Personas cercanas a Carlos Salinas de Gortari me hicieron ver que, más allá de la precisión en lo recién declarado por el ex presidente, es cierto que después del asesinato de Luis Donaldo Colosio (marzo 23, 1994), la figura de Manuel Camacho como comisionado para la Paz en Chiapas se diluyó, se volvió insignificante.
Tienen un punto de razón. Camacho fue designado el 10 de enero en medio de malos presagios por los enfrentamientos del EZLN y el Ejército mexicano. Pero para el 21 de febrero, el comisionado había logrado sentarse con los zapatistas en los memorables diálogos de la catedral de San Cristóbal de las Casas.
A una velocidad extraordinaria, el 2 de marzo concluían las jornadas de paz con el anuncio de 11 modificaciones legislativas, un autogobierno indígena, una reforma electoral y la aplicación de 31 acciones que involucraban a ocho secretarías del gobierno federal.
El diálogo ha sido exitoso y la fórmula de la paz está definida, dijo Camacho en la catedral. Eso parecía. Pero en ese cénit, de alguna manera terminó todo. Marcos y el EZLN se despidieron diciendo que someterían los acuerdos a las comunidades. El asesinato de Colosio colapsó también el entarimado de encuentro y optimismo en Chiapas. Los zapatistas reaparecieron el 12 de junio para informar que rechazaban los acuerdos del 2 de marzo. Camacho renunció de inmediato al cargo de comisionado señalando que el candidato presidencial del PRI, Ernesto Zedillo, saboteaba las negociaciones. Y como tantos personajes de aquel año trágico, se desvaneció.
Retrotraigo el episodio en descargo de lo que publiqué ayer sobre Carlos Salinas.
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