de movilizaciones, conflictos y reclamos y de sucesivas reformas para transformar normas e instituciones.
La democracia se sostiene gracias a la existencia de grandes partidos políticos que actúan como agregadores de intereses, redes de relaciones, plataformas de lanzamiento electoral, referentes ideológicos, enlaces entre la sociedad civil y el Estado y súmele usted. Y cristaliza en el mundo de la representación, fundamentalmente en los Congresos, donde habita la pluralidad de opciones políticas que cruzan y modelan un determinado país. Por ello, la democracia y su sustentabilidad son imposibles sin partidos y Congreso.
No obstante, a la pregunta de si la democracia puede funcionar sin partidos, el 45 por ciento de los mexicanos respondimos que sí. Se trata del porcentaje más alto de la región; 14 puntos por arriba de la media latinoamericana y muy lejos de Venezuela (14), Argentina (17), República Dominicana (18) o Uruguay (23).
También quedamos en el último lugar (o en el primero, según se vea), cuando se afirma que la democracia puede funcionar sin Congreso Nacional: 38 por ciento de los mexicanos respondieron que sí; otra vez muy lejos de Argentina (11), Venezuela (14) o Uruguay (17), y 11 puntos por encima de la media de los 18 países (27).
Pero tampoco la apreciamos con suficiencia. Dado nuestro pasado autoritario uno pensaría que la democracia sería bien valorada. No obstante, no es así. A los encuestados se les pregunta con cuál de las tres frases siguientes está más de acuerdo para medir su adhesión a la democracia: a) "la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno", b) "en algunas circunstancias, un gobierno autoritario puede ser preferible a uno democrático" y c) "a la gente como uno, nos da lo mismo un régimen democrático que uno no democrático".
En nuestro caso, la primera frase logró el apoyo del 37 por ciento de los entrevistados, la segunda el 16 y la tercera el 37 (el resto son no respuestas). Muy lejos de Venezuela, Argentina, Uruguay o Chile donde el apego a la democracia llegó a los siguientes porcentajes: 87, 73, 71 y 63. Quedamos en el último lugar a 19 puntos del promedio latinoamericano (56).
Latinobarómetro aplica también otro "reactivo". Pregunta a los encuestados si están de acuerdo con el siguiente enunciado: "La democracia puede tener problemas, pero es el mejor sistema de gobierno". El 66 por ciento de los mexicanos dijo estar de acuerdo. Luego de la anterior, no parece estar mal. Pero somos el penúltimo lugar en la materia, sólo superamos a El Salvador (65) y estamos muy lejos de Venezuela (93), Argentina (90), Uruguay (88) y del promedio de la región (79).
Entre 1995 y 2013, en 11 países del estudio aumentó el apoyo a la democracia. Pero en siete decreció. Uno de ellos es México: 12 puntos porcentuales menos. Sólo nos gana Costa Rica donde el apoyo disminuyó 16 puntos.
Lo cierto es que existe una muy escasa satisfacción con la democracia. En México sólo el 21 por ciento de los encuestados dijo estarlo, le ganamos, eso sí, a Honduras (18), último lugar; y otra vez estamos muy lejos de los punteros: Uruguay (82), Ecuador (59), Nicaragua (52) y de la media de la región (39). Y la satisfacción sin duda es otra cosa. Distinta a la comprensión de lo que es la democracia y del valor que le asignamos.
Quizá la profunda insatisfacción se deba a que el proceso democratizador ha coincidido con una larga etapa de minicrecimiento económico -por no decir estancamiento- que ha hecho que las condiciones materiales de vida de franjas enormes de mexicanos se hayan deteriorado.
Porque en efecto, cualquier fórmula de gobierno es evaluada por los ciudadanos no sólo por la mayor o menor libertad que se pueda ejercer, sino por el mejoramiento o deterioro de las condiciones de vida y los derechos sociales que se puedan o no explotar.
Sólo el 10 por ciento de los mexicanos considera que la situación económica del País es buena (el promedio para Latinoamérica es de 25), mientras el 46 cree que es mala o muy mala; y no se requiere ser Einstein para considerar que eso influye -y mucho- en la insatisfacción con la democracia. Quizá lograremos multiplicar las adhesiones a la democracia si somos capaces de revertir esa situación.
Fuente: El Norte.
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