martes, 7 de enero de 2014

Leo Zuckermann - El Constituyente de 2013

Múltiples reformas constitucionales y leyes secundarias que, de ser bien implementadas, cambiarán la faz de la política y economía.


A finales de julio del año pasado publiqué una columna con el mismo título, pero con signos de interrogación. Argumentaba que, de aprobarse todas las iniciativas legislativas que se estaban cocinando, más las que ya habían salido durante el primer semestre, estaríamos frente a una transformación trascendental de la política y economía nacionales. Podríamos estar atestiguando una especie de nuevo Constituyente en 2013. La duda que tenía es si el Congreso federal, más lo congresos locales, tendrían la capacidad de aprobar tantas reformas al mismo tiempo. Hoy, terminado 2013, me atrevo a quitar los signos de interrogación: afirmo que el año pasado se modificaron varios principios que se creían intocables de nuestro entramado institucional.




En primer lugar en la lista, yo pondría la Reforma Energética. Falta todavía la legislación secundaria, la implementación y un posible desafío en las urnas en 2015, pero aquí se dio un primer paso fundamental en la dirección correcta. Una reforma que podría ser el cambio estructural más importante para la economía mexicana desde la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte hace 20 años. Ahora se permitirá la participación del capital privado en toda la cadena productiva de la industria petrolera. El gobierno incluso fue más allá de su propuesta original, ampliando el abanico de formas contractuales para que los privados participen en la exploración y explotación de hidrocarburos. También se abrieron oportunidades de inversión privada en la industria eléctrica. Acabamos, así, con varias décadas de un modelo de control estatista absoluto en materia energética.
Otro cambio fundamental a un precepto constitucional que se creía intocable es el de la reelección. Aunque todavía tiene que ser aprobado por los congresos locales, y todo indica que así ocurrirá, se aprobó la reelección para diputados y senadores. Esto permitirá una mayor profesionalización de nuestro Congreso federal y creo que algo más de rendición de cuentas. Digo “algo” porque desgraciadamente le pusieron un candado a la reelección: aquel legislador que quiera reelegirse tendrá que hacerlo por medio del mismo partido o, si quiere renunciar a éste, tendrá que hacerlo a la mitad de su gestión. Se trata de un candado que dejará intacto el poder que tienen los partidos en México. No me gusta, pero admito que se dio un primer paso para quitar el tabú de la reelección en nuestro país.
Agreguemos a la lista que en la Constitución quedó el principio de la evaluación educativa como mecanismo para recompensar y castigar a los maestros. Es cierto que todavía tienen que negociarse las reglas operativas y que seguramente el gobierno se hará de la vista gorda en algunas regiones del país, pero el hecho es que hay un nuevo precepto constitucional que apunta en la dirección correcta.
Súmese la reforma en telecomunicaciones, donde quedó el compromiso del Estado de inyectar una mayor competencia a un sector donde urge romper el poder monopólico de las empresas dominantes. Y también quedaron en la Constitución nuevas reglas para promover la competencia económica en todos los sectores, lo cual significa políticas públicas para que el Estado combata a los monopolios y oligopolios que sofocan nuestra economía.
Otra reforma constitucional importante fue la de transparencia, que amplió los sujetos obligados de informar sobre sus acciones, incluyendo qué hacen con el dinero de los contribuyentes. Se agregaron los partidos, sindicatos que reciben subvenciones públicas y el Poder Legislativo. El IFAI también podrá obligar a los gobiernos estatales y municipales a dar información a los ciudadanos. Esto incrementará, en algo, la fiscalización y rendición de cuentas.
Aunque no fue una reforma constitucional, yo incluiría en esta lista a la Reforma Financiera. Se cambiaron diversas leyes para permitir que los bancos puedan cobrar de manera más expedita las garantías de los créditos inactivos. De esta forma, el sistema financiero tendrá más incentivos para prestar más dinero al sector privado. Ya no habrá excusas.
En 1917, después del movimiento revolucionario, un Congreso Constituyente redactó una nueva Carta Magna basada en la de 1857. En 2013 atestiguamos una especie de Constituyente pero sin Revolución y dentro de la democracia: múltiples reformas constitucionales y leyes secundarias que, de ser bien implementadas, cambiarán la faz de la política y economía del país.
                Twitter: @leozuckermann


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