"No es divertido protestar con el estómago vacío".
Michael Bloomberg
En 1968 los manifestantes salían a las calles con miedo. Ya sea en la marcha del 1o. de agosto de 1968, que recorrió Insurgentes encabezada por el rector de la UNAM Javier Barros Sierra, o en la impresionante manifestación del silencio del 13 de septiembre de 1968, los participantes tenían miedo porque conocían la violencia con la que actuaba la autoridad en México. En la matanza de la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco el 2 de octubre de 1968 o en la del jueves de Corpus del 10 de junio de 1971 se hizo evidente la facilidad con la que la autoridad actúa con violencia mortífera. Hoy los grupos que organizan manifestaciones saben que las fuerzas de seguridad se desplegarán, en la inmensa mayoría de los casos, para protegerlos antes que para reprimirlos.
Los grupos que organizan manifestaciones hoy en México no sólo no suelen enfrentar represión, a menos de que sean extremadamente violentos, sino que reciben importantes beneficios monetarios y en especie por lo que a veces no son más que actos de extorsión. Las secciones de la CNTE se manifiestan porque tienen confianza de que recibirán sus pagos habituales sin presentarse a trabajar, pero también que lograrán concesiones adicionales de las autoridades.
El gobernador Gabino Cué de Oaxaca ha entregado más de mil millones de pesos a organizaciones que se dedican a realizar manifestaciones. Grupos como Antorcha Campesina, el Frente Popular Francisco Villa y El Barzón viven del dinero que obtienen a cambio de sus marchas y presiones. La situación ha llegado al grado de que los líderes alquilan sus organizaciones para llevar a cabo movilizaciones para otros grupos políticos.
Realizar una manifestación profesional requiere de una inversión. Hay que trasladar a los participantes al lugar de la marcha, lo cual requiere la contratación o el secuestro de vehículos. Hay que alimentarlos y a veces pagarles, ya sea en dinero o en especie. En algunas ocasiones el pago a los manifestantes lo realiza directamente la organización convocante; en otras, somos los contribuyentes, como en el caso de la CNTE, cuyos maestros reciben sus quincenas aunque no se presenten a trabajar y cuyos ascensos y bonos son condicionados por los líderes a su participación en cierto número de movilizaciones. La inversión incluye la compra o alquiler de templetes y equipo de sonido que permiten a los líderes encabezar los coros tan característicos de esta conducta colectiva: "Se ve, se siente, el (ponga usted el nombre) está presente...".
Cada año hay más de 8 mil manifestaciones en el Distrito Federal. El fenómeno se repite en estados como Oaxaca y Guerrero. Esta proliferación es consecuencia de que en esos lugares del país hay claros incentivos económicos y de otro tipo para la realización de las marchas. En otras entidades del país, en cambio, las movilizaciones son mucho menos frecuentes o casi inexistentes. A pesar de que pueda haber las mismas o mayores razones para la protesta, la autoridad no aporta los incentivos que alimentan el fenómeno.
El ser humano es predecible en sus actuaciones económicas y sociales. Un comportamiento no se repite una y otra vez a menos de que existan los incentivos necesarios. En un país con una economía pobre y sin crecimiento económico, el negocio de las manifestaciones se ha convertido en una rentable manera de ganarse la vida para algunos.
CERCO AL SENADO
En 2006 Andrés Manuel López Obrador bloqueó el Paseo de la Reforma durante seis semanas. Hoy promete cercar el Senado por tiempo indefinido para impedir la aprobación de la reforma energética. ¿Podrá realmente impedir la reforma con esta táctica? ¿Afectará más el Paseo de la Reforma? .
http://www.sergiosarmiento.com/
Leído en http://criteriohidalgo.com/notas.asp?id=207521
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