martes, 7 de enero de 2014

Pierre-Marc René - Se puso en riesgo política monetaria de México por falta de experiencia

Por los tiempos políticos y los intereses que servían, el país sufrió en 1993 una de sus negociaciones más tensas de la historia, en la que se redujeron sus posibilidades para defender “lo que se pudo haber defendido”


lustración: Allan Ramírez
Debido a la falta de experiencia de México para negociar un tratado de libre comercio, a principios de los años 90, los funcionarios mexicanos estaban incluyendo la política monetaria y cambiaria del país en el acuerdo comercial con Estados Unidos y Canadá.

“Fue hasta la última semana de la negociación, cuando ya era determinada la fecha para anunciar el pacto regional en 1993, que los funcionarios del Banco de México se dieron cuenta de que ese error hubiera permitido que la política monetaria del país hubiese sido subordinada al TLCAN”, relató a 24 HORAS Eduardo Fernández, quien era ese momento funcionario del banco central mexicano.






El ahora empresario comentó que se tuvo que renegociar de última hora el capítulo de los servicios financieros para quitar la política monetaria y cambiaria del tratado comercial.

No obstante, señaló que el principal logro del acuerdo fue que se aceleró la apertura de la banca mexicana a la inversión privada, lo que frenó el impacto de la crisis financiera que azotó el país en 1995, un año después de la entrada en vigor de TLCAN el 1 de enero de 1994.

-¿Qué impacto ha tenido el tratado de libre comercio para México?

-“Me voy a referir específicamente al área de servicios financieros. En aquella época, era funcionario del Banco de México y como tal participé activamente en las negociaciones relativas al capítulo de servicios financieros. Conceptualmente siempre he estado a favor de las aperturas comerciales, de inversión y financieras. Por lo tanto, diría que veo efectos mucho más positivos que negativos por la apertura en este caso financiera. El capítulo de servicios financieros era un capítulo muy especializado del tratado de libre comercio y requirió que participaran tantos funcionarios del área de la Secretaría de Comercio, que hoy es la Secretaría de Economía.

“Eran ellos los responsables de la negociación propiamente del tratado, pero por la especialidad del área financiera, siempre eran acompañados de funcionarios de la Secretaría de Hacienda y del Banco de México que éramos los conocedores de los temas de fondo de la apertura que iba a negociar.

“México pretendió establecer en su momento ciertas salvaguardas que protegieran que el sistema de pagos nunca pudiera caer bajo el control de canadienses o estadunidenses. Al final del camino, esas salvaguardas ya no pudieron ser negociadas en forma total, de tal forma que bajo ciertas condiciones de crecimiento gradual cualquier banco americano o canadiense o la suma de bancos canadienses y americanos podrían llegar a tener el control del sistema de pagos en México.

“Eso terminó siendo negociado así en el tratado de libre comercio. Hay la creencia de que esta apertura a ese extremo fue producto de la crisis de 1995 y eso es absolutamente falso. Estas salvaguardas se tuvieron que hacer menos estrictas desde la negociación del tratado de libre comercio. Lo que se hizo en la crisis del 95 fue acelerar la apertura retirando antes de tiempo las salvaguardas que sí se pudieron negociar.

“Por eso, el sistema financiero mexicano desde 1995, empezó a abrir presencia acelerada de la banca extranjera en México, más allá de la que se tenía previsto originalmente en 1993, año que se concluyeron las negociaciones del tratado de libre comercio”.

-¿Cómo fueron las negociaciones?

-“En aquellas negociaciones, recuerdo que fueron muy intensas, muy amplias. Los tres países trataron de establecer ciertas estrategias para proteger lo que ellos creían tener que proteger. Sin embargo, ahí diría que la relevancia relativa que tenía para los tres países esto, creo que para el que tenía mayor relevancia con un cambio estructural muy importante, era para México. Hicieron que en realidad las cosas se fueran dando un poco más a favor de Estados Unidos y de Canadá.

“La mayor suspicacia también recaía sobre la parte mexicana porque venía México, además de ser la economía más pequeña de las tres, de un régimen de protección, no de apertura comercial, sino de proteccionismo comercial y financiero. De tal forma que en realidad, tanto canadienses como americanos jugaban un rol bastante parecido de contraparte de México. Es como si México estuviera negociando con dos contrapartes. En muy pocos temas, por lo menos en la parte de servicios financieros, notabas posiciones divergentes entre americanos y canadienses.

“Tenían algunos temas, pero que ellos ya conocían en tiempos atrás entre ellos, y que ya los tenían perfectamente conocidos, pero prácticamente la negociación se cargaba en ver que iba a pasar con la parte mexicana. Era una negociación muy compleja”.

-El hecho de que México fuera una economía menos desarrollada que la de Estados Unidos y Canadá ¿era un problema para negociar?

-“Los equipos mexicanos tenían una cierta desventaja porque a nivel de conocimientos los americanos trabajaban en dos niveles. Trabajaban en el nivel de las personas que conocían los temas de fondo que iban a ser negociados, pero además llevaban gente que era experta en este tipo de negociación y conocían perfectamente bien las interpretaciones que a cada vocablo se le daba ya en las mismas cortes internacionales o en paneles de arbitrajes y los mexicanos no teníamos ese nivel de conocimientos. Nosotros teníamos el nivel de conocimientos en el capítulo de servicios financieros, del sector financiero y de lo que queríamos para el sector financiero, pero tampoco fuimos acompañados como los americanos y canadienses con expertos en esas materias de sus propios gobiernos.

