La confianza es un lubricante básico de las relaciones sociales. Por eso es importante saber por qué mientras unos derraman confianza en el país, otros aumentan su desconfianza.
Si los economistas de las calificadoras de deuda se dedican a clasificar a los países para ponerles o quitarles estrellitas, el análisis social y político necesita entender por qué mientras Moody’s le da a México la nota de A3, el INEGI dice que en la última encuesta sobre el Índice de Confianza del Consumidor (enero de 2014) hay una baja de (-) 15.5% respecto a enero de 2013 y (-) 6.20% respecto al mes anterior. ¿Debería haber sintonía en los dos indicadores? ¿El contraste expresa un problema importante o sólo es una cuestión de diferentes percepciones? No se trata de decir que unos tienen la razón y los otros están equivocados, sino de entender dos visiones contrastadas.
Esta paradoja expresa dos mundos, el de la economía internacional y los intereses financieros y el de la realidad cotidiana de la mayoría de los mexicanos que ven el presente complicado y el futuro difícil. Así, vemos que los organismos financieros internacionales dan brincos de gusto por las “reformas estructurales” de 2013. El gobierno de Peña Nieto, el PRI y el PAN festejan y presumen los cambios, pero los consumidores no comparten el optimismo. Las respuestas de la desconfianza son: la “situación económica en el momento actual de los miembros del hogar comparada con la que tenían hace 12 meses” bajó de 100 a 84.5; la “situación económica esperada (…) dentro de 12 meses” bajó de 100.2 a 91.6; las “posibilidades en el momento actual (…) para realizar compras, tales como muebles, televisor, lavadora y otros aparatos electrodomésticos” bajó 19 puntos porcentuales, de 82.9 a 63.9 (INEGI, 5/II/2014).
Con el modelo económico hay perdedores y ganadores; están los que planean los negocios que van a poder hacer con la reforma energética o la de telecomunicaciones; pero en la otra parte están los que viven en la informalidad, que ya son seis de cada diez mexicanos, para quienes el futuro es precario e incierto. Sin duda, el gobierno debería -al menos- de corregir su estrategia de propaganda porque ha sido un fracaso si vemos el decremento en la confianza del consumidor. Eso de que va a abajar la luz y el gas, no ha pasado. Lo que se vivió fue una pesada cuesta de enero en donde el raquítico aumento al salario mínimo se volatilizó con los aumentos de impuestos y los gasolinazos, que además provocaron un incremento en la inflación. La desconfianza crece porque el salario ha bajado de forma consistente en las últimas tres décadas; porque los mecanismos de organización sindical para defender el trabajo, son cada día más escasos; porque la pobreza aumenta y la desigualdad se incrementa; porque la inseguridad, el secuestro y la extorsión siguen tan campantes lastimando a los ciudadanos; porque la corrupción y los “moches” se han institucionalizado.
La desconfianza del consumidor se suma a la desconfianza ciudadana que tampoco ve resultados. Los datos de Latinobarómetro son preocupantes y deberían ser foco de atención para la clase política. Estamos en el suelo en la satisfacción democrática en América Latina. Estamos en los últimos lugares. La proyección de crecimiento económico para 2014 vuelve a ser de 3.5% del PIB, pero eso se dijo hace un año y la realidad quedó en 1.3%. Sin embargo, en esta ocasión el discurso oficial es ‘que gracias a las reformas, México va a crecer’. Pero las proyecciones de los economistas no tienen palabra de honor.
El secretario de Hacienda puede decir una cifra, pero los consumidores saben en realidad que el salario subió una miseria y, por lo tanto, no alcanza ni para sobrevivir con dignidad. Las razones de la calificadora tampoco prometen nada a corto plazo, dicen que México subió por las reformas, por el posible crecimiento potencial, por el fortalecimiento de las finanzas públicas y por un mejor “perfil crediticio soberano” (EL UNIVERSAL, 5/II/2014).
El secretario de Hacienda puede decir una cifra, pero los consumidores saben en realidad que el salario subió una miseria y, por lo tanto, no alcanza ni para sobrevivir con dignidad. Las razones de la calificadora tampoco prometen nada a corto plazo, dicen que México subió por las reformas, por el posible crecimiento potencial, por el fortalecimiento de las finanzas públicas y por un mejor “perfil crediticio soberano” (EL UNIVERSAL, 5/II/2014).
En realidad, las reformas se hicieron, pero la definición de las reglas sigue en el aire. Diversos análisis económicos indican que los resultados de estos cambios no se verán en el corto plazo. Hay que tener paciencia para que los spots del gobierno se hagan una realidad, si es que alguna vez llegan a ser realidad. La confianza en las reformas es como la confianza que hubo en que la alternancia política produciría mejores gobiernos y ya vimos que sucedió con el PAN. Por lo pronto, la desconfianza de los consumidores es más confiable que la apuesta de Moody’s.
@AzizNassif
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