domingo, 17 de noviembre de 2013

Jorge Zepeda Patterson - El lavadero de Moreira

En cualquier sociedad moderna Moreira estaría levantando pesas en la cárcel y no en un gimnasio de Barcelona, en donde cursa una maestría becado por el sindicato de maestros, faltaba más.

Como suele suceder cuando un cartón es bueno, el de Sifuentes el pasado viernes resumía de manera perfecta lo que entraña el torso de lavadero que exhibió Humberto Moreira en una foto que circula en Internet. En lugar de los supuestos músculos del exgobernador de Coahuila, la ilustración dejaba ver las pacas de dinero acomodadas como adoquines sobre su pecho.







El juego de palabras no es casual. No sé si Moreira realmente tiene cuerpo de atleta. Con eso de que los exgobernadores ganan maratones internacionales tomando atajos y que Marín, el “Goberprecioso”, “photoshopeaba” su rostro para colocarse en el centro de la imagen de mandatarios cuando todo mundo lo enviaba como apestado a la orilla, resulta poco confiable cualquier testimonio gráfico de un político.

En todo caso, el sentido común de los moneros ubica a Moreira más cerca del lavado de dinero que del pecho de lavadero. Y seguramente no andan errados. El exmandatario pasará a la historia de México como el peor administrador del que se tenga memoria reciente. No sólo se trata de un asunto de finanzas irresponsables (en cinco años convirtió una deuda de 196 millones en casi 34 mil millones), sino de ilegalidad. Hay muchos gobernadores manirrotos que gastan más de lo que tienen, el problema es cuando comienzan a falsificar garantías y a engañar a sus acreedores. Moreira dejó endeudados a sus paisanos por varias generaciones. El hecho de que su tesorero y otros allegados se enriquecieron de manera obscena, obligaría a investigar la fortuna del exmandatario. Pero ya sabemos, fue presidente del PRI nacional y un hombre muy cercano a Peña Nieto.

En abril de este año, Reforma publicó que por su chalet en Valldoreix, un exclusivo barrio de SantCugat —el segundo Municipio más rico de toda Cataluña— paga, mes con mes, 3 mil 500 euros (unos 60 mil pesos), según información de la inmobiliaria AMAT disponible en el portal LaComunity. De acuerdo con esta versión, la residencia de estilo moderno cuenta con 700 metros cuadrados de construcción en un terreno de poco más de mil metros cuadrados, reporta el catastro del Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas del Gobierno de España. El inmueble tiene una piscina cubierta, seis recámaras en dos plantas, seis baños y biblioteca. En la cochera, con espacio para dos automóviles, Moreira guarda una camioneta todoterreno Volvo XC60 versión D4 último modelo, cuyo precio ronda los 39 mil euros (unos 616 mil 200 pesos). El automóvil aparece a nombre de Humberto Moreira Valdés en el Registro de Vehículos de la Dirección General de Tráfico de España.

La fotografía que muestra a un orgulloso Moreira levantando la sudadera para presumir el torso, revela mucho más que a un deportista. Nadie puede estar en desacuerdo con que un hombre de mediana edad (tiene 47 años) se mantenga en buena condición física. Pero en la imagen distribuida hay un inevitable muestra de vanidosa frivolidad que va más allá de un tema de salud. De alguna forma, explica buena parte de un sexenio fallido por el culto a la personalidad en su versión más pueril y pedestre. Escuelas, parques y obra pública bautizadas con el nombre de su madre, su hija o su pareja; gastos faraónicos en ceremonias, viajes y agasajos; desplantes dicharacheros de un gobernador que se distinguió más por los videos de baile que por la gestión ciudadana.

Por desgracia Moreira es sólo un matiz de las muchas versiones de estos sátrapas regionales con los que nos ha castigado la geografía nacional. Mandatarios imberbes en Veracruz, Quintana Roo y Chiapas embriagados por el poder repentino que se comportan con excesos más propios de Justin Bieber y Miley Cyrus, con el agravante de que ellos no saben cantar. O en el otro extremo, gobernadores cuyo estado de salud está muy por debajo del reto que enfrenta su entidad (como es el caso de Michoacán), pero se resisten a dejar el poder. Y entre medio una gran cantidad de mandatarios sujetos a ningún tipo de control en la medida en que controlan la mayoría en sus congresos estatales.

Moreira es apenas una versión de las muchas que padecemos. ¿Qué ha pasado con la clase política?; la frivolidad y la codicia han sustituido la visión de Estado, el compromiso con la comunidad, la responsabilidad que entraña el servicio público. Cuando lo único que tiene para presumir un exgobernador es su abdomen, algo no va bien en la vida pública del País.

@jorgezepedap
www.jorgezepeda.net


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