“Otra desventaja era en cuanto al pacto, en México se quería buscar el anuncio lo más pronto posible del tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá. Eso jugó un poco en contra en la negociación de ciertos temas porque al final de cuentas, las premuras eran en contra de lo que los mexicanos pudiéramos haber defendido. En el capítulo de los servicios financieros, pudimos proteger en aquellas fechas bastante bien las cosas, pero en las últimas semanas, americanos y canadienses tenían dos equipos de trabajo laborando permanentemente y turnándose, mientras que del lado mexicano pues éramos sólo un equipo y las jornadas eran insostenibles porque había noches sin dormir y cuando se dan en esas circunstancias las cosas, seguramente es mucho más difícil cuidar todos los aspectos que tú quieres cuidar.

“Otro aspecto que no jugó a favor es que si bien la responsabilidad era de la Secretaría de Comercio, pues el querer mantener el control de las cosas y que no le salieran de control burocrático de ellos, hizo que lo que llamaban cláusulas horizontales como las definiciones por ejemplo que aplican a lo largo de todo el tratado, era muy difícil de acceder a esta información, a pesar de que estuvimos muchos meses queriendo esta información. No sé si fue por los problemas burocráticos o por las ambiciones políticas. Hasta el final de la negociación del tratado nos dieron la información. Hacia la última semana, ya cuando estaba anunciada la fecha, tuvieron que mover un poco esa fecha porque no habíamos visto, quienes negociamos el capítulo de servicios financieros, que, cuando logramos tener las definiciones, se estaba comprometiendo sin querer y sin consciencia la política cambiaria. Ya no estaba en la mente de nadie establecer controles de cambios ni ningún tipo de restricción cambiara, pero este tipo de obligaciones que asumen los países no son materia de acuerdos comerciales. Eso está previsto en el convenio del Fondo Monetario Internacional”.

-¿Qué sucedió?

-“Como si era un entendido de americanos y canadienses, más no de mexicanos, por esta experiencia que comentaba antes, tuvimos que renegociar esos aspectos en el capítulo y quitar las referencias que pudieran generar que la política monetaria y la política cambiaria quedarán de alguna manera subordinadas al tratado de libre comercio para que estas obligaciones quedarán como una referencia cruzada o un incumplimiento cruzado al convenio del Fondo Monetario Internacional. En otras palabras, si México incumple el convenio suscrito y para formar parte del FMI, podrían Estados Unidos y Canadá denunciar el tratado de libre comercio y darlo por terminado por el incumplimiento de aquel convenio. Así quedó finalmente, pero no era como estaba la redacción que se tuvo que cambiar. Ellos como parte del acuerdo comercial podrían haber juzgado eso y haber dado por terminado el tratado, prohibiendo en el mismo tratado establecer cierto tipo de medidas cambiarias”.

-¿Iba a afectar directamente la política monetaria del país?

-“Más que afectar la política monetaria, limitarla. Yo soy de los que creen que es mucho más afectación establecer un control de cambio, creo que está fuera de lugar. El problema no era ese, es un problema jurídico, es un problema de orden, es un problema relativo de soberanía. No tiene porque en un convenio comercial obligarte a lo que no es parte de un convenio comercial. Y eso era lo que estaba pasando. Eso es lo que me tocó vivir en la negociación del capítulo de los servicios financieros del TLCAN.

“Ahora, el resultado global, lo veo favorable y más después de que vivimos la crisis de 1995 porque si bien se aceleró esa apertura financiera con motivo de la crisis, pues ya estaban sentadas las bases. Si en aquel momento, sin una certidumbre jurídica, sin un convenio que le diera obligatoriedad a muchas cosas hubiéremos pretendido nada más como normas domésticas invitar el capital extranjero a la banca mexicana, probablemente no hubiéramos tenido el éxito que en ese caso sí tuvimos y que empezó a ingresar rápidamente. Eso le permitió a México salir de la crisis y retomar el crecimiento económico dos años después”.

-¿Hubiera sido más complicada o más fuerte la crisis sin el tratado?

-“Yo digo que sí porque nosotros aceleramos la apertura con motivo de la crisis. Las bases de la apertura ya estaban en el tratado. Querer establecer las bases de la apertura en medio de una crisis, en donde la percepción de quiebra del país era generalizada, pues hubiera sido mucho más complicado. En cambio, ya estaba sentada la base, lo que único que se hizo fue acelerar lo que ya estaba establecido y cómo funcionaría, también estaba fundamentalmente establecido. Entonces se modificaron las leyes para hacer más rápida la entrada de capital y con ello, dar la confianza a los mercados por un camino del mercado, precisamente se estaban resolviendo las cosas y no por caminos regulatorios o de controles de cambio que al final del cambio no arreglan nada”.

-¿Qué sigue con este tratado?

-“En lo que toca la parte financiera, creo que ya llegó para quedarse en este país. Hay una competencia que ya se nota cada vez mayor entre los distintos bancos extranjeros que tienen sobre todo cierta cuota de mercado. Ahora la labor que está tratando de hacer el gobierno es impulsar el otorgamiento del crédito, pero claramente la preocupación ya no es por la solvencia ni la liquidez de las instituciones. Y la banca mexicana, creo en estas manos, va a ser una banca que es mucho más probable que genere menos problemas al fisco mexicano que la banca que nosotros teníamos antes de esta apertura financiera”.

-¿A qué se refiere?

-“Que la probabilidad de que con recursos fiscales se tenga que rescatar bancos del tamaño relevante es mucho menor ahora con este tipo de instituciones que las que se tenía antes porque además éstas están perfectamente inmersas en este mundo global. Y ya lo vimos con la crisis financiera de Estados Unidos. El gobierno tuvo que inyectar recursos e invirtió en acciones de Citi Bank por ejemplo, pero para nada tuvo necesidad que el gobierno mexicano invierte en Banamex porque además están establecidos bajo un régimen de subsidiarias”.


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