miércoles, 12 de febrero de 2014

Sergio Sarmiento - El problema de Obama

“El valor, y no el compromiso,
trae la sonrisa de la aprobación de Dios”.
Thomas S. Monson


Cuando Barack Obama asumió por primera vez la Presidencia de los Estados Unidos, el 20 de enero de 2009, registraba una aprobación personal de 67% contra un rechazo de 37% (rasmussenreports.com). Esta es una cifra notable en los Estados Unidos, especialmente si se considera que Obama fue electo originalmente con el 52.9% del voto popular.

Lejos están los tiempos en que el Presidente alcanzaba ese nivel de popularidad. Pese a haber logrado su reelección con el 51% de los votos en 2012, Obama tenía este 10 de febrero una aprobación de 48% con un rechazo de 51.






En parte la caída es producto de que ningún gobernante podía mantener la popularidad inicial de Obama. El mismo entusiasmo que generó originalmente el Presidente, y que lo llevó a ser declarado ganador del Premio Nobel de la Paz en su primer año de Gobierno, cuando realmente no había hecho nada, provocó un inevitable desplome después.
Obama heredó una economía en crisis después de ocho años de Gobierno irresponsable de George W. Bush. En 2009 la economía estadounidense se contrajo 2.8%, pero la gente estaba dispuesta a culpar a Bush y no al nuevo y joven Presidente mulato. Desde entonces, 2010 a 2013, la tasa de crecimiento económico ha sido de 2.2% anual, que no es mala en comparación con el resto del mundo desarrollado, pero que decepciona a los estadounidenses. La tasa de desempleo, de 6.6% en enero de 2014, ha bajado mucho desde el 10.1% de octubre de 2009, pero sigue siendo superior a los 4 y 5% que durante años tuvo la economía del País.
Quizá lo peor es que los estadounidenses no saben si Obama entiende la naturaleza del problema y las soluciones. Cuando heredó la crisis de Bush, una crisis provocada por un exceso de gasto público y una laxa política monetaria, Obama mantuvo una política exactamente igual a la de su predecesor. Y si acaso, aumentó la dosis.
Esas políticas no fueron el impulso que hoy está sacando adelante a la economía estadounidense. La Unión Americana está siendo salvada, como siempre, por el ingenio, la inversión y la tecnología.
La producción de petróleo crudo de Estados Unidos ha crecido de 5 millones de barriles diarios en 2007 a 7.8 millones en noviembre de 2013. La producción de gas natural ha pasado de 16.8 billones de pies cúbicos en 2007 a 25.3 billones en 2012 (EIA). Esto es consecuencia de la revolución del petróleo y el gas de lutitas o esquistos (shale oil y shale gas). La producción ha generado una bonanza económica en algunas regiones del País, aunque otras, como California, han aplicado medidas restrictivas a la técnica.
La revolución de las lutitas está promoviendo una reindustrialización del País. Ha hecho también que Estados Unidos, el único País desarrollado en no firmar el Protocolo de Kioto, haya reducido más que cualquier otro sus emisiones de contaminantes al reemplazar el carbón por gas natural en las termoeléctricas.
Esta revolución no ha tenido lugar por un impulso del presidente Obama sino a pesar de él. El capital político del Mandatario se ha utilizado en impulsar nuevos subsidios sociales, como el programa de salud conocido como “Obamacare”, o ahora en subir el sueldo mínimo, a pesar de las consecuencias negativas para los más pobres.
La baja de la popularidad del Presidente no es producto de que a la economía le esté yendo mal. En realidad Estados Unidos está creciendo, aunque sea a una tasa moderada. El problema es que no se le ve visión a un Presidente que al inicio de su mandato generó un entusiasmo que no se había visto desde John F. Kennedy.
Lenocinio
La Cámara de Senadores quiere imponer en México una pena por lenocinio (trata) de 50 años de cárcel. La de homicidio es actualmente de 12 a 24 años (artículo 307, Código Penal Federal), que cuando se comete en riña baja de cuatro a 12 años. No hay proporción.

Twitter: @SergioSarmiento


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