Lo que más sorprende de la reunión que sostuvo, sin querer o queriendo (concedámosle el beneficio de la duda) el señor Comisionado Presidencial para la Seguridad en Michoacán, Alfredo Castillo, no es la reunión en sí con Juan José Farías “El Abuelo”, lugarteniente del cártel Nuevo Milenio, que sucedió –según confirmó el Procurador Jesús Murillo Karam, ahora sí muy oportuno- el 5 de febrero en Tepalcatepec, Michoacán, es la pretendida inocencia del Comisionado. Sus declaraciones posteriores.
Efectivamente, cuando el periódico Reforma develó el encuentro de Castillo con Farías –entre muchas otras personas, dicho sea- lo primero que viene al sentir de los lectores es la impunidad, lo segundo es la corrupción, lo tercero es la ausencia de una estrategia inteligente por parte del gobierno federal que encabeza el licenciado Enrique Peña Nieto, precisamente el padrino, jefe y patrocinador de don Alfredo Castillo.
Y lo cuarto y no por ello menos importante: la “inocencia” del Comisionado Presidencial para la Seguridad en Michoacán. Derivado de sus declaraciones, no hay otra explicación, vaya, lea usted –si no es que ya las leyó- las justificaciones de Alfredo Castillo sobre su reunión, plática y acuerdo con “El abuelo”:
Primera, y es una joya: “Cuando entré a la bodega, a mí se me acercó una persona y me dijo: ‘Oiga, quiero decirle que yo soy fulano de tal. Yo no ubiqué el nombre ni ubiqué a la persona: yo ni sabía”. Hasta ahí la cita… ¡En serio! ¡El Comisionado Presidencial para la Seguridad de Michoacán, entra a una bodega equis sin saber con quién se va a reunir! ¿De verdad? En un Estado donde los criminales van a plazas a dar discursos, entregan regalos, agreden a los ciudadanos, a las autodefensas los hostigan e imitan para “legitimarse”, ¿de verdad en ese contexto fue y se reunió con quién sabe quién? Tal acción o es falta de trabajo de inteligencia, o es inocencia pura, y en cualquiera de los dos casos, descalifica al señor Castillo para estar titulando el cargo que Peña Nieto le confirió. Aparte claro, es el reflejo de mandar a un mexiquense a “resolver” los problemas de los michoacanos.
Normalmente, y en mi caso, sabemos de decisiones que nos afectan porque se toman a más de tres mil kilómetros de distancia, lo cual no sólo aleja físicamente a los empoderados, sino que no tienen ni pizca de idea de lo que significa vivir en la región noroeste del País, la más lejana de la Ciudad de México, y la más cercana de los Estados Unidos (me refiero a Tijuana, Baja California, claro, la ciudad donde nací y resido).
Pero considerando que el Estado de México colinda con Michoacán, pues cualquiera pensaría que estarían más empapados en la idiosincrasia regional; pero más allá de si sabe o no cómo se comportan en Michoacán, cuáles son las costumbres, los vicios, las necesidades y la particularidad de la región, lo peor en este caso es que se esperaría que el Comisionado para la seguridad en Michoacán, supiera quiénes son los malos, y quiénes son los buenos y quiénes son las víctimas, digo, ése es un trabajo de investigación y análisis que debía haber realizado él o su equipo de inteligencia y logística, antes de llegar a intentar solucionar los problemas que causan las personas que evidentemente no conoce ni en el mundo hace cuando es su responsabilidad saberlo.
Pero bueno, la declaración es muestra de la falta de preparación y la ligereza con la que el gobierno de Enrique Peña Nieto toma el caso de Michoacán. No son los criminales o los narcotraficantes únicamente, es la falta de información, es la falta de oportunidades, es la ausencia de un estado de derecho, y producto de ello, es la impunidad.
Segunda declaración –de acuerdo al diario capitalino Reforma- de Castillo en su justificación por reunirse con “El Abuelo”: “Ahí estaban el jefe de la Policía Federal, estaba el jefe de la Zona Militar de ahí, y en ningún momento nadie me hizo señalamientos de esta persona”. ¡De verdad! Ahora sí que los mencionados podrían responderle a don Alfredo Castillo: “si no te cabe, no repartas”. La realidad es que al mencionarlos lo único que hace Castillo es ubicarlos como cómplices, como corruptos o por lo menos, mal informados, ineficaces e incapaces de identificar a quien andan persiguiendo o es señalado de hacer daño a la sociedad.
O sea, Alfredo Castillo justifica su ignorancia sobre el tema, los orígenes y los protagonistas de la inseguridad en Michoacán, con la ignorancia o la colusión de otros. Uf.
Tercera declaración -o la tercera negada de responsabilidad-: “Yo pensaría que, si tuviera una orden de aprehensión vigente (“El Abuelo”), estaría loco de presentarse ahí, cuando estábamos todas las autoridades”. A eso señor Castillo, se le llama impunidad y es lo que padecemos cientos de miles de mexicanos todos los días.
Hombres y mujeres que sin órdenes de aprehensión pero con muchos delitos en su haber, se pasean por calles y avenidas, acuden a juzgados y a despachos, a juegos de futbol y cargan con amparos contra órdenes de aprehensión imaginarias, porque solo existen en sus conciencias, más no en un sistema de Ministerio Público (Federal o Estatal) tan corrupto e ineficiente como las Procuradurías (también, Federal o Estatales) que los manejan a su antojo, a su miedo, a su amenaza y a su conveniencia.
Por eso lo que más resalta en las declaraciones-justificaciones del señor Alfredo Castillo, Comisionado Presidencial para la Seguridad de Michoacán, es su pretendida inocencia, o declarada ignorancia respecto lo que sucede todos los días en este país.
No es el de Castillo el primer caso, sea que “alguien” le mandó a “El Abuelo” a esa reunión en una bodega sabiendo que no se había preparado y así ponerle un cuatro perfecto, o sea que, efectivamente, no está enterado de quiénes son los enemigos de los mexicanos en el bando del narcotráfico y el crimen organizado; ha habido otros casos de autoridades reunidos con criminales.
Candidatos han perdido gubernaturas porque “alguien” les publicó una fotografía acompañados de narcotraficantes, prelados representantes del Papa han recibido a narcotraficantes en sus casas eclesiásticas –salvo el Cardenal Juan Sandoval Íñiguez que no recibió a los hermanos Arellano, sino a la madre de éstos, para exculparse del asesinato del Cardenal Juan Jesús Posadas y Ocampo-, alcaldes han sido videograbados en fiestas de criminales –otra vez los Arellano, ahora con el primer Presidente Municipal del PAN en Tijuana, Carlos Montejo Favela-, e Iglesias han incluso anunciado en placas metálicas la colaboración de narcotraficantes para la edificación de las mismas.
No; casos hay muchos, lo que distingue al presente, es que el Comisionado Presidencial para la Seguridad en Michoacán, no esté al tanto o pretenda no estarlo, del origen del problema de inseguridad en Michoacán y en México entero: la impunidad. Que un narcotraficante, un criminal, pueda acceder a funcionarios como él, y no suceda nada. En el colmo de la bizarra situación, “El Abuelo” solicitó justicia a Alfredo Castillo, y éste se comprometió a revisar su caso.
Eso se llama impunidad, señor Castillo. Y es su responsabilidad combatirla, no justificarla.
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