Las manos de Billy Joel.
Sus manos y el piano son como el hombre y la mujer.
Las manos de Billy Joel.
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Billy Joel ha tomado líquido limpia muebles porque quiere matarse.
Tiene 21 años. Las cosas no se le dan. Su chica lo ha abandonado y su carrera como músico neoyorquino ha ido de fracaso en fracaso. Siempre una mujer en la fortuna o en la desgracia. ¿Para qué vivir? Lo ingiere y lo sufre, hasta que alguien llega y lo rescata. De no ser por ese héroe inesperado, no estaríamos este sábado por la noche, a las nueve en punto, escuchando las viejas canciones del pianista.
Billy se repone del lavado de estómago y se va a California. La gran manzana se lo estaba devorando y lo escupe como si fuera una semilla de naranja. Pero Nueva York comete un error con Billy Joel: lo maltrata, lo arroja, pero no lo tritura ni lo acaba. Y lo que no te mata, te fortalece. A final de cuentas —lo cantaría años después—, NY tan sólo es un estado mental.
Bajo el sol californiano, Billy no se vence y recurre a su viejo amigo: el piano. Los buenos amigos, a final de cuentas, hablan poco y escuchan mucho. Y el piano siempre lo ha adorado. Nuestro amigo tiene apenas 25 años de edad. Un chavalillo.
Yo quiero preguntarte, Billy —tal vez algún día me des la oportunidad de hacerlo, así como hace algunos meses le pregunté frente a un micrófono a otro genio, como tú, llamado Robert Lamm, corazón y alma de Chicago, ¿en qué estaba pensando cuando escribió 25 or 6 to 4?—, dónde estabas, qué tenías en tu corazón y cómo escribiste Piano Man, porque esa no es una canción. Definitivamente no.
Piano Man es una gran historia. Una historia contada por varias pequeñas historias de vida: la del anciano, la de John el cantinero, la de Paul el novelista, la de Davy el marino, la de la mesera política y la del hombre de negocios que se emborracha lentamente. Eso es Piano Man: una historia de vida.
Tal vez —sólo tal vez—, habría que culpar a John por darte tragos gratis desde detrás de la barra. ¿Acaso fue él quien te llevó por los caminos del alcohol fácil, de refugiarte, de refugiarnos, detrás de una botella de whisky, sin que la culpa, por supuesto, la tenga el viejo amigo el whisky? ¿Acaso fue Piano Man el que te descarriló con su magia, con su poder, con su eternidad indiscutible, y desequilibró al joven Billy para empujarlo al filo de los abismos, a las noches sin luna y a los días sin sol?
¡Y por supuesto que no es reclamo! ¿Quién soy yo para discutirle algo aBilly Joel? Soy un simple mortal que vive de una pluma. Y tú, Billy, eres un genio inmortal, un dios frente a un piano. No. No es pleito. Sólo es una pregunta porque los periodistas vivimos también de eso: de preguntar.
Pero al final del camino, hay muchas historias y agradecimientos que este mundo te debe, Billy Joel.
Gracias, Billy, por hacerle una canción al más grande de todos: Paul McCartney. James es una bella pieza de amistad.
Gracias, Billy, por mostrarnos que Just the way you are nos enseña a aceptar a la diosa-mujer así, tal como es, como piensa, como habla, como ama, como seduce, y no a amarla como nosotros quisiéramos que fuera. La mujer ideal no existe.
Gracias, Billy, por darnos una lección de vida —sí, otra más—, comoShe’s always a woman. Tienes razón: ella puede matar con una sonrisa… ella puede lastimar con sus ojos.
Gracias Billy, por The River of Dreams. Por ese bello color que es el negro. Por sus ríos. Por sus selvas. Por sus corazones. Por su mensaje.
Gracias, Billy Joel, por It’s Still Rock and Roll to Me. Siempre será así: de todos modos el rock and roll seguirá siendo para ti. Para mí. Para todo el mundo. ¿Quién lo frena?
Gracias, Billy Joel, por You May Be Right. ¡Carajo, otra vez tienes razón! Quizá hay un loco en cada tipo buscando apagar la luz. ¿Quién encuentra el apagador?
Faltan muchas canciones más, pero el espacio se acaba.
Aunque, pensándolo bien, Billy Joel, sí hay un reclamo: ¿cómo está eso que dices al inicio de tus conciertos: “I’m not Billy Joel… I am the grandpa of Billy Joel”.
¡No eres el abuelo de Billy Joel!
Eres el mismo Billy Joel rebelde, de mezclilla y enchamarrado, a punto de romper el cristal de la vida como en la portada de Glass Houses.
Así te veremos siempre, Billy: irreverente, impulsivo, soñador. Con tu gran melena y tus ojeras de atormentado. Con tu estupendo sentido del humor. Haciéndole el amor al piano.
Por lo pronto, gracias, Billy Joel.
BUEN FIN DE AÑO. Esta columna descansará la semana próxima. Reaparece el martes 7 de enero. A todos los lectores, un abrazo cálido de Año Nuevo.
Twitter: @_martinmoreno
Leído en http://www.excelsior.com.mx/opinion/martin-moreno/2013/12/27/935562
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