Estuve con “Silvito el libre” la semana pasada, durante una visita del joven rapero a Miami, y le pregunté sobre una de las canciones de su grupo, titulada “Háblame”. La canción dice, entre otras cosas, que Cuba es un país sumido en la tristeza, donde la seguridad del Estado persigue a los ciudadanos, y donde el comunismo sirve a los intereses de unos pocos.
“Definitivamente, la mayoría del pueblo cubano está sumido en la tristeza”, me dijo Silvito. “Porque el cubano ha cambiado mucho del cubano de antes. El cubano ha perdido la alegría, muchos han perdido la esperanza”.
Yo esperaba que Silvito agregara que el estado de desesperanza en Cuba se debe al embargo comercial de Estados Unidos -la muletilla del régimen cubano para explicar todos los males de la isla-, pero Silvito ni siquiera lo mencionó. Dijo que los cubanos son un pueblo triste porque “se sienten pisoteados todos los días por la Policía, por el Gobierno, por las leyes, por todo”.
Cuando le pregunté qué dice su padre sobre sus opiniones políticas, Silvito me dijo que Silvio Rodríguez “es una persona muy libre y muy abierta”. Silvito agregó que su padre “siempre me apoyó en todo momento... Él profesa su sentimiento, y yo profeso el mío”.
Silvito me contó que tanto su madre como muchos de sus amigos han sido acosados por la Policía secreta. Por no ser miembro del sindicato oficial de artistas, no puede cantar en conciertos masivos, y sólo puede presentarse en conciertos alternativos “una vez cada seis meses, más o menos”, me dijo.
¿Tú eres una excepción entre los jóvenes cubanos?, le pregunté, refiriéndome a su postura política.
“No, para nada. La juventud cubana completa, o casi completa, piensa igual que yo”, respondió Silvito. “La juventud cubana completa, o casi completa, es víctima del abuso de la Policía, de la separación de sus familias por esto de Cuba y (el exilio de) Florida, y sabe lo que es vivir en Cuba y salir para la calle sin desayunar, y montarte en una guagua (bus) para llegar a un trabajo donde alguien te maltrata, para cobrar prácticamente nada”.
Le comenté que, después de 54 años de Gobierno totalitario y con una de las censuras de prensa más rígidas del mundo, uno podría suponer que la mayoría de los cubanos -especialmente los nacidos después de la revolución de 1959- ya estarían bien adoctrinados. ¿Por qué no funcionó el adoctrinamiento gubernamental?, le pregunté.
“Hasta hace un tiempo yo creo que sí (que funcionó,) porque todavía hay personas que creen en esa revolución. Pero desde hace un tiempo para acá la gente se ha ido despertando. Porque ya ha sido mucho, ¿entiendes?”.
Cuando le pregunté sobre las últimas reformas económicas del gobernante Raúl Castro, que ha flexibilizado las restricciones para viajar afuera de la isla y ha autorizado a alrededor de 435,000 personas a trabajar en el sector privado, Silvito se encogió de hombros, como diciendo que no estaba muy impresionado por las medidas. Cuba ha autorizado en el pasado algunas reformas en el sector privado, sólo para revertirlas más tarde.
“Han habido algunos cambios, positivos algunos, pero yo personalmente no veo ningún cambio”, respondió. Tras una pausa, agregó: “Yo veo las cosas cada día más mal. No veo ningún cambio positivo”.
El escepticismo de Silvito -que según dicen otros visitantes cubanos es un fenómeno generalizado entre los jóvenes de la isla- contrasta con el optimismo de algunos recientes estudios académicos realizados en Estados Unidos, que consideran que en la isla están ocurriendo cambios positivos de importancia.
Un nuevo informe de Brookings Institution, titulado “¿Aterrizaje suave en Cuba?”, escrito por el ex asesor de asuntos latinoamericanos de la Casa Blanca durante el Gobierno de Clinton, Richard Feinberg, dice que “un dinámico sector privado” de más de dos millones de personas está emergiendo en la isla, y agrega que en Cuba se están produciendo “cambios tectónicos”.
Mi opinión: Es difícil decir desde lejos si las reformas económicas de Cuba son cambios cosméticos, o si representan el principio de una apertura económica. Lo más probable es que hayan sido concebidas por el régimen como una política de control de daños para apaciguar a una población cada vez más impaciente y crítica.
Los nietos de la revolución cubana están hartos de que les mientan, los repriman y los censuren, y cuanto más se demoren los hermanos Castro en permitir que Cuba se abra al mundo, tanto más anticomunista se hará la juventud cubana. Tal como me dijo Silvito: “Ya ha sido mucho, ¿entiendes?”.
Leído en http://www.am.com.mx/opinion/leon/la-tristeza-de-la-juventud-cubana-5394.html
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