viernes, 27 de diciembre de 2013

Juan Villoro - La buena letra

Letras Libres ha cumplido 15 años. Me concentro en uno de sus logros: la fuente tipográfica, que recrea del diseño de Heinrich Martin, cosmógrafo del siglo XVI conocido en la Nueva España como Enrico Martínez.

Vivimos rodeados de letras pero carecemos de una relación crítica con la tipografía. Que algo sea legible no implica que comunique bien, del mismo modo en que saber redactar no significa saber escribir.

La fuente tipográfica otorga personalidad a un texto. Basta abrir un libro de Gallimard para ver una letra asentada en la cultura francesa que, por ejemplo, se desmarca de la italiana usada por Adelphi. Baskerville, Bodoni y Times han dado a la letra espíritus diferenciados.





A partir de los años sesenta las corporaciones privilegiaron en sus logotipos una tipografía limpia, neutra, flexible. Desde su nombre, Helvética propuso que todos los idiomas hablaran suizo. Sears, BMW, Samsung, Panasonic, Oral-B y Lufthansa son algunas de las numerosas marcas que utilizan ese silabario.

Helvética es perfecta para la publicidad cibernética. Fácil de aplicar, ofrece una calidez mecánica, ajena al diseñador.

El éxito de esta fuente, y la ausencia de reflexión sobre la forma en que debemos leer textos, ha hecho que también se utilice en periódicos, libros y revistas. Helvética requiere de un fondo amplio contra el cual contrastarse.

Ideal para nombrar una tienda o señalizar un aeropuerto, desmerece en formas íntimas de la lectura. Debe ser vista, no leída. Curiosamente, esta limitación le ha dado impulso en una época contradictoria que piensa que los textos se escriben para no ser leídos.

La industria editorial mexicana renunció a buscar una caligrafía propia hasta que Juan Pascoe comenzó a reflexionar sobre el tema en las ediciones artesanales de Martín Pescador. Fue él quien llamó la atención sobre el trabajo pionero de Enrico Martínez.

Cosmógrafo del rey de España, intérprete del Santo Oficio, ingeniero hidráulico encargado del Tajo de Nochistongo, Martínez dejó un atractivo alfabeto que aguardaba aplicación contemporánea. Gonzalo García Barcha, diseñador de La Jornada Semanal bajo la dirección de Roger Bartra, se propuso crear una fuente basada en esos trazos del siglo XVI.

En 1995 sustituí a Bartra en el suplemento y le propuse a Gonzalo que usáramos esa tipografía. Pero crear las variantes de un alfabeto es una labor tan detallada como pintar paisajes en granos de arroz. En 1998 salí del suplemento sin que los tipos estuvieran listos.

Ese año Letras Libres comenzó su andadura. Su diseñador, Eduardo Danilo, tuvo el tino de contratar a David Berlow, de Font Bureau, para que acelerara la aplicación digital de las letras de Martínez. Así surgió la fuente Oldstyle, en la que Letras Libres se publica desde hace 15 años.

Cristóbal Henestrosa, diseñador que ha recuperado otra fuente de la Nueva España, la de Antonio de Espinosa, y que otorgó al Fondo de Cultura Económica su atractiva tipografía actual, escribe en el número de aniversario de Letras Libres que los tipos renacentistas de Martínez son más producto de la “pasión que de la pericia”: “Seguramente habrían sido mejores si hubiese perseverado en el taller de impresión en vez de dedicarse a idear y dirigir los trabajos de desagüe de la ciudad de México”.

La actividad secundaria de Martínez resulta urgente en una ciudad que no es inundada por el agua sino por la publicidad.

La contracultura de los años sesenta se negó a usar Helvética porque era la tipografía de las corporaciones que apoyaban la guerra de Vietnam. Eso no detuvo el triunfo de un alfabeto que, como la globalización, ya es parte de la atmósfera.

El álbum blanco de los Beatles, sin más adorno que las letras, fue un monumento a Helvética, desde hace medio siglo la mayoría de los letreros públicos de Occidente tienen esa tipografía.

Al analizar un catálogo de 40 licenciaturas registradas por ANUIES, Gabriel Zaid lamentaba que no hubiera una destinada al arte de editar. La tipografía debe pertenecer a la discusión cultural. La forma de la letra incide en su contenido.

Una revista destinada a la reflexión no puede ser ajena a la discrepancia. Más allá de las simpatías y diferencias que suscita Letras Libres vale la pena encomiar su recurso más humilde y resistente: una tipografía propia, ideal para ser leída.

“Son sensibles al tacto las estrellas/ no sé escribir a máquina sin ellas”, escribió Gerardo Diego. No es casual que Enrico Martínez alternara la cosmografía con la tipografía, dos formas de deletrear el universo.

Leído en http://criteriohidalgo.com/notas.asp?id=211771

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