Economía: el crecimiento del PIB el año pasado fue peor que mediocre. De una expectativa de 3.5%, terminamos cercanos a 1%. La mala planeación y ejecución del gasto público, junto con la demolición de la política en materia de vivienda provocaron también la creación de alrededor de un cuarto de millón de empleos menos que lo esperado. El reto ahora será que la obra pública —el gasto gubernamental en general— junto con la aplicación de la reforma laboral (al parecer nadie la conoce) le den ánimo a la economía y crezcamos este año alrededor de 3% cuando menos con la generación de un mínimo de 700 mil nuevos empleos formales. Que conste que el presidente Peña Nieto ya tiene las reformas que necesitaba y que Estados Unidos está creciendo nuevamente. En suma: se acabaron los pretextos.
Gobernabilidad: la situación en Michoacán rebasa el calificativo de preocupante. Es un Estado fallido donde los grupos de la delincuencia organizada y, recientemente, los de autodefensa han asumido el rol que debiera corresponder a los gobiernos estatal y municipales en cuanto al ejercicio de la fuerza pública y la recaudación. Es tierra de nadie. Lo peor es que ignoramos de qué lado está el gobierno del estado, teóricamente encabezado por Fausto Vallejo pero, al parecer, manejado desde el escritorio de su muy cuestionado secretario de Gobierno, Jesús Reyna. La paz pública hace rato desapareció de la entidad y los problemas y amenazas sobre la población crecen cada día. No saben en quién confiar ya. Y las voces que justifican la proliferación de grupos de autodefensa hacen, con sus ligeros juicios, una auténtica apología de la justicia por propia mano. O hay compromiso pleno de las autoridades locales o la acción del gobierno federal en Michoacán será insuficiente.
Inseguridad: desde la integración de las tareas de seguridad pública a la Secretaría de Gobernación y el lanzamiento de una “nueva” estrategia contra el crimen, basada realmente en una supuesta comunicación más fluida entre órdenes de gobierno, el resultado es que el sistema penitenciario está totalmente rebasado y los delitos que más lastiman a la sociedad, a saber, secuestro y extorsión, han ido a la alza, lo cual desdibuja la disminución de homicidios en el último año. El verdadero desafío es desmantelar a esas mafias con toda la fuerza del Estado; apresurar la depuración de policías y mandos estatales y municipales, y concentrarse en disminuir los citados delitos de secuestro y extorsión. Mientras esto no ocurra, toda estrategia estará llamada al fracaso.
Reformas estructurales: la productividad del Congreso de la Unión y del Constituyente Permanente, tanto en el número como en la calidad de las reformas es ya histórica. Cierto que Peña Nieto ha sabido capitalizar la participación de diversos colegiados: los partidos de oposición (tanto en el Pacto por México como en el Congreso, no sin generar fricciones internas) y la disciplina ciega y monolítica desu partido, el PRI. Hoy tenemos (por señalar las más importantes): la reforma laboral; la nueva Ley General de Contabilidad Gubernamental; la nueva Ley de Amparo; la reforma educativa (constitucional y tres leyes secundarias); la reforma constitucional en telecomunicaciones y competencia económica; y la reina de las reformas, la energética. No menciono al bodrio fiscal aprobado por el PRI-PVEM y PRD por ir en contra del sentido común y la equidad tributaria. ¿Qué viene? La confección, discusión y aprobación de la legislación reglamentaria en materia de telecomunicaciones, competencia económica y energética. Ciertamente, un reto que no debe significar riesgos mientras todos nos apeguemos a la letra y espíritu de las reformas a nivel constitucional. Creo, empero, que el principal reto es aplicar, debidamente y a tiempo, las reformas estructurales, cosa que hasta ahora no ha ocurrido: la laboral, sin generar más empleos; la de contabilidad gubernamental, con la mitad de gobiernos locales en la opacidad; la educativa, sin consecuencias para maestros faltistas; y la energética, generando falsas expectativas sobre la inminente disminución de tarifas eléctricas y precios de los combustibles.
Dice el presidente Peña Nieto que será éste el año de la eficacia. Veremos. En sus manos recae el mayor peso de la responsabilidad para que así sea. Tiene el acompañamiento del Congreso, de los partidos de oposición, de los gobiernos locales, de los medios de comunicación y de la sociedad en su mayoría. Su único camino será, precisamente, la eficacia prometida. No hacerlo será el fracaso de su mandato y el adiós del PRI en futuras elecciones. Al tiempo.
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