Es diferente en la forma y en el fondo, pero sí contiene elementos comunes: en aquella ocasión, varios líderes priístas se reunieron buscando una opción porque eran conscientes de que la candidatura de Madrazo sería un fracaso para su partido en los comicios presidenciales del año siguiente. Tenían todo para ganar a pesar de que Roberto manejaba buena parte de la estructura del PRI pero cometieron un grave error: en lugar de elegir al mejor precandidato (entonces Enrique Jackson o Enrique Martínez) hicieron una suerte de comicios internos que dejó sorpresivamente en esa posición a Arturo Montiel, entonces un gobernador tan poderoso como controvertido y vulnerable. Bastaron dos periodicazos y una entrevista televisiva para acabar con la opción Montiel y con el Tucom. Madrazo fue candidato y realizó la peor elección en la historia del PRI, quedó en un lejano tercer lugar con alrededor del 20% de los votos.
Ahora estamos ante una elección interna en el PAN (que no es igual a la de un candidato presidencial) que tiene que definir el futuro de ese partido en una coyuntura de indudable fortaleza del PRI, misma que se tiene que poner a prueba con el siempre desgastante ejercicio del poder; ante una izquierda dividida en por lo menos cuatro opciones que competirán entre sí en las elecciones intermedias del 2015 y con la oportunidad del PAN, si es bien aprovechada, de convertirse en el principal interlocutor de la oposición, un espacio que es imprescindible para el blanquiazul si quiere volver a ser opción en el 2018.
No sé si Josefina o Cordero necesitan unirse para ganar una elección interna. Las encuestas demuestran que ambos superan por amplio margen y por separado a Gustavo Madero, pero el actual presidente del PAN controla la estructura y los recursos de un partido en que los que decidirán son poco menos de 400 mil militantes (de los cuales no todos votarán). No será una elección basada sólo en la popularidad. Están en juego muchos otros factores. Pero por eso mismo, Josefina y Cordero no pueden repetir el enfrentamiento que los debilitó tanto en la precampaña del 2012. Como diría Borges, y como no lo entendieron en el 2012, no los debería unir el amor sino el espanto. Los dos tienen que haber aprendido de ello. Y también tendrían que haber aprendido que, más allá del éxito que pudiera tener el relanzamiento de la Fundación del ex presidente Calderón, si quieren ver hacia el futuro tienen que dejar de lado, también, las disputas por el pasado. No se trata de no hacer una evaluación justa, con sus aciertos y errores, de lo realizado en los sexenios de Fox y Calderón desde la propia visión del panismo, sino de construir un discurso para el futuro y de cara a convertirse en la oposición (y el interlocutor) viable del actual Gobierno priísta.
No veo a Madero construyendo esa opción. Hoy parece mucho más crítico con Calderón que con la Administración federal de la que se siente, por lo menos, aliado. El actual presidente del PAN ha tenido una contribución importante en la etapa posterior a la derrota panista al lograr convertirse en un interlocutor del Gobierno federal, al firmar el Pacto y participar activamente en concretar los acuerdos derivados del mismo, el mayor ciclo de reformas del País en décadas. Pero lo ha hecho a costa de su propio partido y de quedarse sin discurso. Cometió Madero muchos errores: la forma en que quitó a Cordero de la coordinación de los senadores sólo puede medirse en su verdadera dimensión por su reemplazante, Jorge Luis Preciado, un buen hombre que no está al nivel de esa responsabilidad, que ocupa sólo por su extrema lealtad a Madero pero sin ninguna representatividad ni peso entre sus pares. El episodio de las fiestas de Preciado es sólo el corolario de esa designación. Lo sucedido en el Senado y los moches, las comisiones cobradas por diputados a alcaldes para recibir apoyo presupuestal, ha dejado tan malherida la imagen del maderismo que éste parece haber dado ya todo lo que tenía. Dispondrá de su última contribución en el proceso de aprobación de las leyes secundarias. No es opción de futuro.
No sabemos cuál de los dos, si Josefina o Cordero, será finalmente la carta de unidad de la oposición a Madero. Pero sea cual fuere, la presidencia panista tendrá que adecuarse a una redistribución del poder interno, que pasa por el liderazgo del partido, pero también por los liderazgos de las cámaras y por los posicionamientos de cara a las elecciones intermedias del 2015.
Leído en http://www.am.com.mx/opinion/leon/madero-ya-no-es-opcion-para-el-pan-7002.html
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